Lola Sánchez Caldentey: «En Podemos son las relaciones personales las que marcan todo»

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Como Martí, conoció el monstruo por haber vivido en sus entrañas. ¡Y de qué manera!, pues formó parte de la primera promoción de cargos públicos de Podemos siendo elegida eurodiputada junto al propio Pablo Iglesias y otras caras que pasarían a formar el primer grupo de dirección del partido. Era la primera etapa de Podemos, aquella que sorprendió a todos. La de los tiempos del ¡Sí se puede!, de señalar a lo que ellos llamaban casta y de los gestos para demostrar que ellos eran de otra manera, y que iban a cambiar España sin dejar de ser gente corriente que cobrarían un máximo de tres veces el SMI. Lejos queda todo aquello hoy. Y es que muchos de los que comenzaron el proyecto ya no están, y los que quedan disfrutan del fin de ese tope salarial mientras las encuestas siguen bajando, aunque eso sí, por primera vez se ocupan cargos ministeriales en un gobierno del PSOE.

Lola Sánchez Caldentey (Valencia, 1978) atiende a El Común para hablarnos de todo ello, y del presente y futuro de la izquierda y el feminismo, en un momento especialmente delicado por las amenazas que para su supervivencia tienen los caballos de Troya que cuestionan las bases materiales de la opresión.

Háblenos de sus orígenes como activista, ¿Qué representó para usted el 15 M?

Cuando estalló el 15M yo tenía más de treinta años, es decir, llevaba una década en el mundo laboral viendo cómo se degeneraba. Nada más acabar la carrera preparé oposiciones, y mi primer empleo, en el que estuve muy pocos años, fue como Profesora Técnica de Servicios a la Comunidad, en varios institutos de secundaria de la Región de Murcia. Eran los años 2004-2008, en pleno boom inmobiliario y justo antes de la crisis, y una de mis tareas, ésta en concreto titánica, era que los chavales no abandonaran la educación para irse a la obra. En mi despacho, los padres y madres de estos chavales, me decían que su hijo iba a cobrar más que yo y sin necesidad de estar años estudiando y opositando. Este argumento se repetía una y otra vez mientras la sangría de estudiantes en los centros se hacía visible. A veces, ex-alumnos que habían cambiado los libros por los ladrillos venían con sus motos y sus coches tuneados a la puerta de los institutos a exponer su poderío. Lo que yo les pudiera decir (esto no va a durar siempre, si viene una crisis te quedas sin nada, no tendrás ni la ESO, de trabajar te vas a aburrir en la vida, no tengas tanta prisa, te queda muy poco para terminar, te ayudaremos…) era puro humo al lado de la realidad material que veían en sus amigos motorizados y vestidos con marcas. Cuando todo esto caiga, pensaba yo, el golpe que se va a dar este país va a ser de órdago.

Por razones que no vienen al caso, dejé mi puesto como interina, así que la crisis de 2008 me pilló de lleno entre Islandia y España. En pocos meses muchas de tus expectativas se rompen y te tienes que adaptar a un mundo laboral que es una selva. Trabajas, te haces cada vez más pobre. Emigras, trabajas, sigues siendo pobre. Vuelves, te endeudas, emprendes, sigues siendo pobre. Emigras, trabajas, te quitan la sanidad y te roban el voto. Vuelves, no te operan porque hay años de espera, votas, trabajas, sigues siendo pobre. Cada vez peores empleos, y a cada empleo, más bajas expectativas vitales.

Creía que esta ruleta infinita la había construido yo con mis decisiones hasta que en 2011 de forma súbita te das cuenta de que no eres tú sola, sino que hay cientos de miles de personas, jóvenes y no tan jóvenes que estamos subidos en la misma ruleta. Es el sistema, y sí, ya lo sabíamos, pero no es lo mismo hablarlo con tus amigos cuando arreglas el mundo que verlo encarnado en todas las plazas de este país, de donde nacían lemas, análisis y formas de organizarse que me representaban al cien por cien.

Pero también tenía claro que aquella potencia, si no se convertía en la revolución total, y pronto se vio que no, entonces necesitaría de una acción política para que esas demandas se materializaran.

Usted formó parte de la construcción de Podemos, ¿Qué queda de aquel proyecto?

