Laura: una historia de acoso sexual

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El acoso sexual a mujeres en el trabajo es más frecuente de lo que que creemos, puesto que se han normalizado conductas en el entorno laboral (y a Rubiales nos remitimos), que son constitutivas de abuso sexual flagrante y, que como en el caso de Laura (nombre ficticio), presentan un agravante: un superior acosa a una empleada. 

Antes de la historia, datos.

El 72 % de las víctimas no pone el caso en conocimiento de su empresa y, de ellas, el 61,9 % no lo hace por temor a represalias. Algo que le ha ocurrido a la protagonista de nuestra historia.

El perfil del acosador lo constituye el varón, bien superiores jerárquicos, compañeros o clientes y estos pueden pertenecer a cualquier estrato social, nivel ocupacional, edad o categoría profesional.

Este tipo de acoso tiene graves consecuencias en la salud de la víctima: ansiedad, depresión, estados de nerviosismo o trastornos del sueño, dolores de cabeza y problemas gastrointestinales, que pueden tener efectos directos en la calidad de vida de la persona acosada, deteriorándola laboral y personalmente. En muchas ocasiones, las víctimas se han visto obligadas a cambiar de ciudad, de entorno social o de sector laboral para poder seguir adelante.

Hoy les cuento el caso de Laura, una historia de seis años de acoso sexual y laboral. 

Ahí va.

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“Hola pequeña francesita…

… esta noche la he vuelto a pasar «contigo»…otra vez y sin querer…y ya van…

… soy «british» y paciente, sí…mucho, pero también pasional y cariñoso…más incluso de lo que ya has experimentado conmigo…aunque a veces parezca que ya no lo recuerdas.

Echo demasiado de menos «jugar» contigo…a todo…y, aunque voy a hacerlo despacito, quiero empezar ya con algo y proponerte un juego sencillito.

Mi cabeza lleva meses llenándose de sueñecitos contigo y voy a regalártelos uno por uno cada noche en forma de un mensaje corto…será mi forma de compartirlos contigo y de que tú estés así «en mi cabeza» (me dijiste el otro día que no podías saber todo porque no lo estabas).

Todas las noches te enviaré uno antes de acostarme…

…y tú no tendrás que hacer nada más que algo sencillo…contéstame con un simple «me gusta»/»no me gusta»…o con un smiling…

… será mi pequeña terapia para ti en forma de cariño…

… serán tus pequeñas señales mientras sigues «cortadita»…

… será una forma discreta de fluir hasta que te lances a hacerlo «de verdad»…

…será mi pequeña forma de «ser yo» de una vez, de que me conozcas del todo…aunque sea de momento por aquí y despacito…y hasta que des el pasito de venir a mi.

Acumularé tus «me gusta» en forma de puntos…y te canjearé cada 7 de ellos por un deseo «terrenal».

¿Aceptas el «juego»?.”

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Esta es la copia de un e-mail que la afectada recibe de su jefe el 13 de febrero de 2015. 

Es solo un ejemplo de todos los que le envía durante meses. Y no todos son tan “correctos”. Desde el año 2015 hasta el 2017 Laura fue víctima de acoso sexual en el trabajo. 

Laura nace en una familia humilde, cursa la enseñanza obligatoria y termina una FP.  Tras muchos años de trabajos en precario, consigue acceder a un puesto que le permite comprar una casa y ser económicamente independiente.

Laura lleva 10 años desempeñando su trabajo y siendo muy bien considerada por la empresa, cuando su presunto acosador es contratado y pasa a ser su superior. Este hombre, además, presenta una pauta de acoso verbal para con otras compañeras. Estas actitudes son rechazadas en privado por estas empleadas. El abuso de poder que va de la mano del acoso es notorio.

El e-mail que encabeza el relato es enviado por el presunto acosador a Laura al año de trabajar juntos y, casualmente, lo hace cuando ella pasa a ser la única mujer mujer del equipo

Además, este hombre hace un uso indebido de los datos personales de Laura y lo hace fuera del horario laboral. Al aumentar la cantidad de los mensajes recibidos por Laura en su teléfono personal, mensajes de contenido explícitamente sexual, ella le pide que pare; tras la negativa de este, Laura se ve obligada a bloquearle (es su teléfono personal, recordemos) y lo hace con miedo a la pérdida de empleo o a posibles represalias. El presunto acosador sigue realizando llamadas, esta vez al teléfono de la empresa.

