Asignatura pendiente en la escuela: la memoria democrática republicana y antifascista

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El presente artículo forma parte del especial que lanza El Común en conmemoración del 90 aniversario de la proclamación de la II República Española, proyecto referente de la izquierda transformadora de este país, que sigue aspirando a un régimen de democracia plena casi un siglo después de aquella experiencia.

Leía el otro día en Twitter cómo un profesor explicaba que su alumnado ha normalizado el fascismo: chavales a los que doy clase realizan el saludo fascista, cantan entre risas el ‘Cara al sol’ y llaman feminazis a las feministas o ‘El Coletas’ a Pablo Iglesias porque “lo escuchamos en la tele, profe”; y advertía al final del tuit: “Los medios están alimentando una bestia que nos estallará a todos”. El tuit se hizo viral y fue muy comentado en las redes sociales.

Este mensaje es el síntoma de una grave enfermedad, un cáncer que se está extendiendo en el sistema democrático actual. La enfermedad es antigua: el franquismo sociológico. Pervivía larvado y aletargado, sobre todo en el seno del tradicional grupo político conservador español, el Partido Popular, heredero de los dirigentes del fascismo franquista. Pero ha eclosionado estallando en una facción disidente y claramente ultraderechista, arrogante y desafiante, que reivindica abiertamente los ‘principios’ y ‘valores’ de la dictadura.

Lo preocupante no es solo la incapacidad de los demás grupos políticos para establecer un cordón sanitario ante el fascismo, como ha pasado en otros países; o el blanqueamiento del fascismo de los medios de comunicación con mayor poder y difusión. Es preocupante igualmente la campaña mediática trumpiana del fascismo que está no solo estableciendo la agenda de los propios medios de comunicación generalista, sino que está difundiendo, a través de miles de bots en las redes sociales, mentiras, bulos y fake news que alientan el odio, el racismo y la xenofobia, el machismo, el terraplanismo o la incitación a la violencia y el terrorismo contra el diferente, sin que los negocios privados que controlan las redes sociales les pongan freno. Este es una de las consecuencias de que la soberanía digital, un bien común esencial en pleno siglo XXI, esté en manos privadas.

Estas campañas mediáticas están penetrando y “enganchando” emocionalmente a jóvenes estudiantes, que a veces ni siquiera saben el significado de fascismo, como confiesa el profesor del tuit. El otro día, en un Instituto de la provincia de León, me encontraba con alumnos de secundaria que, sin siquiera tener edad para votar, aseguraban de forma desafiante y con orgullo, en voz alta y sin ningún complejo, ser votantes de VOX. En una zona tradicionalmente minera y roja, una de las que más luchas sindicales y sociales ha protagonizado por la defensa de los derechos laborales y sociales de la clase trabajadora.

Por eso es imprescindible, crucial y urgente que la escuela pública haga sus deberes y recupere la asignatura pendiente de la memoria democrática republicana y antifascista. No se puede ser demócrata sin ser antifascista. No se puede educar en la admisión, la permisividad o el blanqueamiento del fascismo. Es un cáncer que debemos erradicar desde la infancia. Porque sus raíces y tentáculos penetran sobre todo en los aspectos emocionales e irracionales, que generan un clima asfixiante y tóxico, difícil de combatir cuando han producido metástasis.

Es necesario recordar que el estudio de la Historia en la escuela es el único momento de las vidas de buena parte de la población en que tienen contacto directo con la historia académica. Los libros de texto contribuyen a construir la memoria colectiva de las futuras generaciones, la comprensión sobre el pasado, el presente y el futuro. Por eso es crucial introducir la comprensión y el análisis de la memoria histórica democrática republicana y antifascista en la educación desde el inicio de la escolaridad.

Las actuales generaciones hemos sido “educados” desde una visión donde aún aparece reiteradamente la concepción de que “todos fuimos culpables”, de una forma u otra, de la barbarie que sufrió España con el golpe de estado fascista y la guerra incivil. Es la denominada teoría de la equidistancia, en la que se plantea que hubo un enfrentamiento entre dos bandos, una lucha fratricida entre hermanos, que marca con el signo de la “culpabilidad” por igual a las dos partes enfrentadas. Aunque como bien dicen las y los historiadores una democracia nunca es culpable de un golpe de estado y un gobierno democrático nunca es un bando. Esta teoría viene ya del “segundo franquismo”, cuando el relato de la cruzada deja de ser creíble y desde las filas del propio régimen empieza a hablarse, aunque con muchos matices, de “guerra entre españoles”, o bien con otras expresiones parecidas, utilizando términos similares.

Esta interpretación basada en la supuesta equidistancia, en el reparto de responsabilidad entre los bandos, en que fue una guerra fratricida en la que todos hicieron barbaridades, ha alentado la pervivencia de ese franquismo sociológico en la sociedad española, que ahora utiliza VOX para restaurar la imaginería, la terminología, los postulados, el odio y la violencia del fascismo.