Yo participé en la construcción de Podemos en el nivel local. Ante el llamamiento en enero de 2014 no podía quedarme en casa, para mí por fin había llegado el momento de pasar a la acción, era la hora de hacer política con el potencial y las bases argumentativas del 15M. En mi mente configuré a Podemos como una herramienta para hacer una ‘revolución lenta’, pero revolución. Nunca un partido, con estructura de partido y dinámicas de partido, me hubiera levantado del sofá. Así que lo hicieron bien, mostraron una cara quincemayista que nos emocionó a muchísima gente y nos hizo levantar Podemos en todos los barrios y pueblos.

De aquel proyecto quedan muy pocas personas y cada vez menos. Por el camino se fue la participación, los círculos, la autoorganización, la transparencia, el respeto entre compañeros, la honestidad y sobre todo la coherencia. Y no digo el feminismo, porque nunca hubo una actitud proactiva para introducirlo más allá de algunas soflamas. Pero los valores que despertó en la gente fue para mi lo más importante. Convocábamos asambleas, y el ambiente de respeto y compañerismo que se respiraba en ellas, entre personas tan diferentes y desconocidas, no lo he vuelto a ver desde el primer Vistalegre.

Creo que muchas personas, ilusas como yo en aquel momento, interpretamos el primer Vistalegre como el momento para traducir esa inteligencia colectiva que se respiraba en las asambleas en potencial político y organizativo. En una posibilidad excepcional para innovar e inventar otros modelos de participación. Recuerdo cuando Echenique, me invitó a colaborar en el borrador organizativo que estaba elaborando, ya en Bruselas. Le dije que éramos muchas y que no teníamos que estar en todo los mismos de siempre, y que yo prefería que las cosas vinieran de los círculos, nosotros ya teníamos suficiente tarea por delante, llevar nuestras ideas y programa a la escala comunitaria. Tiene buena memoria y seguro que se acuerda. Así de enorme era mi ingenuidad en aquellos momentos y aunque apenas participé en su elaboración, finalmente me decidí por apoyar el proyecto de Sumando Podemos, porque realmente me parecía un modelo más horizontal, porque representaba mejor el Podemos que yo he defendido que el verticalismo que proponían Errejón e Iglesias. Yo no percibí Vistalegre I como una guerra, aunque lo que vino luego se pareció mucho a una posguerra. En los pasillos de Bruselas se instaló un ambiente tóxico de vencedores y vencidos. Iglesias, y la que ya era la nueva cúpula de Podemos como partido, dejó de relacionarse con varias de nosotras en Bruselas, con el desgaste anímico que ello conlleva. Sin apenas darme cuenta, me había convertido en una enemiga interna, una especie de traidora, por haber expresado una opinión distinta a la de Iglesias y compañía, en una asamblea cuyo objetivo era precisamente ese, expresar qué Podemos queríamos.

Al ser electos miembros del Parlamento Europeo, la mayoría de sus compañeros abandonaron sus cargos para tomar posesión de cargos orgánicos en el partido y usted no, ¿Por qué?

Consideré que estar a los mandos de un escaño europeo ya era bastante trabajo y responsabilidad, y que en Podemos había gente de sobra para ocupar puestos orgánicos, o para presentarse en elecciones autonómicas, estatales, De hecho, dimití del equipo técnico que Iglesias articuló para preparar Vistalegre I, pues veía que no podía ni debía estar en los dos sitios a la vez si quería tomarme en serio el trabajo para el que me habían votado. Este es un principio ético del trabajo como representante púbico que debería ser promovido en los partidos de izquierda, no de forma estricta, pero creo que cuando los votantes te prestan un escaño, éste debe convertirse en tu prioridad y exprimir sus capacidades, que son muchas. Estar en todos lados, en la primera líena en todos los frentes, me parece una falta absoluta de confianza en las capacidades de los demas, y sobre todo en la inteligencia colectiva, en las ideas y en un proyecto común. Y en Podemos eso ha sido demasiado frecuente: en lugar de dispersar y repartir el poder entre todos, lo concentras en unos pocos, y así no levantas un partido, lo que te sale es un club de amigos y leales.

¿Qué destacaría de su trabajo como parlamentaria?

