Dentro del largo repertorio del comportamiento humano existen tres actitudes que me indignan sobremanera: el cinismo, la hipocresía y la estupidez.
El cinismo es la actitud de una persona que miente con descaro, de forma impúdica, deshonesta y oportunista. La hipocresía es la actitud del que finge una cualidad, sentimiento, virtud u opinión que no se tiene y la estupidez es la torpeza notable en comprender las cosas. Si he puesto estas tres palabras en relación es porque el pasado martes el representante permanente de Israel ante las Naciones Unidas, Gilad Erdan, fue expulsado de la sesión plenaria de la 78 Asamblea General de la ONU por increpar al presidente iraní, Ebrahim Raisi, durante su discurso y mostrar, además, una foto de Mahsa Amini, muerta (o asesinada) a manos de la Policía iraní hace un año y donde se podía leer: “¡Las mujeres iraníes merecen libertad ya!”. Este es el segundo incidente parecido de Israel ya que a mediados de febrero también fue expulsado de la sala de conferencias de la Unión Africana en Addis Abeba, donde Israel acudía como país invitado. En aquella ocasión fueron Argelia y Sudáfrica quienes decidieron expulsar a Israel de la sala y, en declaraciones posteriores, el incidente diplomático fue comentado por Israel diciendo que estos países actuaban movidos por el odio y controlados por Irán. ¡Qué obsesión con Irán!
Y uno se pregunta, ¿con que calidad moral puede Israel acusar a otro país de asesinato? ¿Cómo es posible que un representante del único país del mundo que mantiene un apartheid contra parte de su población se considere con derecho a recriminar el comportamiento interno de cualquier otro país? ¿Cómo puede ser que un país que asesina a entre 150 y 200 palestinos al año, y que mantiene a cientos de niños en prisión, se considere con suficiente capacidad ética como para reprocharle nada a nadie?
El señor Gilad, que yo voy a llamar Gilead, enarbola el cinismo como nadie porque su reproche es fingido, es decir, no le importa la muerte o el asesinato de esa mujer, pretende hacer uso de la propaganda oportunista ante las cámaras del mundo. Porque en Israel la influencia del extremismo religioso es nocivo para todas las mujeres y constituye una presión sobrevenida al ya terrible patriarcado. Las denuncias por violencia machista aumentaron ya un 250% en 2020, la cúpula militar del país está prácticamente copada por hombres y aunque la Declaración de Independencia, única expresión constitucional de Israel, propugne la igualdad entre sexos la realidad de la vida cotidiana de las mujeres es bien distinta y la represión que sufren muchas mujeres por el simple hecho de serlo es terrible. Hasta el 2015 tal sólo 12 mujeres habían sido Ministras, y es bien conocido el caso de Golda Meir, la única Presidenta que ha tenido Israel pero ya está, no tiene nada de lo que enorgullecerse. En la administración local tan sólo el 12% corresponde a la representación de las mujeres, solo el 15% de los deportistas profesionales son mujeres. Entre la población judía el 38% de las mujeres están contratadas a tiempo parcial mientras que sólo el 17% de los hombres está contratado en esta modalidad. El sueldo mensual de una mujer es el 63% del que cobra un varón. La mujer carga con todo el trabajo de criar un hijo y solo en un 14% de los casos hay un reparto equitativo. Y estos son solo unos pocos datos. Si el señor Gilead quisiera luchar contra la lacra del patriarcado ya hubiera esgrimido otra pancarta bien distinta en la Knesset (Parlamento israelí).
La mentira en su expresión lastimera, la hipocresía regodeándose porque denunciar un hecho que tu país repite a diario contra la gente más oprimida de la tierra, que son los Palestinos, que son considerados en Israel poco menos que cosas, animales, el esperpento de la otredad del palestino visto desde la óptica del israelí medio como un proyecto de terrorista al que hay que liquidar o como un ser al que hay que someter para que no interfiera en la historia es una de las concepciones más dañinas que ha conocido nuestro planeta.
El pueblo israelí no tiene derecho a tratar así al pueblo palestino y algún día lo acabará pagando, y he aquí, la estupidez de aquellos que sobreactúan y se someten al espectáculo, aquellos que se victimizan a propósito para seguir engañando a sus propios correligionarios.
Quizá debemos ver esta deleznable representación, esta ópera bufa, como destinada a ser consumida por los propios israelís quienes ya se han acostumbrado a victimizarse una y otra vez porque sufrieron el holocausto que ellos mismos están llevando a cabo en Palestina contra los verdaderos dueños de esa tierra, los palestinos.
Hace unos días veíamos con absoluto horror cómo los israelís cegaban pozos de agua palestinos mediante el sellado con cemento. ¿Qué clase de personas son capaces de tamaño despropósito? ¿Qué feroz pensamiento alimenta esos actos tan salvajes? ¿Por qué razón odian tanto a Palestina? En una zona donde el agua es primordial y un bien escasísimo, este hecho constituye también un maltrato psicológico. Es una acción deleznable, digna de otras épocas y que puede llevarse a cabo únicamente por personas que saben que sus actos carecen de consecuencias. Y, además, se lleva a cabo ante los ojos de la opinión pública internacional y sin que esto suponga el más leve reproche por parte de gobierno occidental alguno.
En el momento en el que sus grandes valedores internacionales, USA, caigan, que lo harán, Israel se podría quedar sólo, sin aliados. En ese momento de la historia podría quedar como ejemplo de la conciencia destructiva del ser humano si no lo remedia con la asunción de sus crímenes y con la institución de dos estados. Porque este comportamiento tan estúpido podría traer consecuencias que nadie quiere, ahora no, pero en un momento de debilidad la destrucción total de Israel constituirá una opción real por parte de un futuro vencedor en un conflicto zonal. Mientras, el salvajismo en su política interna con Palestina, su hipocresía y su estupidez están haciendo bien poco por solucionar el conflicto palestino-israelí.
