Todos piden la sangre del Escriba
si sus letras olvidan el tributo;
y los aldeanos ya se prueban luto
en la fiebre de hipnosis colectiva.
Es mejor castigar al adivino
que no presagia la felicidad.
Peligrosa resulta la verdad
que nos hace a buscar otro camino.
Cuando casi resulta predecible
un trágico final para el relato;
llega al galope el lúcido insensato,
rompiendo la pared del imposible.
Pues siempre habrá una lanza incorregible
que le rete al molino su mandato.