Siempre lo diré con orgullo, conseguí reunir junto a mí a un equipo de personas excepcionalmente comprometidas con la capacidad y la potencia que tiene un escaño en el Parlamento Europeo, es decir, mi equipo era consciente de que teníamos entre manos un Ferrari legislativo y que teníamos que ponerlo a toda potencia. Cuando entramos y empezamos a trabajar creíamos que sería casi imposible influir en las políticas ¿qué se puede hacer desde un sólo escaño entre 750? Crees que poca cosa, pero pasan los meses y te das cuenta de que los mismos nombres se repiten, es decir, que en realidad son una minoría de diputados y diputadas los que curran, quienes encienden mechas, quienes introducen temas clave e influyen en la agenda legislativa del Parlamento. Y para esto el equipo tiene que trabajar y estudiar mucho, y echarle muchas horas a pensar estrategias y tejer alianzas y redes. Estoy orgullosa porque entre todos aprendimos a ‘domesticar’ a la bestia, y como ejemplo, la aprobación del Informe sobre la Industria Textil Global y los Derechos Humanos que fue apoyado por más del 85% del pleno, incluidos liberales y el partido popular europeo, apoyando además un texto que despreciaban y rechazaban, pero nuestra estrategia les obligó, de modo que nuestro informe pasó a ser parte del acervo comunitario europeo y en algún momento deberá ser traducido en ley europea, pues es un mandato del Parlamento Europeo. Mi nombre está ahí pero no debería aparecer sólo el mío, fue un éxito de un gran equipo muy cohesionado y comprometido.

Es una pena que nadie de mi equipo fuera conservado por Podemos para las futuras delegaciones, y una muestra del desprecio por los trabajadores y por los compañeros. Dejaron marchar a auténticas máquinas, compañeros que controlaban el Parlamento Europeo a la perfección tras un aprendizaje exprés y bajo la presión de ponernos a trabajar en favor de los de abajo. Teníamos que demostrar que gente normal y corriente, sin pasado ni padrinos políticos podía ser tan eficaz como la casta de siempre. Lo conseguimos de sobra, ahí están los dos premios a Eurodiputada más justa y otro por nuestra labor en favor de las mujeres en el mundo. No fui a ganar premios que no sabía ni que existían, pero es reconfortante que alguien reconozca tu trabajo.

La lucha contra el TTIP fue parte esencial de su trabajo en Bruselas, ¿Qué sacamos de aquella batalla?

De aquella batalla podemos aprender algo fundamental, y que fue la base de toda nuestra campaña: si se pone luz sobre legislaciones perversas y que perjudican a la mayoría, caerá. La oscuridad es amiga de las tiranías, y en el Parlamento Europeo se juega con la lejanía y la aparente amplitud de sus legislaciones para no poner el foco en las consecuencias de lo que allí se aprueba cada mes. La producción legislativa es ingente, es absolutamente imposible seguir todas y cada una de las propuestas que se llevan a votación, y en esa maraña de temas y alcances, se cuelan auténticos monstruos que pasan desapercibidos. Si con el TTIP no ocurrió eso, fue gracias a los movimientos sociales. Antes de las elecciones europeas ya había leído sobre este tratado comercial en las webs de ecologistas y de defensores de DDHH, así que cuando llegué al Parlamento ya tenía una misión clara y decidida: compartir con ellos toda la información a la que yo tenía acceso como diputada. Estuve filtrando contenidos tanto de los textos que salían de las negociaciones como de reuniones cerradas, sintiéndome como una espía a plena luz del día. Me recorrí media España y parte de Europa contando lo que leía en aquella sala blindada y vigilada. Nunca me dijeron nada, así que cada vez me cortaba menos al hablar. Una vez habíamos traducido y analizado las consecuencias de cada capítulo, lo cantábamos a los cuatro vientos, y creo que eso ayudó a los movimientos sociales que fueron quienes movilizaron, e hicieron tanto ruido que al final el TTIP cayó por su propio peso. Era una vergüenza que las negociaciones avanzaran sabiendo ya lo que se sabía y con manifestaciones multitudinarias en media Europa. El TTIP era un vampiro. Pero volverá, esta vez en pequeñas píldoras y poco a poco, para que sean fáciles de tragar.

Hace poco tuvo usted un enfrentamiento con Monedero en redes, ¿Qué papel juega Juan Carlos Monedero en Podemos?

En Podemos todo funciona de manera informal. Es decir, son las relaciones personales las que marcan todo. Monedero puede no tener ningún cargo en Podemos, ni público ni orgánico, pero eso es irrelevante a la hora de ser más o menos influyente en la organización, en el discurso, en la comunicación. El grado de cercanía a Iglesias marca el grado de influencia de cada miembro en Podemos, y creo que no desvelo nada nuevo diciendo esto, es evidente.

