Los favoritos de Midas, la serie que superó al relato

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Cuando una película o una serie se basa en una novela o una saga de novelas, cuentos, e incluso relatos, es muy difícil que llegue a equipararse en calidad. Puede ser, entre otras cosas, que el hecho de hacer volar la imaginación del lector, hace que cuando llega a la pantalla, han tenido que prescindir de algunas cosas (por extensión), o simplemente no cumple las expectativas. Normalmente se quedan cortos, como la aberrante La reina de los condenados, de Michael Rymer, que no hay por dónde cogerla. Por otro lado, existen trabajos admirablemente logrados, como El Señor de los Anillos de Peter Jackson, que si bien no puede acaparar el universo completo de Tolkien (entre otras cosas, por ser muy dilatado), crea una trilogía de películas que se acercan a la épica de las novelas de forma brillante. De hecho, tengo que decir que estas películas han envejecido sorprendentemente bien. Y la rara avis son las que superan a las obras literarias y en este caso creo que es así con Los favoritos de Midas.

Serie de tipo thriller, creada por el formidable director y guionista Mateo Gil, basada en un relato de Jack London (publicado en 1901), para la plataforma Netflix, estrenada noviembre de 2020. Está compuesta de seis episodios de unos 55 minutos de duración y es (aparentemente) auto conclusiva, aunque el final nos lo deja un poco abierto, sin entrar en spoiler.

La serie, al igual que el relato, nos plantea un dilema moral en torno al cual gira toda la trama de la serie: Un grupo denominado Los favoritos de Midas matará a una persona al azar cada cierto tiempo, si un empresario no les da una cantidad de dinero. Este es el planteamiento al que se enfrenta Víctor Genovés (Luis Tosar).

Hay un sencillo sentido en el cual, puede superar el relato, pues la extensión del mismo es someramente menor al desarrollo que le ha dado la serie. Sobre todo, en lo que a personajes se refiere, pues el relato es bastante escueto (si bien deja a la imaginación gran parte del trabajo, lo cual se agradece en ciertos momentos). Pero según el propio Mateo Gil “el planteamiento del cuento de London era muy poderoso, tenía muchas vertientes y nos atraía mucho en todos los sentidos” y no le falta razón, es un relato que suple su presteza con su potencia.

En cuanto a los actores, quitarme el sombrero, como siempre, ante Luis Tosar, un grande entre los grandes, que con muy poco, de una forma muy sutil, nos da una verdad interpretativa difícil de superar. Otra destacable del reparto (para mi desconocida hasta el momento) es Marta Milans, actriz madrileña que da vida a un personaje que algunos querríamos ver como caricatura, pero sin embargo se acerca demasiado a la realidad de clase, con una interpretación brillante. Y no quería pasar la ocasión de hablar de Willy Toledo, que está magnífico. Es un desprecio al mundo de la cultura, censurar a un actor por sus opiniones políticas, independientemente de estar más o menos de acuerdo. Nadie le hizo el vacío al fallecido Arturo Fernández después de aquellas barbaridades que dijo en 2012 y siguió trabajando hasta prácticamente el día de su muerte. Eso dice mucho sobre nuestra sociedad y de quién puede decir según qué cosa.

Lo mejor, es un thriller muy entretenido y una producción seria y bien montada.

Lo peor, quizás sea su personalización de la historia, sin embargo, es también lo que nos hace empatizar con el protagonista.

De esta historia, realmente lo interesante es la metáfora sobre el poder tácito. El paralelismo de la situación de origen con la verdadera base del capitalismo, pues el rico empresario puede evitar la muerte de alguien (de muchos, pues se repiten en el tiempo) aflojando un poco su margen de beneficio. Pero, ¿qué hemos aprendido sobre la libertad económica sobre el derecho a la vida digna durante todos estos años? Exacto, el beneficio personal está siempre por encima del bien colectivo, gracias a las ideas liberales el mudo marcha viento en popa (la élite del primer mundo, claro). Ciertamente la serie en sí habla del dilema moral que supone esto, pero la moralidad no es algo que al capital afecte y así nos va…

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