¿Quién piensa abstractamente?

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«Un asesino es conducido al patíbulo. Para el común de la gente él no es más que un asesino. Algunas damas quizás hagan notar que es un hombre fuerte, bello e interesante. El pueblo, sin embargo, considerará terrible esta observación: ¿qué belleza puede tener un asesino? ¿Cómo se puede pensar tan perversamente y llamar bello a un asesino? ¡No sois sin duda mucho mejores! Ésta es la corrupción moral que prevalece en las clases altas, añadirá quizás el sacerdote, quien conoce el fondo de las cosas y los corazones».
G.F.W. Hegel, Quién piensa abstractamente.

Resulta muy desesperante para el militante marxista, que está familiarizado con el materialismo dialéctico, observar cómo cualquier asunto de actualidad es tratado por los medios con una simpleza de análisis casi infantil. Telediarios e informativos de radio reproducen insistentemente la misma forma tramposa, generalizar. Generalizan por sistema al tratar los asuntos políticos, que son sociales y por tanto complejos. De esa forma simplifican, reducen el pensamiento, liman sus filos hasta volverlo plano.

Que esto lo hagan los medios de masas occidentales, que se deben al patrocinio capitalista, es esperable: el capitalismo se sostiene sobre la alienación de la clase social mayoritaria, la trabajadora. Pero que lo hagan también personas teóricamente de izquierdas y de movimientos progresistas, produce desesperación.

Una de las cuestiones dialécticas necesarias para comprender en su totalidad los asuntos sociales es el ascenso de lo abstracto a lo concreto. Son conceptos de vital importancia en los que la obra de Hegel es fundamental, asumidos con ciertas variaciones por Marx aunque nunca fue estrictamente un neohegeliano. Según Lenin era imposible entender El capital sin manejar la dialéctica hegeliana.

No caigamos en desaliento. Es cierto que la lectura de Hegel es una tarea ardua, en la que hasta los expertos no se ponen de acuerdo. Pero podríamos decir que los lectores no expertos podemos al menos acercarnos a las nociones fundamentales, como la que nos ocupa en esta entrada de lo abstracto y lo concreto, que además podemos intuir sin mucho esfuerzo en las lecturas marxistas relativas a la concepción materialista de la historia y los primeros capítulos de El Capital.

Una forma de aproximarse a estos conceptos puede ser la lectura del texto ¿Quién piensa abstractamente?, artículo escrito por Hegel, se cree en torno a 1808 y dirigido a la publicación en prensa, esto es, en un tono más accesible al gran público. El texto es muy irónico y lleno de dobles sentidos, y abundante en ejemplos como la peculiar cita que abre esta entrada, cosa excepcional en la obra de Hegel y que quizás no sea la mejor manera de teorizar sobre dialéctica, pero que nos sirve como decimos para al menos plantear un debate interno en el lector que le acercará a la complejidad dialéctica.

El artículo es una crítica a la sociedad de su momento, en un estilo satírico para hacer burla de la élite aristocrática alemana, según Hegel personas petulantes y creídos de sí mismos que en el fondo no poseían gran idea de nada. La respuesta que el autor da a la pregunta con la que titula el artículo es que «los que piensan abstractamente son los incultos, no los educados«, y añade con sarcasmo que «la buena sociedad no piensa abstractamente porque es demasiado fácil, demasiado bajo«.

Hay que aclarar que, al contrario de la terminología popular (en la que se entiende que el pensamiento abstracto es propio de filósofos y en cambio lo concreto es lo común al pensamiento mundano), los conceptos aparecen invertidos y en la filosofía desarrollada por Hegel pensar abstractamente es equivalente a juzgar un hecho separando un aspecto de su totalidad, es tomar las cosas tal como aparecen a nuestro entendimiento y sin considerar el conjunto de matices que llevan a que ese hecho se experimente tal como es. En cambio, lo concreto en Hegel es el pensamiento que sobre ese hecho experimentado comprende todo su conjunto, es integral, y aprecia tanto el hecho en sí como sus conexiones, sus relaciones y sus complejidades.

Según el diccionario marxista de filosofía, lo abstracto es un estado no desarrollado del objeto, un estado en que todavía no se han puesto de relieve por completo todas sus propiedades, todas sus particularidades; en tanto, lo concreto es el objeto en su integridad orgánica, en toda la multilateralidad de sus aspectos y conexiones.

Como decimos para ello este breve artículo de Hegel puede ser muy útil en la aproximación a ese debate interno. En el ejemplo de la cita que he usado para abrir la entrada, sobre el criminal que al ser conducido a la horca es adulado por unas damas -lo que provoca el escándalo de otros espectadores-, Hegel continúa: «un conocedor de los hombres busca el camino que tomó la formación del criminal. Encuentra en su historia una mala educación, malas relaciones familiares entre el padre y la madre, alguna excesiva severidad ante una pequeña falta de este hombre que lo enconó contra el orden social, una primera reacción en contra que lo condujo a marginarse y a no poder mantenerse más que por medio del delito«.