Laura no solo tiene que aguantar comentarios sexistas cuando coinciden, sino que su presunto acosador también entorpece su trabajo y le hace la vida imposible, tanto en horario laboral  como fuera del mismo.

Tras 18 meses de acoso sexual y laboral, decide acudir al superior de su supuesto acosador, el director gerente, para exponerle los hechos.  En lugar de mediar y activar el protocolo correspondiente, este envía a Laura lo que él denomina su “guardia pretoriana” (para forzar un baja voluntaria) conformada por sus propios compañeros de trabajo que, a instancias del director gerente, recrudecen el acoso y las humillaciones que sufre a diario, incrementándose peligrosamente. 

Insultos, risas y bromas sexistas de pésimo gusto se suceden de forma continua. En una reunión con compañeros de otras delegaciones, Laura escucha esta frase:  ¿Cómo te aguanta tu pareja con lo zorra qué eres?.

Nadie hace nada. Unas treinta personas asisten a esa reunión, algunos la conocen desde hace doce años y nadie afea estos hechos, nadie la defiende, nadie calla bocas.

Acaba cayendo enferma, y aún estando en casa, de baja y con ansiedad, sigue siendo acosada. En su propia casa. El hecho de pensar que algún día recibiría el alta y tendría que volver al trabajo le hace sufrir repetidos ataques de pánico.

Al final denuncia ante la Inspección de Trabajo. Es fácil demostrar el acoso. Acepta un despido improcedente, porque un juicio le hubiera llevado a la reincorporación. Le hubieran hecho la vida imposible, otra vez, para conseguir que causara baja voluntaria. Laura gana la demanda, pero pierde su trabajo. 

No obstante, todo apunta a que, a partir de este momento, empezará una nueva etapa y no tardará en recuperar su antigua vida. Laura se equivoca.

Tras recibir el alta, consigue trabajo en otra empresa del mismo sector y a los tres meses es despedida ¿Por qué? Desde su antiguo trabajo llaman para advertir sobre Laura. Cuentan que es una mujer conflictiva y que ha denunciado a la empresa por acoso. La presión ejercida por sus antiguos empleadores es tal que acaba siendo despedida de nuevo. No han pasado ni cuatro meses tras el final de la otra historia y Laura vuelve a estar en la calle.

Consigue un nuevo trabajo en el mismo sector. Y su nueva empresa vuelve a ser advertida de la “conflictividad” de Laura, aunque esta vez llegan tarde. Supieron que volvía a tener empleo cuando ella ya lleva unos meses en la empresa y sus “advertencias” caen en saco roto. Eso sí, cuando es preguntada por su jefe sobre lo sucedido tiene que optar entre mentir o pasar el apuro de contarle a un hombre algo que nunca entendería y por lo que podría volver ser juzgada.  Opta por mentir para preservar su trabajo, sabedora de que una historia de demanda por acoso sexual no va a actuar en su favor. 

Como no logran que sea despedida, vuelven las risas y burlas en las convenciones. También le avisan de que antiguos compañeros, aquella “guardia pretoriana” que intentó forzar su baja voluntaria, se dedica a desacreditarla ante clientes para interferir en su trabajo. La fratría es implacable con Laura, cuyo único pecado es decir la verdad y denunciar que ha sido víctima de acoso sexual por parte de uno de ellos.

Laura no aguanta la presión, la ansiedad empieza a hacer mella en ella otra vez y busca trabajo en otro sector.  Lo encuentra… y la historia se repite. De nuevo tiene que dar explicaciones y  arriesgarse a que se le juzgue como problemática. 

Tras esta experiencia y por motivos puramente económicos regresa a su antiguo sector tras lo que, oh sorpresa, vuelve a ser hostigada.

Han pasado seis años desde que denunció y Laura sigue siendo acosada sistemáticamente allá donde vaya por aquellos que protegen a quien tuvo conductas abusivas con ella, aquel que ejerció abuso de poder y la acosó sexualmente.

Laura existe. Ayer en la mañana repasábamos juntas las notas de esta historia, una historia que, desgraciadamente, es la de muchas mujeres. Una historia que ella ha querido hacer pública para que todas aquellas que se encuentran en la misma situación sepan que no están solas.

Desde el diario El Común y sobre todo desde la sección de feminismo, queremos dar las gracias a Laura por elegirnos para contarlo. Y sobre todo y por encima de todo, queremos agradecerle su valentía.

@_marian_is_back

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