Afganistán, la vergüenza de los países occidentales

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Lidia Falcón, Presidenta del Partido Feminista de España.

Las mujeres de Afganistán han hecho un llamamiento a la “comunidad internacional” para que las liberen de la esclavitud y la tortura que están sufriendo en su país desde que las tropas occidentales se fueron del país. Las mujeres afganas se quejaron patéticamente hace unos días de que todo el mundo las ha abandonado. Así lo dijeron: “El mundo nos ha abandonado.” Nadie ha respondido.

La infame situación que están padeciendo las mujeres en Afganistán desde la vergonzosa retirada de las tropas occidentales hace dos años, en la que participó España con una indescriptible sumisión a las órdenes de Estados Unidos, dejando sin protección a la población afgana, y especialmente a sus mujeres, bajo el despótico poder de los talibanes, sin vergüenza alguna, ni indigna ni emociona a los gobiernos “democráticos” ni aún al Movimiento Feminista Internacional.

Los medios de comunicación explican que el gobierno ha prohibido toda enseñanza a las niñas, siendo el único país del mundo que no permite que las mujeres tengan escolarización ni accedan a la enseñanza superior.

Se casa a las niñas de pocos años con hombres de cualquier edad. Las mujeres no pueden salir a la calle más que tapadas totalmente por esa vestimenta llamada burka que sólo deja ver un espacio mínimo para los ojos, velado por un enrejado, y deben hacerlo siempre acompañadas por un hombre, de otro modo las detienen y apalean.

Las mujeres no tienen derecho alguno a votar, trabajar asalariadamente ni ejercer profesión alguna. Han despedido a las que antes desempeñaban esos empleos y se encuentran sin ingresos condenadas a la extrema miseria. Como tampoco pueden practicar deportes ni participar en competiciones nacionales ni internacionales. No pueden ser atendidas por médicos varones, con lo que están abandonadas en la enfermedad. 

La represión se ejerce continuadamente sin piedad. Los castigos corporales, la prisión y el repudio de la familia, las esperan como pretendan estudiar, trabajar, ganar un salario, permanecer solteras o viudas o casarse con el hombre que deseen.

Ante esta intolerable situación de más de la mitad de la población afgana en el primer cuarto del siglo XXI, la llamada “comunidad internacional”, es decir los grandes Estados capitalistas occidentales, permanecen indiferentes. La retirada de sus tropas de ese país ha estado acompañada por negarle las ayudas económicas que antes recibía para atenciones sociales, con lo que han hundido en la miseria, la enfermedad, y la muerte prematura, a la mayoría de la población. La ONU ha declarado que Afganistán es el peor país del mundo para que vivan las mujeres.

Lo que los españoles no saben es que Afganistán, bajo la monarquía de aquel tiempo, concedió el voto a la mujer en 1919, 12 años antes que en España. Y que durante la época en que el país estuvo protegido por la Unión Soviética las mujeres disfrutaron de la libertad e igualdad de los países occidentales. Durante los diez años que duró la intervención soviética, desde 1979 a 1989, las mujeres pudieron volver a trabajar y a estudiar, se quitaron el burka y parecía que recuperarían los derechos humanos que les habían robado.

Fue la criminal guerra organizada por la CIA y el Departamento de Estado de EEUU contra las tropas de la URSS, la que hundió al país en la miseria, la degradación y el genocidio femenino que sigue sufriendo.

Este genocidio perpetrado por el gobierno talibán no provoca la indignación del mundo occidental avanzado ni impulsa a los gobiernos llamados democráticos a plantear medidas contra esos criminales, que los obliguen a detenerlo.

Esa comunidad internacional que se opuso tan tajantemente al apartheid sudafricano ahora muestra su peor indiferencia porque la mayoría de las víctimas son mujeres.

El gobierno español siempre tan servil, lacayo del Departamento de Estado de Estados Unidos, retiró a sus tropas de Afganistán el 13 de mayo de 2021 tras 20 años de “misión”. La llamada misión española, por la que han pasado más de 16.000 militares en las sucesivas rotaciones, se saldó con el fallecimiento de 93 personas. Hasta 2015, cuando se dio por finalizada la misión, esta había costado unos 3.700 millones de euros.  Esta retirada se produjo poco tiempo después de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunciara que el 11 de septiembre de este mismo año no quedarían soldados de su país en suelo afgano, comenzando también en mayo la salida de sus 2.500 militares y de los 7.000 de la OTAN.

