Israel trató de impedir la libre circulación de los y las palestinas dentro de la Ciudad Vieja de Jerusalén durante las celebraciones del Ramadán y la Semana Santa ortodoxa

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En Jerusalén, o Al-Quds, se están viviendo en los últimos días momentos de tensión y manifestaciones populares palestinas, no exentas de motivos, que están siendo fuertemente reprimidas por las fuerzas de ocupación.

El hecho desencadenante a estas manifestaciones ha sido el intento de cierre de la Puerta de Damasco por parte de la potencia ocupante, para tratar de limitar la libre circulación a través del único acceso que tienen los y las palestinas a la Ciudad Vieja de Jerusalén. Afortunadamente, los jerosolimitanos han logrado eliminar las barreras que la ocupación ha colocado en la mencionada Puerta de Damasco.

Se da la circunstancia de que este hecho ha tenido lugar durante la celebración del Ramadán y la Semana Santa ortodoxa, que este año han coincidido en el tiempo. Dentro de la Ciudad Vieja se encuentran los más importantes templos históricos y religiosos cristianos y musulmanes, como la Mezquita de Al Aqsa o la Iglesia del Santo Sepulcro. Sin ir más lejos, el sábado 1 de mayo, soldados y agentes de la ocupación israelí atacaron a decenas de cristianos, incluidos monjes, que intentaban llegar a la Iglesia del Santo Sepulcro para celebrar el «Sábado de la Luz», que es la fiesta religiosa que antecede el Domingo de Resurrección según el calendario ortodoxo oriental. Y la propia Mezquita de Al Aqsa, lugar sagrado para los musulmanes, ha sido testigo de una semana de ofensivas y ataques israelíes, en pleno Ramadán.

Lo cierto es que los jerosolimitanos viven en un ambiente de tensión continua. Jerusalén Este, donde se incluye la Ciudad Vieja, fue anexionada por Israel, aunque dicha anexión no ha sido reconocida por ningún país del mundo y fue declarada una violación del derecho internacional según la Resolución 478 de las Naciones Unidas. Desde que se produjera esta anexión ilegal, la ocupación ha puesto en práctica una política sistemática de judaización y discriminación racial en este sector de la ciudad. No en vano, recientemente la organización Human Rigths Watch ha recogido en un informe de 213 páginas una larga lista de violaciones y acusaciones basadas en la confiscación generalizada de tierras y patrimonios, la denegación de los derechos de residencia o la suspensión de derechos civiles, entre otros.

Una muestra muy significativa del infierno que viven los y las palestinas en Jerusalén, es el caso del barrio Sheikh Jarrah, al norte de la Ciudad Vieja. La predilección de los sionistas por la ubicación estratégica de Sheikh Jarrah no ha cesado desde 1948. Desde que la parte oriental de Jerusalén fue ocupada en 1967, el barrio está rodeado de puestos de avanzada coloniales (esto es, estructuras informales instaladas por colonos como anticipo de una colonia), colonias y cuarteles de la policía de fronteras, todo lo cual ha roto los centenarios vínculos sociales y económicos con las comunidades palestinas vecinas. La visión sionista de una ciudad completamente limpia étnicamente de su población árabe autóctona es alimentada por organizaciones de colonos −respaldadas por multimillonarios y apoyadas por el gobierno− que actúan con total arrogancia e impunidad.

Los 500 jerosolimitanos que viven en las 28 viviendas del barrio de Sheikh Jarrah están amenazados por los colonos, tras años de connivencia de éstos con los tribunales israelíes; éstos, recientemente, emitieron una sentencia de desalojo contra 7 familias, a pesar de que los vecinos del barrio son los verdaderos y legales propietarios de la tierra.

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