Aún así, el caso de Monedero es insólito. Nadie niega que sea de Podemos y por eso se permite hablar en su nombre; pero como a la vez no es de Podemos, la militancia no puede ejercer ningún control sobre él ni sobre el papel que ejerce como portavoz. Es una jugada redonda: está en primera línea pero fuera de la fiscalización de la militancia. Está ahí, nunca deja de estarlo, y es totalmente libre e infiscalizable. Es un papel muy cómodo, sin límites, muy patriarcal, es un pater familias.

Se ha destacado en su crítica a la llamada Ley Trans que prepara el gobierno por imposición de Podemos, ¿Por qué?

El Feminismo es una teoría política de más de tres siglos de vida cuyo objetivo es la liberación de la mujer. Son tres siglos de análisis de la realidad y de lucha política hacia un objetivo: la erradicación de la opresión por razón de sexo, es decir, de la jerarquía sexual. Son, repito, trescientos años de activismo y producción intelectual alrededor de un eje, nuestro sexo, lo que nos hace vivir subordinadas a los hombres en todas las culturas y etapas de la humanidad, en distintos grados y expresiones pero bajo el mismo patrón.

El patriarcado, es decir, la primacía sexual del hombre sobre la mujer, se apoya y se reproduce gracias a las normas sociales que construye para cada sexo, y así cada hombre y cada mujer somos socializados bajo estas normas, que nos enseñan los comportamientos, expectativas, espacios, tareas y límites que, por nuestro sexo, tenemos dentro de la sociedad.

La llamada Ley Trans viene a darle una vuelta de 180º a la teoría feminista: el sexo biológico desaparece mágicamente como concepto real, material, de carne y hueso, y es sustituido por el género, que pasa de ser la herramienta de opresión a una elección personal o sentimiento innato que emana de algún lugar que nunca explican. Decir esto es reírse de la realidad existencial de todas las mujeres del mundo a lo largo de toda la humanidad, puesto que ninguna mujer puede ni podrá escapar de su realidad: que es un cuerpo sexuado y por tanto ocupa un lugar en la jerarquía, y el lugar de la mujer es el de la presa, en una sociedad donde los hombres son los predadores. Somos presas en este sistema social, el patriarcado, lo sabemos, así crecemos y vivimos, se nos enseña a las mujeres desde que tenemos uso de razón. Con seis años me puse pantalones cortos debajo de la falda de uniforme porque subirlas para verte las bragas era un deporte nacional para algunos niños de mi clase. Con 6 años aprendes que eres la presa en su juego sexual jerárquico, y ellos también lo aprenden porque no reciben ninguna sanción por hacerlo, interiorizando desde pequeñitos su superioridad sobre el cuerpo la mujer. Es sólo un ejemplo de lo pronto que se aprenden los roles sexuales y por tanto nuestra posición en el mundo. Esa socialización, esa forma de estar en el mundo, no es un sentimiento ni una elección, para nosotras es un ancla al cuello cuando no la propia muerte o una vida de sufrimiento. No podemos permitir que conviertan lo que las mujeres NECESITAMOS ABOLIR en un derecho de los hombres, porque eso significa grabarlo en piedra y hacerlo más rígido y opresor para las mujeres.

Convertir el sexo en algo inmaterial, inmaterializa nuestra opresión, la vacía y la desdibuja, haciendo imposible señalar quién es opresor y quién oprimido en la jerarquía sexual, la cual no cambia, sino que se refuerza, gracias al abuso de los roles y estereotipos de género. Es una goleada del patriarcado.

Es evidente que no es sólo ofensivo hacia el Feminismo y hacia todas las mujeres sin excepción, es que además es el mayor ataque que ha recibido, y tiene la finalidad de desarmarlo desde dentro. El Feminismo es hoy la única teoría política liberadora e igualitaria capaz de enfrentar teórica y políticamente al capitalismo: el Feminismo necesita de un Estado interventor y protector para equilibrar las injusticias cometidas por sexo, así que se erige como la última trinchera de lo común, es lo que todos compartimos y donde nos podemos reconocer, tanto mujeres como hombres, pues ellos también tienen un mandato de género estricto y son socialmente sancionados cuando lo trasgreden. La abolición de género es un avance necesario para toda la humanidad.

