El PCE que necesita la clase trabajadora

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Los próximos días 8, 9 y 10 de julio se celebrará el XXI Congreso del PCE. La cita viene marcada por ser el primer cónclave del comunismo español celebrado siendo partícipe de un gobierno central, como parte de la coalición entre Unidas Podemos y el PSOE. Esta circunstancia conlleva también el reflejo más candente de las dos almas que componen el PCE, como Partido de lucha y de gobierno.

Formar parte del gobierno de un país miembro de la Unión Europea y de la OTAN tratándose de un Partido que se reconoce como marxista-leninista no es empresa fácil. La complejidad y las contradicciones aumentan exponencialmente cuando se hace a través de un espacio plural del cual se es parte integrante, y llegan a un punto difícilmente sostenible cuando todo ello se produce en coalición con el PSOE, partido emblema y pieza fundamental del régimen del 78.

Las Tesis Políticas del pasado XX Congreso hablan claro sobre estos aspectos fundamentales. Acerca de la Unión Europea y la OTAN, podemos encontrar lo siguiente en el apartado “Las bases del proyecto de Estado del PCE para España”:

Estado Soberano: Recuperación de la soberanía plena, salida de la OTAN, la UE y el Euro. Nacionalización de los recursos naturales y los sectores estratégicos de la economía, reestructuración de la deuda y pago únicamente de las obligaciones legítimas del Estado. Protección de la soberanía frente al capital monopolista internacional y la oligarquía nacional.

Si bien es cierto que posteriormente el documento se extiende en el análisis de las dificultades que pueden hallarse en el proceso y los diferentes caminos para llegar a dicho objetivo, la voluntad de ruptura de los comunistas con las principales organizaciones supranacionales imperialistas es clara. No obstante, dichas tesis políticas producto del debate colectivo y la democracia interna chocan de lleno con la praxis y el discurso de los rostros más visibles del PCE, que son la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo Yolanda Diaz, el ministro de Consumo y coordinador federal de Izquierda Unida Alberto Garzón y el secretario de Estado y mismísimo secretario general del PCE Enrique Santiago.

La labor de los comunistas en el gobierno de un Estado burgués tiene dos objetivos. Uno de ellos, indiscutiblemente, es el de tratar de mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora sirviéndonos de todo resquicio legal e institucional que podamos aprovechar. Pero este objetivo debe estar siempre supeditado al segundo objetivo, el más profundo y primordial: mostrar las contradicciones del capitalismo, de su legalidad institucional y acelerarlas a la par que se eleva la conciencia de la clase trabajadora preparándola para la lucha de clases y la vía revolucionaria. No serviría de nada centrarse y volcar todas las energías únicamente en el primer propósito. De ser así, las mejoras que se logren, por importantes que sean, acaban siendo absorbidas por la lógica destructiva del libre mercado. Esto nos sitúa en un escenario directo de confrontación con la oligarquía y el sistema capitalista, en una batalla que sólo estaremos en condiciones de librar si las clases populares están debidamente armadas ideológicamente bajo las premisas de la lucha de clases. Lamentablemente, por muy útil que sea a corto plazo, poner en valor el diálogo social, los acuerdos con la patronal, infantilizar la política o dejarlo todo en manos de significantes vacíos nos conducen al camino contrario.

Tras más de dos años estamos saliendo del túnel de una pandemia que ha impactado de lleno en las costumbres y relaciones sociales de nuestro pueblo. Una de las víctimas colaterales que se ha cobrado es el de la movilización social, viéndose ésta reducida al límite -con gloriosas excepciones como la huelga del metal en Cádiz-. No obstante, la ultraderecha aprovechó la coyuntura de debilidad sobrevenida del nuevo Gobierno de coalición para pescar en río revuelto y alimentar las protestas negacionistas. La imagen de tal esperpento la podemos encontrar en las revueltas cayetanas, donde la flor y nata de lugares como el barrio Salamanca de Madrid salía a la calle a protestar por una supuesta libertad robada. Un simple vistazo a aquellos manifestantes daba fe de que gozaban de más libertad que nadie puesto que a golpe de billetera no iban a sufrir el colapso de la sanidad pública. Pese a todo, consiguieron marcar la agenda política del país y a día de hoy, pese a ciertos avances logrados como la reforma laboral, los aumentos del SMI, el anteproyecto de la ley de atención al consumidor, o la nueva ley de vivienda, cuestiones que afectan materialmente a las condiciones de vida de las clases populares, los ecos que resuellan entre la clase trabajadora son los de la grave crisis económica en la que nos hallamos inmersos, agravada fatalmente por la guerra en Ucrania. Porque nuevamente el sistema capitalista, a través de la inflación, está pasando por encima de toda medida y escudo social que intenta ponerle algo de freno.

En este punto es cuando es más necesario que nunca un Partido Comunista con claridad de ideas, independencia discursiva y de proyecto, objetivos netamente revolucionarios y con representantes públicos que antepongan el compromiso con su organización, la militancia y la clase trabajadora a otras cuestiones. Es necesario interpelar a nuestra clase para que se movilice en la calle contra las arremetidas del capital y la oligarquía, pero para eso es imprescindible que el Partido y sus representantes manifiesten claramente que esto va lucha de clases y no de conciliación. Es necesario crear las condiciones para la ruptura con la Unión Europea, pero para ello es necesario concienciar al pueblo de que se trata de un instrumento de dominación capitalista que cercena nuestra soberanía y capacidad para dar respuesta a sus necesidades. Es necesario también salir de la OTAN y adoptar una postura neutral en el escenario multipolar internacional, pero para ello es imprescindible que los cargos públicos comunistas no participen en ningún evento de la alianza atlántica y denuncien en todo momento su carácter imperialista. Todo lo que no sea ir por este camino, confundirá a la militancia, a la clase trabajadora y la alejará de sus objetivos vitales.

Es necesario también, continuando el camino iniciado en el XX Congreso del PCE, un Partido organizado con los mejores cuadros para intervenir allá donde se dé el conflicto político. Es necesario un PCE que esté en los centros de trabajo, en los centros de enseñanza y en los territorios. Un partido de militantes comprometidos y abnegados, que entiendan el valor del sacrificio y la dedicación. Un Partido que aporte a sus cuadros el armazón ideológico necesario para comprender bajo las bases del marxismo la actual fase de desarrollo del capitalismo y la lucha de clases, para así poder dar la respuesta más efectiva a las diferentes contradicciones que presente el sistema.

El XXI Congreso del PCE debe ser el Congreso que recupere lo mejor de la tradición comunista para hacer del Partido una herramienta útil para la lucha de clases y transformar la sociedad. Debe ser el Congreso que adopte decisiones valientes, sin temer las consecuencias y las críticas desde la izquierda y la derecha del sistema. Porque cuando se está en la línea correcta, éstas llegan. En definitiva y en resumen, éste debe ser un Congreso que sirva al PCE para poner a la militancia comunista al servicio de su clase.

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