Por eso, recuperar la memoria de las víctimas de la represión franquista como base de la ciudadanía democrática es un deber del Estado y de las Administraciones. Sin incorporar la memoria histórica de la represión y la lucha antifranquista en el currículo escolar y en los libros de texto, no podrá haber verdad, justicia ni reparación posible. El olvido, minimización o relegación de la memoria histórica en la escuela ha supuesto que las generaciones que han llegado todos estos años a su etapa adulta carezcan de una formación sólida sobre lo que supuso la dictadura franquista y la lucha antifranquista que se mantuvo frente a ella. Parece como si hubiera una estrategia intencionada para evitar profundizar en nuestro pasado, que facilita la manipulación mediática y política, con la vigencia de una mitología llena de lugares comunes como «reabrir viejas heridas», «revancha», «rencor», etc. Todo ello está generando el efecto que parece que se pretendía: insensibilidad, cierto hartazgo y falta de compromiso político por recuperar, dignificar y hacer justicia a esa memoria ocultada, pese a las reiteradas advertencias de los más altos organismos internacionales sobre derechos humanos. Por eso probablemente nuestros estudiantes y la sociedad adulta educada en esta “historia” sabe más del nazismo que del fascismo patrio.

Si alguien se propuso enseñar rigurosa y sistemáticamente la historia española reciente, ha fracasado estrepitosamente. A menos -y esto es más que probable- que haya habido una estrategia intencionada para evitar profundizar en nuestro pasado, en cuyo caso la ignorancia generalizada resultante habría sido un éxito. Las víctimas de la dictadura y del fascismo sufren así una doble violencia: la de sus verdugos y la de borrarlos de la memoria colectiva.

No podemos seguir consintiendo la anomalía europea de una derecha, heredera del franquismo y de la dictadura, que permea todos las instituciones y poderes del Estado (desde el económico al mediático, pasando por el judicial o el militar) y que ahora se “ha echado al monte” y se revuelve ante la pérdida de cualquier mínimo privilegio detentado desde la dictadura, con una reacción tan virulenta y desproporcionada, que roza el golpismo y la incitación al fusilamiento de esa población que no comulga ideológicamente con su ideología (véase la punta del iceberg de este fascismo en los escritos de militares que exigían fusilar a 26 millones de “hijos de puta”).

La escuela, por donde pasamos todos y todas un largo período de nuestras vidas, es responsable de la formación de las futuras generaciones. Debemos prevenir el disparate del fascismo y educar a las siguientes generaciones en una alternativa que erradique el fascismo. El primer paso es claro: asignatura obligatoria y evaluable, impartida por el profesorado, con contenidos de derechos humanos y sociales, memoria histórica democrática, libertad afectivo-sexual, antirracismo y antifascismo, como en Suecia, Alemania o Reino Unido, donde son asignaturas obligatorias desde hace casi 50 años y las familias que se oponen a que sus hijos e hijas reciban educación sexual pueden acabar en la cárcel o ser sancionados con multas de hasta 5.000 euros.

Hay que educar en el antifascismo, en la diversidad, en la igualdad, en la inclusión, en la justicia social y los derechos humanos. Sin concesiones ni medias tintas. Repito: No se puede ser demócrata sin ser antifascista.

Más sobre este tema en el libro: La Asignatura Pendiente (Editorial Plaza y Valdés, 2020).

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Enrique Díez Gutiérrez
Enrique Javier Díez Gutiérrez. Profesor de Pedagogía en la Facultad de Educación de la Universidad de León. Doctor en Ciencias de la Educación. Licenciado en Filosofía. Diplomado en Trabajo Social y Educación Social. Ha trabajado también como educador social, como maestro de primaria, como profesor de secundaria, como orientador en institutos y como responsable de atención a la diversidad en la administración educativa. Especialista en organización educativa, desarrolla su labor docente e investigadora en el campo de la educación intercultural, el género y la política educativa. Entre sus publicaciones se encuentran: Pedagogía Antifascista (2022), La historia silenciada (Plaza y Valdés, 2022), Educación crítica e inclusiva para una sociedad poscapitalista (Octaedro, 2021), La asignatura pendiente (Plaza y Valdés, 2020), La educación en venta (Octaedro, 2020), Educación para el bien común (Octaedro, 2020), La revuelta educativa neocon (Trea, 2019), Neoliberalismo educativo (Octaedro, 2018), La polis secuestrada: Propuestas para una ciudad educadora (Trea, 2018), La educación que necesitamos con Alberto Garzón (Akal, 2016), Qué hacemos con la Universidad con Adoración Guamán y Josep Ferrer (Akal, 2014), Desvelando la historia. Fuentes históricas coloniales y postcoloniales en clave de género con Mary Nash (Comares, 2013), Educación pública: de tod@s para tod@s. Las claves de la “marea verde” (Bomarzo, 2013), Qué hacemos con la educación con Agustín Moreno (Akal, 2012), Educación Intercultural: Manual de Grado (Aljibe, 2012), “Decrecimiento y educación” con Carlos Taibo en Decrecimientos (Catarata, 2011), La Memoria Histórica en los libros de texto (2012), Globalización y Educación Crítica publicado en Colombia (Desde Abajo, 2009), Unidades Didácticas para la Recuperación de la Memoria Histórica (Ministerio Interior, 2009), Globalización neoliberal y sus repercusiones en la educación (El Roure, 2007), La diferencia sexual en el análisis de los videojuegos (CIDE, 2004), Investigación desde la práctica: Guía didáctica para el análisis de los videojuegos. (CIDE/Instituto de la Mujer, 2004).

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