Tras el desastre que la izqueerda ha cosechado en las elecciones municipales y autonómicas de 28 de mayo el presidente del Gobierno no ha tenido mejor idea que convocar elecciones generales para el 23 de julio.
Cuando anoche se conocía el alcance del hundimiento de las candidaturas de izqueerda en autonomías como Valencia, Aragón o Baleares junto a la revalidación de la mayoría aplastante del PP en Madrid, tanto en La Comunidad como en el ayuntamiento de la capital y cinturón “ex-rojo” la cabeza de Sánchez empezó a estar en peligro.
El enfado monumental de Lambán, Page, que ha salvado los muebles de milagro, o el de Fernández Vara pedía sangre.
Con la convocatoria de elecciones generales para el 23 de julio Sánchez ha logado al menos dos objetivos que le benefician personalmente a corto plazo, y ya veremos si a largo, que son que su puesto al frente de la candidatura socialista ahora no pueda ser puesta en duda, y que la abstención que es de izquierdas se acerque al PSOE asustada por el riesgo de la extrema derecha, así como los votantes desencantados de Podemos y similares vean en un fortalecimiento momentáneo del PSOE la única barrera contra una coalición PP-Vox.
Los portavoces oficiales en La Moncloa, y Ferraz por supuesto, hablan de decisión valiente, de épica de la resistencia y lugares comunes. El resto calla sorprendida por la apuesta de todo o nada de Sánchez temiendo que sea nada el resultado.
Dicen los que aplauden la convocatoria urgente de elecciones para julio que si esperase hasta diciembre serían siete meses de agonía y desgaste, ¿pero más que lo ha sufrido ya, sin que ahora tenga tiempo de poner en esos siete meses medidas que reviertan la situación? No creo.
En siete meses en política se pueden derribar imperios, también en dos meses -hasta julio-, pero la impresión que tengo es que Sánchez al jugárselo todo a doble o nada, ha puesto tan alta la apuesta que puede acabar antes de tiempo con su vida política.
Cuando se dio una situación parecida, y Rubalcaba sustituyó a Rodríguez Zapatero, el resultado en las elecciones no cambió y Rubalcaba pasó a la oposición. No se ganó nada en ese momento, pero el PSOE mantuvo su estructura de poder municipal y autonómico. ¿Ahora qué tiene?
Porque los ayuntamientos y autonomías que han perdido te las comes cuatro años ganes o pierdas las elecciones el 23 de julio, y pones en riesgo por actuar sin reflexionar el gobierno de la nación.
Sánchez ha mirado a su alrededor y no ha visto nada que le fuese favorable: militantes frustrados, alcaldes como Puente o Muñoz Martínez con la sonrisa helada tras el resultado y a una izquierda woke borrada en Madrid y Valencia. Ante ese panorama tenía dos opciones y ha elegido la peor.
La otra alternativa era analizar lo que ha pasado, ver alternativas y ponerlas en marcha. Pero no. Ha preferido tirar para adelante, “patadón p´adelante”, como aconsejaba Clemente, y que salga el sol por Antequera.
La primera era soltar peso muerto, deshacerse de las inútiles que dirigen los ministerios de Igualdad y Derechos Sociales y Agenda 2030, al igual que al desaparecido Garzón, -sí, ese el de Consumo-, y al de Universidades -ni me acuerdo el nombre y me da pereza buscarlo- igual, e integrar a Sumar de Yolanda Díaz en un futuro pacto electoral, si es que no decide ofrecerle un puesto de “independiente”.
Claro que con esas destituciones no elimina Sánchez su responsabilidad en las decisiones que ha apoyado contra todo criterio científico y jurídico de las leyes de Igualdad si no va acompañado de la derogación de la “ley Trans” y la de “Sólo sí es sí”, para empezar.
Porque otras que podría enmendar sería la ley Mordaza o la Reforma laboral, sacar adelante la ley de la ELA o corregir la LOMLOE, entre otras, pero claro eso sería si Sánchez y en el PSOE fuesen conscientes de que su hundimiento ha sido por sus medidas antiobreras y antifeministas,
Si no es así, entonces el adelanto de las elecciones, así, en caliente, con los resultados del 28M es una genialidad, que si sale bien le salva la cabeza y al partido su área de negocio y si mal, pues ya estaba todo perdido y sólo han adelantado un poco lo inevitable.
