Quizá la justicia empiece a escucharnos

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Por Zuriñe Ojeda

Parece que se confirma que se va a celebrar el juicio por “agresión sexual con acceso carnal” contra Dani Alves, que lleva más de medio año en prisión preventiva. 

Y aquí, nada más empezar, me vais a permitir un inciso para lanzar un desiderátum. El castellano es un lenguaje muy rico y muy vivo, evoluciona con los tiempos de forma ágil y admirable, por lo que no entiendo que en 2023 la justicia siga empleando expresiones como “acceso carnal”, rémora mojigata donde las haya de un pasado católico aún muy presente. No soy lingüista ni jurista, y por lo tanto no me corresponde a mí proponer otro término, pero rogaría encarecidamente a quienes sí lo son que lo hagan, porque estas expresiones encasillan y huelen a machismo profundo envuelto en incienso.

Finalizado el inciso, lo cierto es que a pesar de cualquier eco del pasado, Dani Alves va a ser juzgado por lo que entendemos coloquialmente como violación, y no es un hito baladí para las mujeres. Sí, para todas, porque lo de que “si tocan a una nos tocan a todas” no es un lema vacío. Tanto para la administración de justicia como para la opinión pública, estos casos cumplen varias funciones:

Sientan precedentes. Nuestro sistema judicial no es como el anglosajón, que se basa fundamentalmente en precedentes y se va construyendo sobre ellos, sino en un código penal estricto y detallado donde la libre interpretación de jueces y jurados está muchísimo más constreñida. Pero esos estrechos márgenes también son importantes, ya se demostró, por ejemplo, con la primera y segunda sentencias de La Manada. Y en casos como estos la correcta interpretación de las pruebas es fundamental. Esto implica conocer los mecanismos de poder de nuestra sociedad, poder que los hombres ejercen sobre las mujeres por cómo somos educadas unas y otros. Añadid a la ecuación que se trata de un hombre famoso, rico y admirado, lo que añade todavía más indefensión a su víctima. Y a esta indefensión ha contribuido no pocas veces la propia justicia, con efectivos mensajes a las víctimas del tipo: “¿pero usted se resistió? ¿dijo que no? ¿qué ropa llevaba? ¿había bebido?” Hasta el punto de que a la culpabilidad innata que sentimos después de sufrir este tipo de agresiones añadimos la que nos infligen desde fuera.

Esta culpabilidad es un mecanismo a veces difícil de entender. Pero es lo más sencillo del mundo cuando comprendes que en este planeta las mujeres tenemos la culpa de todo. Desde el pecado original cristiano a la guerra de Troya, las mujeres somos responsables por acción y omisión de todos los males del mundo. Las religiones nos tapan o nos infibulan porque nuestros cuerpos tienen la culpa del deseo incontrolado de los hombres, y los más progres nos destapan en cualquier situación por absurda que sea para sacar rédito de ello. Si nuestra pareja nos agrede, algo habremos hecho. ¿Por qué ibas sola por la calle de madrugada, por qué llevabas minifalda, por qué te has ido con un tío que no conocías, por qué te has ido con un tío aunque le conocieras? Estos mensajes en sus millones de variaciones son los que recibimos desde niñas, desde mucho antes de poder entender lo que significan. Incluso las legislaciones más avanzadas, como la nuestra, ahora se basan en el consentimiento. Un término que en el caso de las mujeres está viciado por la desigualdad de poder existente y que además nos sitúa en el papel pasivo de consentir frente al activo del hombre, que es quien propone. Por eso es tan importante que jueces y fiscales interpreten correctamente todas las variables existentes en una agresión sexual y enseñen así al resto de sus colegas.

Enseñan a la opinión pública. Estas mismas preguntas de la justicia son las que se hacen en los bares, en las familias, en las redes sociales. Todo el mundo cuestiona una y otra vez la actuación de la víctima, repasando con lupa todos su actos y obviando los del agresor. Porque tenemos insertado en nuestras mentes que los hombres son así y es responsabilidad de las mujeres frenarlos. Hay un dicho muy viejo en castellano que resume este pensamiento de forma demoledora: “polla dura no conoce atadura”. Por eso es tan importante que se dé el mensaje desde la justicia, desde la ley, que eso no es así y que se castigará, seas albañil o un futbolista millonario. Porque las mujeres que han sufrido agresiones necesitan terapia no solo para superar la agresión sino para librarse de la culpabilidad. Y necesitan justicia, y necesitan que el mensaje de la judicatura y el de la sociedad sean el mismo e igual de contundentes.

En este caso hay pruebas, un relato de la mujer coherente con las mismas e informes psicológicos que lo avalan todo. Por otro lado hay un tipo que ha dado cuatro versiones diferentes y al que ni todo su dinero ni su fama han librado de la prisión preventiva. 

Hermana, no estás sola y ninguna lo va a estar. No tienes la culpa y ninguna la tenemos. Estos son los mensajes que todos debemos transmitir y que pueden empezar a cambiar las cosas. 

@zurinelakona

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