Cuando mi hijo es quien abusa: la madre de Rubiales

0

Por Carmen López Suárez 

Cuando la madre de Rubiales se puso en huelga de hambre, pensé en algo que cada día me encuentro en colegios e institutos: el apoyo incondicional de diferentes actores del entorno cercano del violento (entre ellos, la madre, el padre o familiares cercanos). 

Hoy voy a centrarme en la madre de Rubiales (sin olvidarme del resto de palmeros y aduladores).

Es de enorme relevancia tener siempre presente (y no pasarlo por alto como en tantas ocasiones), uno de los tres actores que interviene en todo proceso de acoso o abuso: los espectadores.

De ahí, que sea un aspecto fundamental en cada una de mis conferencias o investigaciones sobre este contenido.

Cada año, millones de niñas, niños y mujeres, en todo el mundo, se convierten en víctimas de una violencia silenciada, que adopta múltiples y cambiantes formas, desde el acoso hasta el abuso. España no es una excepción. 

A distintos niveles, todos ellos, son actos de hostigamiento, maltrato, violencia por diversión, demostración de superioridad y faltas de respeto.

En la mayoría de procesos de acoso y abuso encontramos 3 protagonistas:

  • La víctima. Es quien recibe la violencia y, con mucha frecuencia, reacciona de forma pasiva o sumisa. En este caso, me refiero a Jennifer Hermoso.
  • El agresor. Quien ejerce directamente la violencia. Le gusta el poder y el dominio y disfruta cuando tiene el control. Luis Rubiales.

Quien agrede, con frecuencia, es apoyado por un grupo de personas, que anima, jalea o simplemente observa. 

  • Los espectadores. Son quienes no participan directamente en las intimidaciones, pero actúan como secuaces, palmeros, aduladores o encubridores. En el caso que nos ocupa, la MADRE en huelga de hambre, pertenecería a este grupo. 

No obstante, a pesar de que los actores son tres, el foco mediático, profesional y empírico, se centra casi exclusivamente en la víctima. A diferencia, el agresor, no solo suele tener escasa presencia, sino que simplemente plantearlo, provoca rechazo frontal por parte de ciertos sectores. 

Numerosas investigaciones revisadas, coinciden en que es difícil trazar un perfil concreto del abusador o acosador. Sin embargo, podemos señalar una serie de rasgos que suelen repetirse:

Con frecuencia, son hombres:

  • Que han vivido modelos familiares con maltrato o violencia. 
  • En cuya familia ha habido una exigencia muy alta, o por el contrario, muy laxa (poca disciplina, dificultad para cumplir normas y malas relaciones con la autoridad).
  • Que se les ha tolerado cualquier actitud. Narcisistas, acostumbrados a tenerlo todo, endiosados, sobreprotegidos, que van de sobrados.
  • Con nula gestión emocional (desde la alegría a la ira).
  • Que muestran aparente seguridad en sí mismos, baja tolerancia a la frustración, escasa capacidad de autocrítica y falta de empatía.
  • Con tendencia a abusar de su fuerza y una mayor identificación con el modelo social basado en el dominio y la sumisión.
  • Perfectamente conscientes de lo que hacen. No sienten culpa y no piden perdón. 

Cuando el acoso o abuso lo lleva a cabo un menor de edad, el centro escolar, suele ponerse en contacto con los progenitores para explicarles la situación y poner en su conocimiento, el sufrimiento que su hijo está causando a la víctima.

Sin embargo, en vez de sancionar o corregir su comportamiento, como sería lo deseable, un elevado número de madres o padres hacen todo lo contrario (algo parecido a lo que ha hecho la madre de Rubiales): 

  • Minimizan o disculpan sus conductas (o se ponen en huelga de hambre). 
  • Niegan rotundamente que su hijo haya tenido ese comportamiento (en sus casas son buenos hijos, buenos padres y buenos esposos). 
  • Culpabilizan a la víctima por razones de lo más variopintas. 
  • Dicen que les gustó porque no reaccionó de forma rápida e implacable. 
  • Amenazan o ponen en práctica actos llamativos.
  • Manipulan el entorno.

En mis más de 30 años de profesión, nunca me he reunido con una familia que admita que su hijo está acosando o abusando. Lo que dificulta enormemente atajar el problema a corto plazo y dará con seguridad lugar a otras formas de violencia en el futuro. Sería interesante hablar con el profesorado que tuvo Rubiales.

A los que ejercen la violencia, y sus familias, les cuesta mucho reconocer la situación. En un reciente estudio sobre convivencia en Educación Secundaria, un amplio número de violentos no se ven como tales.

Ante esta situación, el primer objetivo debe ser concienciar a madres y padres de su papel a la hora de ayudar a sus hijos a entender el riesgo de tener comportamientos violentos, en vez de sobreprotegerlos, disculparlos, justificarlos o hacer huelgas de hambre.

Deben asumir la realidad. No es bueno que se engañen a ellos mismos. Puede ocurrir que un niño u hombre se comporten de manera distinta dentro y fuera de casa. 

La familia debe ayudar al agresor a restaurar los derechos de la víctima y a tomar conciencia. Jamás deben potenciar su victimismo y comportamientos agresores. 

Es imprescindible, igualmente, tomar medidas con el grupo de observadores (palmeros y aduladores). La evidencia científica ha demostrado que son esenciales para la erradicación de la violencia, el restablecimiento del equilibrio y la recuperación de la convivencia en la comunidad. 

PD: No sugiero tomar medidas con la madre de Rubiales (educada en el más rancio patriarcado). Bastante desgracia tiene con tener un hijo violento con las mujeres, machista y corrupto. 

Soy madre, sé lo que duele un hijo, y mi primera intención es ser empática con ella. 

Sin embargo, no podemos olvidar que, al igual que hacen las madres de los menores cuando se ven descubiertos, la madre de Rubiales ha intentado manipular a la sociedad con su gesto. 

De ninguna manera, debemos aceptar o tenemos que comprender cualquier comportamiento intolerable de una mujer (o madre) por el simple hecho de serlo. En esos casos no pueden exigirnos la sororidad.

La única opción que nos queda es concienciar a madres, padres y menores sobre lo que está bien y mal y cómo gestionar las emociones, sin agredir o violentar a las mujeres. 

Carmen López Suárez
Doctora en Educación y Pedagogía. Investigadora. Docente. Conferenciante. Divulgadora científica y escritora.

Instagram: @carmenhijosconexito

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.