De María Jiménez a Jenni Hermoso

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Por Zuriñe Ojeda

Ser mujer es agotador, creedme. Y no por los vaivenes hormonales, la menstruación, los embarazos y partos o la menopausia. No, ser mujer es agotador por el género. Porque hemos de pasarnos toda la vida desprendiéndonos de él, y aún si lo conseguimos, tenemos que pelear con quienes no quieren que lo dejemos atrás. 

Jenni Hermoso lleva sufriéndolo toda su vida. Ya a muy temprana edad cometió la osadía de querer dedicarse a un deporte feudo de la masculinidad desde la más tierna infancia, el fútbol. Y no solo jugó, fue de las mejores y quiso dedicarse de forma profesional. Y también lo consiguió, con un sueldo ridículo en comparación con sus equivalentes hombres. Y además ganó un mundial de fútbol. Y en plena celebración merecida, su jefe decidió exhibir ante el mundo todo su machismo y cometer un abuso sexual y de poder. Y se desató el infierno. 

Da igual que esté grabado, da igual que lo viéramos todos, que es imposible que fuera más público. Primero empezaron con las bromas y el pitorreo: “Eso es lo que quiero, besos”, la comparación con Sara Carbonero y Casillas, qué bonita la euforia del momento…

Y cuando ya empezaron a ser muchas, importantes y por todo el mundo las voces que decían que aquello fue un acto de acoso inaceptable, empezaron las disculpas. Las disculpas al hombre, claro: era un momento de mucha emoción, ella no se apartó, la euforia, la complicidad…

Pero eso tampoco sirvió, y a partir de ahí ha habido quienes se han rendido a la evidencia; algunos se han dado cuenta de que efectivamente aquello no estuvo bien y otros se han apuntado al carro tarde y mal por conveniencia; pero han quedado muchos, muchísimos, que han decidido que hasta aquí podíamos llegar las mujeres con la tontería de que no se nos pueda manosear a gusto del celebrante. Y entonces Jenny es una falsa porque no está vestida de negro encerrada con Bernarda Alba y todo esto es un despropósito orquestado para defenestrar a un pobre hombre sobrepasado por la emoción. 

Y el TAD se ha lavado las manos en un ejercicio de cinismo sin parangón, y el Gobierno y todas las instituciones se han dedicado a pasarse la pelota unas a otras que ni Messi en estado de gracia, eso sí, después de fagocitar las protestas y apuntarse todos los tantos posibles. La han dejado tan sola que no le ha quedado más remedio que presentar una denuncia, cuando desde el primero hasta el último deberían haber actuado de oficio antes de que las campeonas del mundo se subieran al avión de vuelta a casa. Y ahora sí que han sacado a pasear los hombres toda la artillería llorica de la masculinidad: denuncias falsas, hundirle la vida a un hombre, y -la madre de todos los desprecios- va a terminar como Juana Rivas. 

Me encantaría ver (lo confieso) a todos esos hombres tan hombres si, después de cerrar un acuerdo millonario con un cliente, sus jefes lo celebraran dándoles un pico. Me encantaría que pudieran entender (eso es pedir la luna, lo sé) que a ellos se les educa en la acción, la agresión, la defensa, mientras que a nosotras se nos educa en la sumisión y en la indefensión, y que es esa indefensión aprendida la que hace que casi nunca seamos capaces de reaccionar de forma inmediata y nos quedemos como los ciervos delante de los faros del coche. Sería maravilloso que comprendieran que muchas de nosotras no somos conscientes de que sufrimos agresiones porque se nos ha enseñado que es lo normal. Igual que hasta ahora era normal que tu marido te pegara o te violara, era su derecho hacerlo. Y ha sido la conciencia feminista la que nos ha enseñado, a TODOS, que no lo es. 

Se nos ha olvidado ya que hasta hace muy poco a los asesinatos machistas se les llamaba crímenes pasionales y al maltrato asuntos privados en los que no tenía que meterse nadie. Se les ha olvidado convenientemente que es gracias al feminismo y a algunas mujeres que tuvieron que ser heroínas y denunciar contra viento y marea lo que ahora nos parece obvio. Como por ejemplo la gran María Jiménez, a la que todas las mujeres tenemos mucho que agradecer y espero descanse en paz.

Es evidente que lo que le ha sucedido a Jenni no es una terrible violación. ¿Pero es que acaso tiene que serlo para ser ilegal o denunciable? ¿O para denunciar que nos han robado el móvil tenemos que estar medio muertos de la paliza?

Sabemos que el machismo lo permea todo en la sociedad desde que nacemos, es un aprendizaje que absorbemos en todos los ámbitos de nuestra vida. Y sabemos que solo la educación en igualdad y feminismo nos librará de él. Pero no solo ha de librarnos de morir apaleadas o de ser violadas. También de la mayor precariedad, de la cosificación, de la explotación sexual y reproductiva, y de todo tipo de abuso sexual y de poder. Y al igual que ahora nos acordamos de María Jiménez, que denunció el maltrato que sufría cuando todo el mundo opinaba que eso era normal y tenía que quedarse en casa aguantando, algún día hablaremos de Jenni Hermoso y de cómo nos obligó a tomar conciencia del acoso sexual y del abuso. 

Posdata: para los y las que no se quitan de la boca a Juana Rivas. Ya tiene la custodia completa de su hijo mayor y hay un fiscal italiano que tiene pruebas médicas y psicológicas del maltrato al menor, y es cuestión de tiempo y más lucha contra jueces machistas y comprados, que Arcuri pierda su custodia y se enfrente a una pena de prisión. Otra mujer que ha tenido que ser una heroína y hasta pasar por la cárcel por negarse a que sus hijos crezcan maltratados por su padre, y cuyo caso espero siente precedente para toda la justicia europea. Porque no sirve de nada llorar muy fuerte por los hijos de Bretón después de que su padre los asesinara y los quemara.

@zurinelakona

1 COMENTARIO

  1. Muy buen artículo. Es conveniente decir que en el primer comunicado de la RFEF pusieron palabras en boca de Jenni que esta nunca dijo, (disculpando el ósculo.)
    ) Falsarios !!

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