El capitalismo global intenta desdibujar, con mas o menos éxito, los ejes de opresión que le son inherentes, gracias a los cuales existe y se reproduce: la clase social, la raza o el origen, y ahora el sexo. No puede permitir que en el seno de las sociedades crezca exponencialmente el pensamiento feminista, como ha estado haciendo en las últimas décadas, de la misma forma que no puede permitir el ascenso de movimientos indígenas y colectivistas que reclaman el fin del expolio de recursos en sus territorios. La diferencia es que el sistema tiene que plantear dos estrategias distintas para cada caso: en los países donde personas como Berta Cáceres se levantan contra las multinacionales, se pueden permitir el asesinato, la coacción e intimidación, las amenazas y la represión, porque cuentan con Estados corruptos y lacayos del poder económico, además se apoyan en la falta de repercusión mediática sobre las terribles injusticias que las empresas globales cometen contra los pueblos en los países empobrecidos. En los países occidentales, que es donde más producción teórica feminista hay, el capitalismo no puede aplicar los mismos métodos, no pueden secuestrar a una ‘líder feminista’ para presionar a todo el colectivo y que abandone, por miedo, la lucha. Tampoco pueden denostar o atacar el feminismo desde fuera, pues es una teoría y una práctica descentralizada, compuesta por miles de pequeñas y medianas organizaciones autogestionadas y no siempre coordinadas entre sí, imposibles de aunar bajo un único objetivo atacable. Teóricamente es invencible, así que la única opción que les queda es desarmarlo desde dentro, hacer que se divida, que estalle, que sea imposible distinguir el Feminismo de otras cosas opuestas que dicen serlo. La gente en general no quiere, ni puede ni sabe cómo aprender teoría feminista, así que la percepción que transmiten los medios de comunicación, brazos educadores del capital, es que “las mujeres se pelean y yo no entiendo nada, ergo si las propias feministas no se aclaran, el feminismo no es una teoría sólida, luego el Feminsimo no existe”. Traducido al lenguaje queer sería algo así como ‘el Feminismo es lo que tú quieras que sea’. Y con eso ya estaría liquidado el término feminismo, pues al menos durante un tiempo, quienes quieren borrar nuestra realidad material, podrán hacer uso de este concepto, sin ninguna legitimidad pero sin una grave oposición social, pues el grueso de la sociedad tiene un concepto muy tergiversado , o nulo, de lo que es el Feminismo. En nombre de las mujeres, podrán llevar a cabo regresiones brutales en los derechos de las mujeres. El ejemplo más claro es el uso del término feminismo para defender posiciones en favor de la prostitución, del la pornografía y de la compraventa de bebés. Hacer creer a la gente que hay un modelo feminista de estas violaciones a los DDHH más básicos es como convencerla de que la esclavitud es liberadora. Que la opinión pública no tenga claro si defender estas aberraciones contra las mujeres es feminista o no, evidencia que la ofensiva es real, y a una escala global que pone los pelos de punta.

Que Podemos sea el principal impulsor de esta agenda (neoliberal) contra el Feminismo me produjo, en un inicio, estupor, pero pasan los meses, veo sus reacciones y ahora me produce un grandioso enfado, y la única y extraordinaria consecuencia positiva de todo esto es haberme encontrado con el Feminismo Radical. Éste me está permitiendo revisar todos mis conceptos políticos, familiares, personales, éticos, sociales…como si fueran piezas de un puzzle, y hacerlos encajar, por fin. Y lamento no haber tenido esta herramienta en mi paso por el Parlamento Europeo, pues mi acción política hubiera sido mucho más contundente y mejor armada. Allí pude ver cómo funciona el poder, pero con el feminismo radical llegas a comprenderlo en toda su extensión. El Feminismo es esencial para entender el mundo, para entender el poder.

Muchas personas han sufrido campañas de acoso (algunas con la participación de destacados miembros de Podemos) por oponerse a la Ley Trans, ¿Qué opinión le merece?

Es parte de la estrategia para hacer estallar el feminismo, lo lamentable es que en nuestro país la lidere quienes se dicen de izquierda y no los ultraliberales, que son quienes están detrás, con el dinero: poniendo mucho dinero con la expectativa de recoger aún más.

