El convento de Irene Montero

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Si a un político le tienes que estar interpretando cada vez que abre la boca; si son sus oyentes los que nunca entienden; si su única disculpa es atacar y descalificar a sus críticos; si pedirle que aclare lo que quiso decir es tener que aguantar que te insulte. Si sus opiniones son tan crípticas como el oráculo de Delfos para quedarte igual o peor que antes de preguntarle, es que ese político no vale. Y que no “valga” es la consideración más benévola, porque la otra es que lo hace intencionadamente.

Y esto viene a cuento de lo que dijo o dejó de decir la ministra Irene Montero en su comparecencia el pasado 21/09 en la Comisión de Igualdad en el Congreso a petición propia para informar sobre las políticas de su ministerio, y el barullo posterior animado por propios y críticos.

La intervención completa. Con su declaración “confusa” entre los minutos 01:55:50 y 01:59:30.

En toda la sesión nunca dice “niñes” excepto en esos segundos en que, y tras un ligero titubeo, suelta lo de “niños, niñas… y niñes”, que parecía que se le iba a olvidar. ¿No se lo creen? Pues a revisar la sesión y comprobarlo. Total, son sólo 2 horas con 57 minutos y 59 segundos.

En ningún momento de la intervención mete el “todes”, ni el “niñes”, ni el “chiques”, ni el “elles”, ni ningún otro de esos barbarismos posmo excepto en ese instante. ¿Fue un error o algo intencionado? Si en toda la intervención la ministra no recurre a la terminación /e/, por qué en ese momento. Si su intervención había sido hasta ese momento correcta, en cuanto al uso del lenguaje inclusivo, entonces, por qué meter ese “niñes” ahí, tras una vacilación.

Pues por dos características del modelo argumental e ideológico de Montero, que consiste en hablar muy rápido, como se hace en su escuela de formación política, “los Círculos”, donde la acumulación de frases forma un fast food argumental de rapidísima digestión por su nula elaboración. De ahí se entiende la frase de Carolina Bescansa sobre cómo el debate teórico, o eso que en los Círculos llaman debate, lo pervierte todo. Lo dice con conocimiento de causa.

La otra característica es el sustrato ideológico del feminismo de Montero, que no es un sustrato cualquiera, sino el que la teoría queer ha construido en torno a los discursos performativos del lenguaje basados en el deseo individual y en las disidencias sexuales. Disidencias que, en el imaginario de estos sujetos, son manifestaciones de la rebeldía contra la norma y la imposición “heterocisnormativa” o “cisheteronormativa” o como quieran permutarlos.

Y una de las “disidencias” que está en el sustrato del discurso de Montero, aunque no sea consciente de ella, y eso confiando en la buena intención de la ministra al hablar de la necesaria educación sexual de los menores es la pedofilia, aun disimulada en un “niñes”.

Esa pedofilia que en otros foros se presenta con etiquetas como Childlovers, MAP (Minor Attracted Person) y similares, que en el colmo de la desvergüenza llegan a proponer un código ético para “no dañar a los menores” de los que violan.

Por eso asombra que un periodista tan agudo como Soto Ivars hable de “desliz” o que “para entenderlo bastaba aplicar a su declaración dos cosas que ella (Montero) y sus seguidores jamás han aplicado a las de sus adversarios: la contextualización y la caridad interpretativa”.

Y si no tengo ningún reparo en aplicar a Montero la caridad interpretativa, sí en tragarme una rueda de molino como la que Soto Ivars digiere a cuenta del contexto, porque el contexto no es sólo lo que sucede en la sesión, sino, además, la ideología que hay detrás de “niñes”.

Tras “niñes” no hay una boutade de adolescente tiktoktera a lo Ángela Rodríguez, sino la aberración intelectual y humana que Alexander Doty -entre “otres”- defiende cuando afirma que lo queer recaptura y reinserta lo eróticamente “marginal” como un “espacio de resistencia”.

¿Pero qué es esto de lo marginal y espacio de resistencia? Pues es el derecho a practicar el “sexo anormal, perverso y antinatural”. Pero si esto es complicado de definir desde el punto de vista de la sexología, pues cada sexualidad es única, desde lo queer es cualquier parafilia.

Para lo queer, que creen que homosexualidad y heterosexualidad son dos categorías igualmente opresoras de ambas orientaciones, el “elles” está por definición fuera de la norma, donde lo realmente rompedor sería la bisexualidad, el sado, la pedofilia y otras.

Esas “otras” estarían al margen de lo que es aceptable y políticamente correcto, poniendo todo su esfuerzo en reivindicarlas. Le adjudican un carácter de ruptura social que rompe con todo y se presentan como las alternativas a lo “normoheterosexual”, incluidos gais y lesbianas.

Y no sólo ha sido Soto Ivars el que ha acotado el contexto a una sesión. También Daniel Bernabé ha reducido el campo del contexto a la sesión, él que ha sido tan crítico -con acierto- de lo identitario y diverso. Pues en este caso se ha comido lo queer de “niñes” sin rechistar.

Ese es el contexto con mayúsculas, no un desliz de cinco segundos en una sesión de casi tres horas. Así, que quienes han visto las declaraciones de Montero como una cuña de lo queer dentro de la defensa de una educación sexual necesaria, pero no con esos mimbres, aciertan.

Quienes se empeñan en defenderla, en hablar de desliz, mala fe en las críticas, derecha cavernaria, “putos enfermos” y otras lindezas pues que sigan con su cantinela regalándole a la derecha bazas para las cada vez más cercanas elecciones autonómicas, municipales y generales.

Y si todo ha sido de verdad un “desliz”, pues cuando la pregunten que lo diga, no que vuelva a acusar a todo el que la interpele de ultraderecha con una prepotencia que hasta a quienes podríamos estar más cerca de ella en la defensa de la ES y ley de IVE nos repele. Porque al final, y tras las declaraciones de Montero y este vídeo infantil tengo la sensación de que en el Ministerio ha calado la idea de “para lo que me queda en este convento…

1 COMENTARIO

  1. Perdona pero no estoy de acuerdo. Tu crees que hay esa intención en una ley y sus palabras. Sacar las cosas de quicio y esas mentes retorcidas y las mentiras es la realidad por desgracia en lo que a caído la política. Manipulada por los medios de desinformación.

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