Es decir, el ejemplo del asesino nos sirve para pensar que en ocasiones nuestras apreciaciones sobre los fenómenos (¡hasta los más elevados juicios morales, los que se cargan de razón con la visceralidad!) se tiende a tomar lo abstracto, lo particular, y a sostenerlo como medida absoluta y completa de nuestro juicio, cuando en realidad el juicio más acertado, o el más cercano a la verdad, es el que va más allá de ese particular, de ese aspecto aislado, y comprende la totalidad, lo concreto.

La ironía de Hegel es maravillosa e hilarante, cuando termina este pasaje con las palabras: «podrá haber sin duda personas que cuando escuchen tales cosas digan: ¡éste quiere exculpar al asesino! Recuerdo muy bien haber escuchado en mi juventud a un alcalde quejarse de que los escritores estaban yendo demasiado lejos, buscando acabar por completo con el Cristianismo y la honradez: alguien había escrito una defensa del suicidio; terrible, realmente terrible. –Cuando se investigó un poco más, resultó que se trataba de Los sufrimientos del joven Werther«.

El paso de lo abstracto a lo concreto en Marx.

Esta nueva perspectiva en la filosofía, que Hegel desarrolla siguiendo los grandes avances logrados por Kant y su revolución copernicana del pensamiento de la humanidad (así como Copérnico mostró que nuestro planeta no es el centro del Universo, Kant demostró que era posible una revolución filosófica semejante, en la que el ser humano no es pasivo sino que posee conocimiento a priori), la filosofía da un gran paso más allá. Y sus logros al enriquecer la dialéctica y en cuanto al hitoricismo de los fenómenos sociales son a su vez desarrollados por Marx para abrir el campo de las ciencias sociales, permitiendo trasladar un método científico a los estudios que explican y se refieren a las sociedades.

Así puede leerse en un fragmento de los Grundrisse, El método de la economía política, en el que Marx se pregunta por la manera en que debemos acometer el estudio de una sociedad (un país, dice concretamente). Explica Marx que los estudios suelen tender a empezar por observar su población, su territorio, mares, ciudades, tal vez por su producción, mercancías, las diferentes clases… «Sin embargo -continúa Marx-, ante un examen más detenido, esto se manifiesta como falso. La población es una abstracción, si dejo, por ejemplo, de lado las clases de las que se compone. Estas clases son a su vez una palabra vacía, si no conozco los elementos sobre las que descansan». Más adelante prosigue: «tan ronto como estos momentos aislados fueron más o menos fijados y abstraídos, comenzaron los sistemas económicos, que se elevaban de lo simple, como el trabajo, división del trabajo, necesidad, valor de cambio, hasta el Estado, cambio entre las naciones y el mercado mundial. Este último es evidentemente el método científicamente correcto. Lo concreto es concreto, porque es la síntesis de muchas determinaciones, porque es, por lo tanto, unidad de lo múltiple«.

Aquí tenemos uno de los ejemplos en los que Marx aplica ese concepto del ascenso de lo abstracto a lo concreto, que para el lector nuevo puede parecer dificultoso de comprender, pero que puede intuir si es observador y en su vida diaria ha presenciado o vivido fenómenos que aparentemente se explican con razonamientos simples pero que contienen, si se observan mejor, razones complejas.

¿Desdeñamos entonces el pensamiento abstracto?

La distinción de los conceptos abstracto y concreto no debemos entenderla como un antagonismo. Aunque algunos textos muy populares en la tradición comunista, como el texto de Henri Lefebvre, Lógica formal, lógica dialéctica, son muy aclaratorios, no debe tomarse como una oposición por su título. No hay un dilema entre el uso de ambas categorías, sino que cada una es más conveniente o más acertada dependiendo del asunto o fenómeno al que pretendamos acercanos mediante el razonamiento.

Kant demostró que la lógica general, o lógica formal, era inadecuada para aplicarse al conocimiento real, incompleta para explicar los fenómenos del conocimiento, y que sin embargo era muy válida para los juicios análiticos. Con Hegel esto se prolonga y avanza hasta hacer ver que la lógica formal es la de la contruccion verdadera del concimiento, es el instrumento que nos permite movernos en la comprensión de totalidades orgánicas complejas.

La lógica formal y el pensamiento abstracto nos sirven para nuestra vida cotidiana, en la que (quizás por una simple razón de economía de pensamiento) nos vemos obligados a realizar valoraciones inmediatas y a ejecutar atribuciones a todo lo que nos rodea. Pensemos por ejemplo en la concentración necesaria para conducir un automóvil y respetar las señales de tráfico. Pero lógicamente no tanto así cuando nos acercamos a cuestiones muchísimo más complejas. Tan complejas como son las sociedades humanas en la actualidad.

Como decía al inicio, el error es aplicar ese pensamiento abstracto a los fenómenos sociales, error que es moneda común en los medios informativos capitalistas y, lamentablemente, en ciertos movimientos aparentemente progresistas que tienden a hacer de la generalización la excusa para estigmatizar y difamar lo que le parezca inconveniente a sus intereses.

Para aquellos que generalizan por sistema, resuena perfectamente actual las palabras con las que Hegel iniciaba su artículo: ¿Pensar? ¿Abstractamente? ¡Sálvese quien pueda!

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