Reseña y recomendación del libro La coeducación secuestrada

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Carrasco Pons, Silvia; Hidalgo Urtiaga, Ana; Muñoz de Lacalle, Araceli y Pibernat Vila, Marina. (2022). La coeducación secuestrada. Crítica feminista a la penetración de las ideas transgeneristas en la educación. Barcelona: Octaedro.

Un objetivo esencial del feminismo ha sido la coeducación, esto es, la educación conjunta de ambos sexos y en principios de igualdad, solidaridad y respeto entre ellos. El feminismo ha visto en la educación un arma cargada de futuro; una herramienta esencial para corregir la opresión que sufren las mujeres y lograr una sociedad igualitaria, no sólo a nivel formal, sino también real y efectivo. Fue en la II República cuando se acabó con la segregación sexual en las escuelas –si bien fue reimplantada por el franquismo– y un reto de nuestra actual democracia recuperar los valores igualitarios en la educación. Así, niños y niñas se educan juntos, comparten currículum, objetivos, saberes y espacio. A todos y todas ellas se les educa en el valor democrático y ético cívico de que, entre ellos, son iguales.

Pese a la igualdad formal citada, el proyecto coeducativo en nuestro país ha encontrado, desde siempre, no pocos palos en las ruedas. Si bien las leyes de educación han hecho referencia a su importancia, su desarrollo concreto nunca ha tomado el impulso y el rigor necesario. Los planes y formación en igualdad en escuelas e institutos han dependido más de la buena voluntad e iniciativa de unas cuantas profesoras feministas que han hecho de los valores igualitarios su empeño formativo que de la existencia exitosa de planes y recursos suficientes para la educación no sexista. Como advierte el libro, precisamente, estas enormes dificultades para la implementación de una educación igualitaria donde chicos y chicas crezcan libres de creencias, actitudes y roles sexistas contrastan con la sorprendente velocidad con que contenidos relativos a la ideología transgenerista se han implantado en las escuelas de nuestro país (y de muchos otros).

Es conocido que en escuelas e institutos se cuenta con la presencia de asociaciones y profesionales externos que imparten algunas sesiones de educación sexual. Hasta no hace mucho, estas sesiones eran escasas y su contenido, como dicta mi propia memoria, simple y básico: se nos presentaban distintos métodos anticonceptivos, con especial atención al preservativo y se nos informaba de su correcta colocación. También se hacía referencia a las principales enfermedades de transmisión sexual, sus síntomas y cómo prevenirlas.  No recuerdo mucho más, y diría que aspectos relacionados con el placer, el deseo y la libertad apenas eran mencionados, mucho menos una visión de la sexualidad que no fuese la heterosexual, más allá de citar las otras dos posibles orientaciones sexuales. Sí se insistía, afortunadamente, en promover relaciones afectivas libres de violencia, posesión, control y se advertía de que responsable de las mismas era la desigualdad sexual. Con todo, era una información básica, breve, poco desarrollada.

Muy distinto es el panorama, como nos informa el libro, algo más de una década después. No porque la situación haya mejorado. Al contrario, la educación sexual básica y los valores de libertad, respeto y solidaridad entre los sexos se ha ido difuminando y substituyendo por un conjunto teórico relativo a la diversidad afectivo-sexual y de género. Así, se insistirá en informar sobre otras orientaciones sexuales distintas a la heterosexual (lo que estimo muy conveniente), pero también, y sobre todo, se introduce el dogma generista según el cual todo individuo tiene una identidad de género que debe descubrir y vindicar en aras de su supuesto libre desarrollo de la personalidad. En este sentido, el libro explica que las asociaciones transgeneristas están presentes en cada vez más centros educativos de nuestro Estado y que en sus talleres imparten contenidos acientíficos, como el mencionado de la supuesta identidad de género. La obra documenta no pocos casos de menores, casi siempre niñas, que tras estos talleres han manifestado que se sienten del otro sexo y que desean iniciar su transición, para lo que empiezan solicitando que su escuela o instituto las traten con nombre y pronombres masculinos y suelen acabar con cambios mayores, incluido un tratamiento hormonal y, andando el tiempo, con una cirugía de la mal llamada reasignación de sexo.

