La dirección de Izquierda unida cierra su congreso de manera atípica por los tiempos que vivimos pero también por los datos nada halagüeños de su músculo organizativo, debilitado como nunca en una organización que siempre fue referente de justamente lo contrario. Los 18.036 militantes en el censo que reconoce la Unidad de Afiliación y Recaudación contrastan con los más de 22.000 afiliados que se reconocían a la prensa en 2016. Un dato demoledor de sangría de militancia que no se recuerdan en IU y que los militantes más veteranos sólo podrían comparar con la debacle de la crisis carrillista en los años ochenta.
Pero IU no sólo tiene menos militantes, sino que de los que quedan, muchos parecen haber perdido interés en los asuntos del partido. Así, aunque la nota de prensa triunfante que ha llegado a los medios anunciaba que Alberto Garzón ha sido reelegido como líder de IU tras lograr el 76,26% del apoyo e la militancia, la realidad es que sólo han participado en la elección el 41,40% del censo, a pesar de que en este cónclave se ha podido votar la candidatura presencialmente y a través de internet.
El Informe de Gestión que avala el trabajo del Ministro de Consumo tiene todavía peor lectura, pues en este caso se abrió la participación a simpatizantes registrados, con lo que el censo aumentó aunque apenas el 20% del mismo decidió ejercer su derecho a voto, en unas cifras similares a las que obtuvo la votación del documento político. Los estatutos federales, que sólo pudo votar la militancia al corriente de pago fueron votados por el 34,95% del censo.
A pesar de esta situación, el reelegido coordinador general ha tenido un guiño con la militancia advirtiendo en su discurso que «No podemos olvidar nunca por qué militamos en IU. Cuando vienen momentos duros, hay que recordar los valores y principios que nos llevaron a afiliarnos. Estamos en el proyecto político correcto»
