7.713 militantes quedan en el Partido Comunista de España, según los cálculos hechos por la propia organización para establecer los quinientos delegados y delegadas que participarán el mes próximo en el XXI Congreso del partido. Estas cifras, que suponen una pérdida de casi un cuarto de la militancia desde los aproximadamente 10.000 declarados públicamente por el partido al inicio del mandato de Enrique Santiago, corroboran la sangría organizativa que sufre el PCE desde hace décadas, y que ni las sucesivas campañas de afiliación, como tampoco el aumento del peso político del partido en la política estatal, parecen poder evitar.
Lejos quedan las cifras que manejaba un PCE recién legalizado y que en 1977 afirmaba tener 233.000 militantes. Y es que las continuas crisis políticas -por supuesto internas, pero no ajenas a la situación internacional en la que quedó el comunismo tras la Guerra Fría- se repiten congreso tras congreso, sin que nunca terminen de solventarse conflictos ideológicos que se llevan arrastrando desde los tiempos de Santiago Carrillo.
Andalucía, con algo más de 3000 militantes, sigue siendo el territorio principal del comunismo español, seguido de lejos por la Comunidad de Madrid y Cataluña. En el otro extremo resisten Baleares y Cantabria, ambas con apenas una treintena de militantes en toda la región.