El otro día encontré por la red un blog muy visitado de una transactivista norteamericana que recoge un detallado manual para liquidar al Feminismo. Explica que lo más recomendable, para empezar, es la toma del poder en organizaciones feministas: hacer entrismo y dar un golpe de estado interno. Cuando entrar en ellas no es factible o no sale bien, se recomienda ahogarlas financieramente mediante presiones a políticos, instituciones y organizaciones terceras, hasta que éstas repudien y dejen sin recursos públicos a las organizaciones de mujeres. Esto último, (cuando se descarta el entrismo y se apuesta por liquidarlas desde fuera), tiene que ir acompañado de acciones directas a las que anima fervientemente: escraches en todos los actos con feministas, señalamientos y acoso en los lugares de trabajo de las feministas, campañas públicas de despretigio en redes y en medios, y si la financiación lo permite, demandas en los tribunales por difusión de odio. Todo ello tiene un objetivo que no se corta en explicar: silenciar a las feministas, mujeres críticas de género, expulsándolas de todos los espacios donde pueda tener voz. Nos suena a todas, ¿verdad?. El blog dice literlamente: ‘las TERF no tienen derecho a tener un trabajo ni una vida social apacible, y nosotros tenemos la obligación de hacérselo saber’.

Este mensaje ya ha calado hondo en redes y especialmente en los más jóvenes, estamos viendo cómo en países como el Reino Unido, donde tienen la ley aprobada, diputadas, profesoras de universidad y activistas tienen que ir con guardaespaldas ante las amenazas reales contra su integridad por ser críticas con la ley y alertar sobre los efectos que está teniendo en el resto del acervo legislativo británico. Es estas semanas han estado debatiendo la reforma de la ley sobre bajas maternales, y aunque parezca un chiste, el corazón del debate ha sido si la nueva ley debía contener la palabra mujer y la palabra madre. La indignación de las mujeres británicas ha sido y es monumental, como no puede ser de otro modo, pero con la ley trans aprobada, el propio poder legislativo se veía invitado a no caer en delito de trasfobia por el uso de esas palabras. Finalmente, la Cámara de los Lores ha sido la que ha puesto cordura, oponiéndose a llamar a las mujeres ‘cuerpos gestantes’ o ‘personas embarazadas’. Una pequeña batalla ganada por los pelos. Pero, ¿nadie se da cuenta del lugar en el que nos han metido a las mujeres? ¿Es madre una palabra ofensiva? ¿Y mujer? ¿Estamos ya completamente locos?

La estrategia para borrar al Feminismo también está en marcha en España, con el ejemplo más visible de Lidia Falcón entrando en los tribunales, pero no debemos quedarnos ahí: ya se ha hecho entrismo en numerosas organizaciones de mujeres, el acoso y derribo contra feministas ya está teniendo lugar en sus ámbitos laborales y personales y no sólo en redes, y el miedo a posicionarse respecto a la ley ha entrado en las universidades. Miedo, censura, cancelación. Es evidentre que no hay nada liberador, ni mucho menos feminista, en una ideología donde decir la palabra mujer, madre, ovarios, amamantar, vulva, menstruación…es una ofensa. Pero mucha gente traga, porque le han dicho que esas palabras hacen daño a algunas personas. Se está permitiendo un lavado de cerebro global porque lleva el apellido inclusión.

El papel de Podemos en todo esto es el de mayordomo, ellos no han inventado nada, están cumpliendo órdenes de muy arriba aunque no lo vean ni lo quieran ver. Se han tragado la teoría queer porque les faltaba feminismo, y creen que es transgresor al sistema. Pero es evidente que ni siquiera la entienden, ni comprenden el alcance de esta ideología, sólo hay que ver los líos que se hacen con los conceptos y los mensajes, y cómo se contradicen constantemente. No se puede estar a favor y en contra de los estereotipos sexuales, no se puede estar a favor y en contra del género, no se puede estar a favor y en contra de la realidad biológica. Y si te pones a lesgislar con esas bases políticas vas a hacer un daño tremendo a la sociedad y especialmente a las mujeres.

El análisis de la parte en la que miembros de Podemos con cargos públicos participan del señalamiento y violencia simbólica a feministas se la voy a dejar a personas expertas en sociología del gregarismo y psicología adolescente.

Tras su paso por la política institucional, ¿Qué considera usted como retos de la izquierda actual?

