Andropov, un internacionalista consecuente

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Hace 40 años falleció Yuri Andropov, el líder soviético que dirigió el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y el Estado socialista desde noviembre de 1982 hasta febrero de 1984. Su breve pero intensa gestión al frente del país estuvo marcada por la defensa firme de los principios del marxismo-leninismo y el internacionalismo proletario, frente a los desafíos internos y externos que amenazaban la construcción del socialismo y la paz mundial.

Andropov fue un fiel discípulo de Lenin y Stalin, y un continuador de la obra revolucionaria iniciada por ellos. Desde joven se incorporó a la lucha contra el fascismo, participando en la guerra civil española y en la Gran Guerra Patria. Ocupó diversos cargos en el partido y el Estado, destacando por su labor como embajador en Hungría durante la contrarrevolución de 1956, como jefe del Departamento de Relaciones con los Partidos Comunistas y Obreros Fraternalmente Unidos del Comité Central del PCUS, y como presidente del Comité para la Seguridad del Estado (KGB).

En todos estos puestos, Andropov demostró su compromiso con la causa del socialismo y el comunismo, tanto en la Unión Soviética como en el resto del mundo. Apoyó activamente los movimientos de liberación nacional y las revoluciones socialistas en Asia, África y América Latina, así como la solidaridad con los países socialistas hermanos. Fue un firme defensor de la coexistencia pacífica entre los dos sistemas sociales antagónicos, el socialista y el capitalista, pero sin renunciar a la lucha ideológica contra el imperialismo y sus agentes.

Cuando asumió la dirección del PCUS y del Estado soviético tras la muerte de Leonid Brézhnev, Andropov se propuso impulsar una serie de reformas económicas, políticas y sociales para fortalecer el socialismo y superar los problemas que se habían acumulado durante los años anteriores. Su objetivo era revitalizar el papel dirigente del partido, combatir la corrupción y el oportunismo, estimular la iniciativa y la creatividad de los trabajadores, mejorar la calidad y la eficiencia de la producción, elevar el nivel de vida y la cultura del pueblo, y reforzar la defensa del país ante las amenazas externas.

En aquella época, la URSS se enfrentaba a una situación internacional muy compleja y peligrosa, marcada por el recrudecimiento de la política agresiva y belicista del imperialismo estadounidense bajo la administración Reagan. El líder soviético denunció las provocaciones y las violaciones de los acuerdos sobre el control de armamentos por parte de Estados Unidos, que pretendía desatar una nueva carrera armamentista con su proyecto de «Guerra de las Galaxias». Al mismo tiempo, Andropov defendió con firmeza los intereses de la Unión Soviética y sus aliados frente a las intervenciones militares estadounidenses en Líbano, Granada y Nicaragua, así como frente al apoyo a los grupos contrarrevolucionarios en Afganistán, Angola, Etiopía y otros países.

La lealtad de Andropov al partido y a la URSS contrasta con la traición del oportunista Gorbachov, que inició un proceso de desmantelamiento del socialismo y de entrega al imperialismo que, bajo las consignas de «perestroika» y «glasnost», renegaba de los principios del marxismo-leninismo y de la coexistencia pacífica, y se sometía a los intereses de Estados Unidos y sus aliados. Su política condujo al debilitamiento y la disolución de la URSS, a la restauración del capitalismo y a la pérdida de los derechos y conquistas de los trabajadores. Gorbachov fue el sepulturero del socialismo y el enemigo del pueblo. Andropov fue su antítesis: un internacionalista consecuente que luchó por el socialismo y el comunismo hasta el final.

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