La construcción del nuevo sujeto neoliberal es una maquinaria constante y formidable del capitalismo que cambia los mecanismos de coacción de siglos pasados sobre la clase trabajadora, por mecanismos de seducción. Nos incita a desear ser parte del sistema.
Diferentes técnicas, como el coaching, el mindfulness, el pensamiento positivo o la ciencia de la felicidad, la programación neurolingüística (PNL), el análisis transaccional y múltiples procedimientos vinculados a una escuela o un gurú, tienen como meta un mejor dominio de sí mismo, de las propias emociones, del estrés, de las relaciones con clientes o colaboradores, jefes o subordinados. El objetivo de todas ellas es un refuerzo del yo, su mejor adaptación a la realidad. Saberes psicológicos, con un léxico especial, autores de referencia, métodos particulares, modos de argumentación de aspecto empírico y racional. Se presentan como técnicas pragmáticas de transformación de las personas orientadas a resultados, empezando por el trabajo de auto-persuasión, en virtud del cual cada uno debe creer que los recursos necesarios para evolucionar se encuentran en él mismo. La fuente de la eficacia está en el interior de uno mismo. Los problemas, las dificultades, se convierten de este modo en una auto-exigencia, pero también en una auto-culpabilización, ya que somos los únicos responsables de lo que nos sucede. De hecho, las “crisis” se convierten en auténticas oportunidades de demostrar su valía personal y su capacidad de recuperación.
Estamos ante la revolución de una nueva moral que da así consistencia teórica a la antropología del sujeto neoliberal que está produciendo mutaciones subjetivas de masas. Ya no se trata de ejercer el poder mediante la coacción sobre los cuerpos, los pensamientos y los comportamientos, sino que debe acompañarse del deseo individual. Se trata de que cada persona se involucre y participe activamente en lo que Han (2012) llama la “explotación de sí mismo”. Lo cual supone que el cálculo individual penetre en la lógica del sentido común, en la definición del modelo vital de actuar, incluso en el diseño del futuro posible que cada persona imagina.
Esta nueva moral proclamada por la doctrina neoliberal establece la «obligación de elegir» como la única «regla lógica del juego» de la vida regido por las reglas del mercado. De esta forma cada persona asume la necesidad de hacer un cálculo de interés individual, si quiere aumentar su capital personal en un universo donde la acumulación parece la ley generalizada de la existencia y de la posible empleabilidad y supervivencia. Esta lógica es el horizonte de las estrategias neoliberales de promoción de la “libertad de elegir”.
La libertad de elección, que realmente esconde una selección en función del interés personal, es un tema fundamental de las nuevas formas de conducta de este sujeto neoliberal. Elegir entre las ofertas alternativas la más ventajosa y maximizar el interés propio, es uno de los principios básicos. No se trata, por ejemplo, de exigir que todas las personas tengan acceso a los mejores centros educativos, sino de seleccionar el mejor posible para “los míos”, que les de las mejores posibilidades de competir con los otros y conseguir las mejores ventajas.
El Estado ha de reforzar la competencia en los mercados existentes y crear la competencia allí donde todavía no existe, financiando opciones privadas de centros educativos, hospitales, sistemas de pensiones y ampliando la posibilidad de “libre elección”. Es decir, se trata de sopesar entre diversas posibilidades y elegir la mejor oportunidad. La polis neoliberal se construye así siguiendo el modelo del “global shopping center” donde el Estado contribuye a crear ese modelo de mercado.
Se introducen así instrumentos de gestión y management, propios de las empresas privadas, en los espacios públicos individualizando los objetivos y las recompensas. Convierten a las familias en “consumidoras” que buscan maximizar sus oportunidades, introducen la competencia entre los servicios públicos con el fin de que compitan por alcanzar un alto puesto en los rankings, generan una gestión por rendimientos y objetivos, llevando incluso a los profesionales a competir entre ellos. La competencia se convierte así en una forma de interiorización de las exigencias de rentabilidad a la vez que se introduce una presión disciplinaria en la intensificación del trabajo, el acortamiento de los plazos, la individualización de los salarios, reduciendo todas las formas colectivas de solidaridad en las comunidades.
Esta estrategia disciplinaria se acompaña de la expansión de toda una “tecnología evaluativa”, entendida como medida del rendimiento y eficacia. Dado que cuanto más “libre” se es de elegir en el mercado, más se necesita conocer la “calidad” de los productos que nos ofrecen, para elegir con eficacia a fin de aumentar nuestras ganancias individuales y competir con más probabilidades de éxito en la jungla de la competencia de todos contra todos. El rendimiento de cuentas, la accountability, una forma de evaluación basada en los resultados medibles, se ha convertido en el principal medio para orientar los comportamientos, incitando al “rendimiento” individual.
Esto se ha traducido en educación al modelo de “libre elección” de centro educativo. Compitiendo todos contra todos para seleccionar aquel que más ventajas competitivas nos ofrezca en el mercado educativo para asegurar el rechazo a la mezcla social y la elección de las adecuadas compañías que ofrezcan más ventajas competitivas en el futuro laboral y social al que aspiramos. La nueva educación concertada «a la madrileña» que la Ley Maestra de Ayuso quiere blindar es el claro reflejo de esta nueva moral del capitalismo que te impele a elegir en función del interés individual quebrando todos los mecanismos de solidaridad social. Es la moral darwinista donde solo sobreviven los que se apropian con más rapidez, contundencia, violencia y agresividad de lo común.
Más sobre este tema en el libro: La Polis Secuestrada (Editorial Trea, 2019).