En primer lugar, los que hoy se llaman partidos de izquierda han abandonado el materialismo, por lo que automáticamente han dejado de ser de izquierda. Abrazan conceptos como clase media y defienden que el consumo es el motor de la economía, todo esto desdibuja el eje fundamental de explotación y opresión del capitalismo como es el capital-trabajo, la clase social. Nos transmiten que mayoría de las personas no somos trabajadoras, sino clase media, y consumiendo ayudamos a reactivar la economía, lo que es bueno para todos. Esto último lo podemos encontrar en tweets de Podemos, y me parece que a cualquiera con un mínimo de conocimiento y conciencia política de izquierda, feminista y ecologista, esto le suena a socialdemocracia pura y dura, a acomodamiento en el sistema y a futura pérdida de más derechos por parte de la clase trabajadora y del medioambiente.

Otro aspecto de la izquierda actual es su capacidad de abstraerse de lo que ocurre a nivel global. No les veo analizar la situación social, política y sobre todo económica de nuestro país en un contexto más amplio que el marco nacional. Se habla de la UE y sus imposiciones, pero se olvidan las dinámicas y flujos globales del capital y su capacidad para modelar el mundo y también a España. No se habla de la captura corporativa mundial que hackea todas las democracias, ni del modelo comercial internacional que está multiplicando los niveles de explotación de personas y recursos, ni del poder de los grandes de internet y su capacidad para dirigir y manipular a las masas. El futuro es éste, no otro, y la izquierda no tiene respuestas ni propuestas a estos retos de la humanidad, ha dejado de ser internacionalista. Denunciar a las cloacas del Estado es necesario, pero centrar todos los esfuerzos en un sólo foco te impide ver el meteorito que se acerca.

Aún con todo, soy firme defensora de la lucha por entrar en las Instituciones. Es allí donde se hacen las leyes y, sobre todo, donde se pueden frenar leyes. El reto es que los partidos no se empartidicen, que no se conviertan en maquinarias clientelares alrededor de una élite, en un negocio en sí mismo. ¿Cómo se consigue eso? En la primera asamblea de Podemos, Vistalegre I, miles de personas le dieron al coco y a la imaginación y se presentaron modelos muy innovadores de gestión democrática, directa y transparente de un partido, y muchas nos quedamos con las ganas de ponerlos a prueba.

Para finalizar, y atendiendo a todo lo anterior, estoy convencida de que el Feminismo es la clave teórica, política y social que da respuesta a las amenazas a las que nos enfrentamos ahora mismo y en los próximos años. Y por esa razón me acabo de afiliar al Partido Feminista, porque si con alguien está en deuda no sólo la democracia española, sino el conjunto de la humanidad, es con las mujeres, y yo quiero ver a Lidia Falcón en la tribuna del Congreso cantando las cuarenta, y quiero ver a un grupo parlamentario que aborde todos los temas con auténtica perspectiva feminista y todos podamos ver dónde está hoy la izquierda: en el Feminismo, si, ese que tiene más de tres siglos.

4 COMENTARIOS

  1. Espectacular. Un análisis impecable y bien argumentado. Mi enhorabuena y ojalá el mensaje llegue a mucha gente, porque hace falta.

  2. Sinceridad, ante todo.
    El 15-M se blindó, o intentó blindarse, contra los ataques del entrismo, sabia lo goloso que sería ese movimiento asambleario para el sistema de partidos, totalmente desprestigiados estos y sumidos en la corrupción que el Poder ofrece para para no ser molestado.
    Cuando el 15-M decidió, que no iba a tener representante, ni se iba a convertir en partido politico, ni iba a presentarse a elección electoral alguna. Parecia que se estaba blindando contra el entrismo.
    Al decidir que no iba a tener representante, lider, menos aún, no formar partido politico, ni presentarse a elecciones, practicamente inutilizaba el poder su uso a favor del mismo.
    Es verdad, que desde muchas partes sociales, estamentos, partidos y demás, propagaban que el 15-M deberia presentarse a las elecciones.
    Podemos es un proyecto que viene de las Cumbres Europeas de los partidos de Izquierda, ante la caida de los partidos de izquierda a nivel mundial, muy debatido este hecho en sudamerica sobre todo, donde mas se atreven a la crítica.

  3. Lidia Falcón es tan feminista que hace actos junto a Hazte Oír. Aquí ha quedado retratada Lola Caldentey y cómo defiende el feminismo.

    • Después de haber leído (supongo) la entrevista, descalificar a Lola Caldentey porque Lidia Falcón participó en un debate donde estaba «Hazte Oír» es todo lo que tienes que decir? Pobre Jonathan, que perdido estás.

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