Este libro documenta que el material y el contenido de dichos talleres es profundamente sexista, homófobo y acientífico. Se convence a los adolescentes de que el simple hecho de que no cumplan con los estereotipos más estrictos de feminidad, si son chicas, y de masculinidad, si son chicos, es indicativo suficiente para que sean considerados trans y salgan del armario como tal, sin reflexión, ni dilación ni la contemplación de que estos menores no tienen incomodidad alguna con su sexo sino que, simplemente, no cumplen, porque ni quieren ni conviene, con los mandatos patriarcales. Más peligroso aún es que, como documenta el libro, estas asociaciones censuran y reprimen cualquier actitud crítica por parte del profesorado y los progenitores de estos menores. Al profesorado se le anima a iniciar el protocolo de afirmación del alumnado trans, reafirmando su nueva identidad y haciéndola efectiva, llamando a la persona menor por el nombre elegido y los pronombres concordantes así como permitiéndole utilizar los aseos y vestuarios del sexo sentido y ser tratado en función del mismo a todos los efectos. No menos llamativo es, como también documenta el libro, que estas asociaciones aconsejen al profesorado iniciar todas estas acciones sin informar a los padres de la persona menor si esta se muestra reacia, pues aseguran, probablemente sus reticencias se deban a que su entorno familiar es hostil y hacerlos conocedores de la identidad del menor supondría una amenaza para su integridad. En una palabra, estas asociaciones presionan a los docentes para que oculten a las familias información determinante sobre sus propias criaturas.

El modo de hacerlo es presionando e instalando la creencia de que toda persona del entorno educativo y familiar del niño o niña que no respete su identidad trans, o simplemente cuestione o se pregunte a qué se debe ese cambio tan repentino, pone en peligro al menor, hasta el punto de que estas asociaciones transactivistas atemorizan con la posibilidad de que el menor se acabe suicidando si no es creído o simplemente si se le invita a reflexionar si acaso su disforia de género no tiene otras causas como, por ejemplo, la resistencia a aceptar su propia homosexualidad u otro tipo de complejos con el propio cuerpo totalmente normales en la etapa de la pubertad y la  adolescencia, que suelen ser pasajeros. (De hecho, más del 87% de menores que se autoidentifican trans, son personas que, poco tiempo después, conforme avanza su proceso madurativo, no presentan ya disforia de género pese a no haber efectuado, y a veces ni siquiera iniciado, un proceso de transición).

El libro, en definitiva, invita a reflexionar por qué hay un aumento exacerbado de supuestos menores trans, que nunca han manifestado disforia de género y ésta aparece de manera súbita (lo que se conoce como disforia de género de inicio rápido). No es casualidad, advierten sus autoras, que esto ocurra al tiempo que proliferan talleres y contenidos en todas las redes sociales –donde los/as adolescentes pasan varias horas al día– animando a que los menores se declaren trans y hagan de dicha identidad el centro y motor de sus vidas. No parece casual que casi todos los menores que se autoidentifican como personas trans hayan entrado en contacto, previamente, con estos talleres o con el contenido transactivistas de estas asociaciones en sus colegios y redes sociales, así como con no pocos influencers que tienen millones de seguidores en todo el mundo, la mayoría adolescentes, y hacen de su transgenerismo el centro de su contenido.

¿No es llamativo que mientras que los contenidos feministas apenas han penetrado en los planes de estudio, tras siglos reivindicando su introducción, los contenidos queer se hayan impuesto con vertiginoso ritmo en apenas unos pocos años? ¿No es llamativo que entorno al 87% de menores reafirmados por el transactivismo como trans acaben destrasicionando o desistiendo y aceptando su orientación sexual? ¿No es preocupante que se impongan leyes estatales y autonómicas sexistas y homófobas que validan estas doctrinas queer cuando en otros países ya se ha constatado su absoluto fracaso y en la mayoría se están derogando o restringiendo? ¿Acaso es compatible educar y coeducar en igualdad mientras que se impone a los niños y niñas que si no cumplen con las tareas y estereotipos que el patriarcado supone (ilegítimamente) como propias de su sexo es que son menores trans y deben “transicionar” al otro sexo? ¿No es peligroso que padres, madres y docentes feministas y progresistas se enfrenten a delitos graves e incluso a la enajenación de la custodia del menor sólo por no comulgar con el dogma queer? A estas y otras preguntas, con mucha más profundidad y claridad de la que ha sido posible recoger en esta reseña, responden las autoras de La coeducación secuestrada, cuya lectura recomiendo vivísimamente a docentes, padres y madres y, en general, a cualquier persona movida por una elemental idea de igualdad y democracia.

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