Todos los gobiernos españoles, tanto del PSOE como del PP, han actuado según las órdenes recibidas de los mandos estadounidenses. Esta es la vergüenza de nuestro país, que en los discursos de sus dirigentes y de la oposición patriótica presume de soberanía. Durante 20 años las tropas españolas vivaquearon en Afganistán para construir hospitales y escuelas, instruir a las tropas afganas y proteger los derechos de las mujeres, según las informaciones oficiales. Después de sufrir varios ataques  que costaron casi un centenar de muertos y haber gastado miles de millones de euros, cuando el demócrata Biden dio la orden de retirarse, la ilustre ministra de Defensa Margarita Robles tocó el pito y los oficiales y  soldados españoles salieron huyendo, en una operación infame, igual a la que protagonizó ese Ejército en el Sáhara en 1975, y abandonaron al pueblo afgano en las garras de los criminales talibanes, a los trabajadores que les habían servido en esas dos décadas y sobre todo a las mujeres, sin la menor vacilación. 

Después del vergonzoso espectáculo, que vimos en las pantallas, de los hombres y mujeres que intentaban huir del país subiéndose a los aviones que podían liberarlos, colgados del tren de aterrizaje, golpeados por los soldados talibanes, los que llegaron a España fueron recibidos “por un amplio dispositivo psicosocial de 300 personas” como dice la prensa, compuesto por enfermeros y asistentes de la Cruz Roja, que sintieron una enorme compasión por el estado físico y anímico en que se encontraban los huidos. Por quienes nadie ha sentido compasión alguna es por los que se quedaron, ni mucho menos por las mujeres.

Ni el gobierno español, ni el Parlamento, ni la judicatura, incluida la máxima autoridad del Tribunal Supremo, ni las instituciones de asistencia social, ni los partidos políticos, ni las organizaciones sindicales y cívicas, ni el Movimiento Feminista, han vuelto a mencionar a los millones de mujeres afganas, enterradas en vida, sometidas a toda clase de torturas e infamias, que abandonamos en las garras de los talibanes hace dos años, sin remordimiento alguno. Ni las organizaciones políticas ni sociales ni religiosas ni feministas le han exigido a Pedro Sánchez que intervenga en sus reuniones internacionales para plantear a la comunidad internacional que tome las medidas necesarias para detener el genocidio que los talibanes están practicando contra las mujeres. Como si no existieran, a pesar de la publicación de algunos reportajes sobre las crueldades de que los talibanes hacen víctimas a las que son sus madres, sus hermanas, sus hijas, porque para ellos no hay amigas ni compañeras ni amantes, únicamente enemigas.

En este momento en que España Preside la Unión Europea, es de absoluta necesidad que plantee ante la Comisión y el Parlamento Europeo la imperiosa exigencia de que se aprueben medidas urgentes para presionar al gobierno talibán a fin de que acaben con la terrible represión que ejerce sobre las mujeres de su país. Esta petición debía haberse hecho hace dos años cuando todos los países europeos abandonaron vilmente a la población afgana.

Así mismo, sería únicamente de decencia que los Partidos políticos democráticos de nuestro país se pronuncien en contra del régimen talibán, exigiendo al gobierno de España que plantee ante la Unión Europea la toma de medidas para presionar al de Afganistán, a fin de que no pueda seguir haciendo víctimas a sus mujeres de la criminal represión que las ha llevado a la muerte civil.  

Del mismo modo el Movimiento Feminista tiene que coordinarse para realizar acciones de solidaridad con las mujeres afganas, presionando al gobierno de España, a las ONG que operan en nuestro país, a los partidos políticos democráticos y a las grandes corporaciones económicas, para que aprueben medidas de presión sobre el gobierno talibán, que lo obligue a respetar los derechos humanos de las mujeres.

Porque como dijo Eli Wiesel, superviviente del Holocausto, “lo peor del régimen nazi no fueron los crímenes de los malos sino el silencio de los buenos.”

De otro modo, con su indiferencia hacia los sufrimientos de las mujeres afganas, España sumará a otras muchas una infamia más.

2 COMENTARIOS

  1. Un gran e imprescindible artículo de Lídia Falcón apoyando a las Mujeres Afganas.
    Es Urgente que la C internacional y el Movimiento Feminista, como ella expresa, se haga eco de la Situación de estas Mujeres que han sido abandonadas por ser Mujeres.

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