Llamamiento a la solidaridad

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El Partido Feminista de España se presenta a las elecciones europeas por segunda vez, después de 1999. El Partido tiene ya las cicatrices de varias competiciones electorales. Con una tenacidad adquirida en los muchos años de la lucha antifascista, ha ido cumpliendo, obedientemente, las normas que marca la Ley electoral y que los augustos padres de la patria y de la Constitución impusieron para garantizar que en España se cumplirían las condiciones que constituyen una democracia, y que según el diccionario de la Real Academia de la Lengua son :

1. f. Sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes.

2. f. País cuya forma de gobierno es una democracia.

3. f. Forma de sociedad que reconoce y respeta como valores esenciales la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.

En estos puntos encontramos la columna vertebral del sistema democrático : la soberanía que reside en el pueblo y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Y quizá se crea que así es y así se cumple en nuestro país. Pero sin entrar en otros temas, que me han ocupado muchos artículos anteriores, quiero hoy señalar cómo los que pergeñaron la ley electoral encontraron hábilmente la manera de que el pueblo no sea tan soberano ni todos los ciudadanos tan iguales.

Pruébenlo intentando presentarse a las convocatorias electorales que ritualmente se celebran. En este momento quedan pocas semanas para elegir el Parlamento Europeo, que es el más grande del mundo, y que rige los destinos de los 27 países que forman parte de la Unión Europea.

El Partido Feminista de España, de larga trayectoria de lucha por defender la igualdad de las mujeres con los hombres, y el reparto de la riqueza según las necesidades de cada cual, vuelve a la arena electoral. ¡Qué testarudas somos, verdad? Ya cumplimos con fidelidad los requisitos que se exigían en 1999, para competir en durísimo combate legal porque se nos considerara tan iguales como a los afiliados del PSOE o del PP. En aquellos lejanos tiempos los requisitos eran menos exigentes que hoy. Porque en aquellos lejanos tiempos éramos más iguales que hoy.

Con inteligente astucia, ninguna lista de candidatos para las elecciones al Parlamento Europeo puede ser admitida si no está acompañada por ¡18.000! firmas de ciudadanos españoles. O, y esta parece una concesión graciosa de los autores de la ley electoral, si avalan la candidatura 50 cargos electos. Así lo conseguimos hace 35 años. Y a la misma tarea nos pusimos ahora. Pero mientras en aquellos lejanos tiempos muchos diputados, alcaldes y concejales firmaron gustosos -sin importar el partido al que pertenecían- hoy nos han contestado que no pueden apoyar a otro partido. Cuando les hemos replicado que en eso consiste expresamente la democracia, en dar oportunidad a todos los habitantes a presentarse a elecciones sin distingos del signo político, porque eso es lo que hacen las dictaduras, nos miraron con incredulidad. Demasiados años hemos padecido el fascismo para que no haya quedado rastros de él.  

¡Cómo han cambiado los tiempos.! Oh, quizá no y no lo hemos investigado. Al fin y al cabo la democracia -palabra griega- se practicaba en Atenas por los hombres de su nacionalidad. Ni las mujeres ni los extranjeros ni los esclavos podían votar ni ser candidatos. Ya hemos superado esos muros que parecían infranqueables, pero siempre se pueden alzar otros más sutiles y más eficaces y, como se ve, menos repudiables.

Atribuyen a Voltaire la declaración que hizo en la Asamblea de París a un contrincante político: “No estoy de acuerdo con lo que está diciendo, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo”. Así, en tiempos heroicos, se entendían los derechos democráticos. Hoy no. No nos asesinan -solo a veces- a los que no entramos en el marco del poder, pero tienen numerosos sistemas para acallarnos.

El Partido Feminista ha acudido a las y los compañeros de muchos años de vicisitudes, que nos hemos encontrado en difíciles situaciones en las que nos hemos ayudado en tiempos pasados, para pedirles que avalaran nuestra candidatura al Parlamento Europeo, y con muchas excusas nos lo han negado, arguyendo que su partido no se lo permitía. Incluso que le traicionaban si lo hacían.

Muchos serían los comentarios que suscita esta declaración, pero preguntémonos solo: ¿Para que se permite legalmente este requisito si después los partidos -parece que de acuerdo todos- lo prohíben.?

Amigas, amigos, compañeras, compañeros, camaradas. Os hago un llamamiento a la solidaridad. Apelamos a ella para poder tener una papeleta con nuestros colores en las mesas electorales el próximo 9 de junio. Necesitamos con urgencia cargos públicos que nos avalen. Vale lo mismo la firma del Presidente del Gobierno que  la de la más modesta Concejal de un pueblecito de la «España obligada a vaciarse». Si conocéis a alguna de estas sufridas y anónimas servidoras públicas que son el sostén de nuestro agonizante campo, pedidle por favor su firma. Las Diputadas y Senadoras de los grandes partidos siempre nos han dado muy buenas palabras y la más fría espalda cuando las hemos solicitado su firma. Si tienes una prima o un primo, una sobrina o sobrino, hija o hijo, amiga o amigo, conocida o conocido que sea Alcalde o Concejal de un pueblo pequeño de nuestra inmensa y abandonada España, tienes un tesoro al que agradeceremos su apoyo. En la página web del Partido Feminista de España puedes descargarte las instrucciones y documentos para solicitar su firma. Y por supuesto en el Ayuntamiento o institución pública te darán las indicaciones necesarias.

 El Feminismo os necesita. Porque ni la modesta agenda feminista que defendemos desde hace medio siglo se ha cumplido ni se perciben signos de que tal sea el propósito del gobierno de la Unión Europea ni sus demandas se plasman en los programas de los demás partidos.

Hace 40 años que el Partido Feminista de España se bate en solitario por llevar el feminismo a los órganos de poder, que en definitiva son los deciden nuestros destinos. Dadnos la oportunidad de volver a intentarlo. No podemos resignarnos a manifestarnos los 8 de marzo. El feminismo nos necesita a todas y a todos, y la sociedad necesita el feminismo.

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