Durante el proceso de trámite de la Ley Trans, con sus idas y venidas, sus peleas en el Gobierno de coalición la figura de Carmen Calvo aparecía como una garantía de que tal desatino o no llegaría a llevarse a cabo. Desgraciadamente no ha sido así.
La salida del Gobierno de Carmen Calvo se vivió como una derrota por parte del feminismo y éste se agarraba a que quedaba al frente de la Comisión de Igualdad, desde donde se podría continuar la batalla contra la ley.
Sus enfrentamientos verbales con Pablo Iglesias, en el programa Hora 25 de la Ser, hacían creer que nada estaba decidido, que había margen para darle tirar abajo el APL Trans. Sus decididas intervenciones, duras, claras -a veces-, cargadas de argumentos eran un buen augurio.
Las declaraciones de las mujeres socialistas de FEMES eran otra de las esperanzas a las que el feminismo se agarraba. Se esperaba que la presión interna en el partido y en grupo socialista en el Congreso, donde sesenta son mujeres pudieran volcar la votación.
Luego, poco a poco, con sus actuaciones al frente de la Comisión de Igualdad esa sensación se irá diluyendo, hasta el punto que llegue a hacer mutis por el foro al negarse a permitir las intervenciones de profesionales que dejasen al aire el andamiaje intelectual del APL Trans.
Ni en la Mesa del Congreso, ni en la Comisión de Igualdad, ni en el Pleno del Congreso ninguna de las diputadas socialistas se ha apartado ni una línea del guión marcado por Sánchez. Sus compañeros tampoco. Carmen Calvo igual.
Una vez ignoradas las opiniones profesionales y feministas, aceptada por el Gobierno y socios que el trámite de urgencia era el procedimiento adecuado un mínimo de vergüenza profesional y política hubiera pedido que dimitiese o se callase. Ninguna de las dos.
Y ante la evidencia de que tanta declaración enfática, tanto gesto torcido ante Iglesias se ha quedado en un ponerse de perfil, que deja al aire a quienes han confiado en ella hasta el último momento, se ha creado la fantasía de # Dignidad Feminista y compararla con Campoamor.
Los creyentes, cuando la realidad les golpea en la cara recrean la realidad. Ya no es una abstención es un eppur si muove, usando una falsedad histórica para justificar una traición histórica, también, como anuncio de que algo va a pasar. Nada. no va a pasar nada.
Comparar su postura con la de Campoamor, que se enfrentó a su partido y todos los que se oponían al voto femenino, como Indalecio Prieto o Margarita Nelken -ambos del PSOE-, es un insulto a la memoria de Clara Campoamor.
El “eppur si muove” queda muy culto y hasta puedes hacerlo pasar por un rasgo de dignidad lo que no pasa de ser un mirar para otro lado. Porque si ese eppur significase algo lo siguiente sería encabezar una lista con 50 firmas para presentar un recurso de inconstitucionalidad.
¿Va Carmen Calvo a hacer gala de su feminismo, ese que le premiaron con el Margarita Nelken en octubre de 2022 en Badajoz y recogió junto a Nadia Calviño, Elena Valenciano, Soraya Vega y Adriana Lastra declarando que “el feminismo es la agenda más poderosa del socialismo”?
Si Carmen Calvo quería dejar una señal, un pellizco de monja no es lo se esperaba. Si se quiere dejar una señal se deja con todas sus consecuencias, y un NO que resuene en el libro de actas del Congreso es lo mínimo que se le pide a quien dice tener un mínimo de ética.
Qué lejos quedan los tiempos en que políticos como Nicolás Redondo Urbieta dimitían para no seguir siendo cómplices de las políticas neoliberales, que hoy hasta nos parecerían socialdemócratas, de un gobierno “socialista” dispuesto a traicionar todo su Programa Máximo.
El feminismo seguirá peleando por y con la fuerza de sus argumentos, como lo ha hecho desde hace más de 300 años, quedando esta abstención como una marca personal, que, como nos recuerda Contra el Borrado, de lo que fue la honestidad y decencia política de Ashten Regan.
