Lo psicobiológico en los vientres de alquiler

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Somos una especie en la que el desarrollo de lo social ha hecho olvidar las bases biológicas en las que se asienta nuestro desarrollo desde la etapa placentaria a la conducta social más compleja como adultos.

Ese olvido ha hecho que se llegue a creer que las condiciones sociales derivadas de nuestra condición material biológica puedan ser modificadas en función del deseo o ideaciones, y sólo en virtud de que vemos como un derecho que la realidad se amolde a nuestro deseo o delirio.

El cuidado de las madres primates de sus crías esta biológicamente predeterminado y las prepara para los cuidados de lactancia, protección, enseñanza de las conductas básicas de integración en el grupo y supervivencia frente a depredadores.

Es un imperativo biológico del que no escapa ninguna hembra salvo enfermedad, muerte del bebé u otra incidencia, e igual sucede en nuestra especie, si bien la situación postparto en nuestra especie está muy determinada por la complejidad de los procesos sociales.

La construcción de la relación maternal-cría en humanos es lo que se conoce como Apego Prenatal, y sería la conexión emocional que siente una mujer con su bebé desde que es consciente que está embarazada, se modula en el desarrollo del embarazo, y afianza con el parto.

Ese conjunto de emociones permite a la embarazada visualizar a su bebé -aún feto- como un ser humano que se desarrolla y al que hay que cuidar desde ese instante, y que cada mujer vive a su manera; siendo esa idea la base del vínculo afectivo o apego prenatal.

Con el apego prenatal se da en la mujer una nueva situación emocional de cómo la va a afectar el embarazo, de cómo debe cuidarse y cuidar al futuro hijo, y en que los cambios físicos y hormonales en cada etapa están ya influyendo en el desarrollo psicoafectivo del futuro bebé.

Lo que en los primates está predeterminado por conductas instintivas por las que se cuida y protege la vida de la cría, incluso a costa de la propia, contra peligros externos e internos, en la nuestra se añaden y sienta las bases de un correcto desarrollo psicológico del futuro bebé.

No conocemos qué siente el feto en el útero -en tanto elaboración mental-, pero sí sabemos a qué reacciona, ya que sus sentidos -oído, tacto, gusto, etc.,- se están desarrollando, por lo que la voz de la madre, sonidos, masajear la tripa, hacer relajación ayudan al proceso de apego.

Esa relación unidireccional gestante-feto, basada en las emociones y deseo de maternidad, se afianza por una representación mental del futuro hijo como persona en base a ecografías, que informan -p.e.- del sexo y abre la puerta al imaginario social del qué será en el futuro.

La consolidación de ese apego entre la madre y la cría le da al bebé una exposición prolongada al olor, sabor, calor, sonido y vista de su madre que es especialmente intenso con la lactancia. No olvidemos que somos una especie mamífera* y la leche maternal es un alimento de primer orden.

*: Claro que hay situaciones en que la lactancia por motivos de salud o sociales no es posible y se recurre a sustitutivos, pero si hoy estamos aquí como especie es porque la lactancia ha mostrado su utilidad. Que, además, sea usada para controlar a la mujer es otra historia.

Todo el apego, neurológicamente hablando, y aparte su componente social, se basa en sistemas de redes neuronales que se configuran en torno a dos características: la plasticidad del cerebro y el estar asociada a dos neurotransmisores como la dopamina y la oxitocina.

Como se ha observado desde los estudios de Darwin, en humanos, el apego, aparte de facilitar la supervivencia, se transfiere a las relaciones personales y sociales del sujeto y determina la calidad de estas en cuanto a autopercepción y en la relación con los demás.

Pues bien, todas esas potenciales ventajas que da el embarazo y los primeros cuidados de la madre biológica -por supuesto en el caso de no patologías biológicas o sociales de esta o su entorno- se alteran seriamente al serle retirado el bebé y entregado a otros tras el parto.

En un embarazo en un vientre de alquiler ese apego prenatal está viciado. Los cuidados lo son para asegurar la salud del feto y un parto sin complicaciones, cesáreas en bastantes ocasiones, pero ausente de esa proyección de futuro que se da en un embarazo de un hijo propio.

Y si las desventajas para el desarrollo del bebé son claras, las que sufre la gestante alquilada en el proceso no son menores, pues si bien el embarazo y parto son procesos naturales no patológicos las condiciones de hipercontrol que se marcan a la gestante incrementan ese riesgo.

Si los riesgos habituales del embarazo están bien tasados y médicamente controlados, en el de alquiler de vientre se suman la hiperestimulación hormonal para la preparación de la futura gestante para mantener el embarazo y las pruebas sistemáticas, p.e. de amniocentesis.

Otras de las complicaciones en todas las tecnologías reproductivas pueden ser el embarazo múltiple, que conlleve a abortos selectivos con un grado de riesgo para la gestante que por controlado no deja de existir.

De otro lado tenemos las situaciones de anomia emocional que la gestante alquilada tiene que desarrollar entre su embarazo, el contrato de entrega de un producto y los cambios que su cuerpo tiene a todos los niveles, por los que la vinculación-rechazo con el bebé es inevitable.

La depresión postparto y la psicosis puerperal están servidas para la gestante alquilada, a la que se le pide con contrato que sea emocionalmente distante y amorosamente cuidadora mientras gesta. El riesgo para la salud mental de la mujer es evidente al reducirla a un horno.

Luego está la recuperación física de la gestante alquilada, porque su cuerpo ha parido, su sistema hormonal se ha preparado para una lactancia y ésta quedada cercenada de raíz.

Las historias de las felices familias compradoras están a la altura de un cuento de Disney. Desbordan optimismo y autocomplacencia, pero ¿alguien se pregunta qué pasa con la madre gestante tras al parto a medio y a largo plazo?

Separar a un bebé de su madre sin que exista una razón médica de peso se considera violencia obstétrica. ¿Se ha estudiado el efecto de cortar el efecto piel con piel con la madre que la OMS y toda la pediatría defiende desde hace años, o es que al negocio no le importa saberlo?

Biológicamente se conocen todas las ventajas del apego prenatal y del vínculo maternal y es penoso tener que estar defendiéndolas ante el narcisismo de los traficantes de menores, cuyo único objetivo es la satisfacción sus deseos con desprecio de las condiciones en que se hagan.

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