El feminismo es ateo

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A lo largo de los años son muchas las veces en que, hablando de religión y especialmente de la católica, que es la que nos toca más de cerca por aquí, ante mi vehemencia en contra, me han preguntado:

“¿Pero qué te ha hecho a ti la Iglesia para que la ataques de esa manera?”

Y yo siempre contestaba:

“¿Tienes unas horas para que te cuente?”

Todas las religiones odian a las mujeres, todas. Y la explicación es muy sencilla. Las religiones son una creación humana, de las sociedades. Y hace más de diez mil años que prácticamente todas las sociedades humanas son machistas, lo que reflejan sistemáticamente en sus sistemas de creencias.

En todas la mujer es en el mejor de los casos un ser humano de quinta fila, desde la Edad Media en que la Iglesia católica debatía si teníamos alma, hasta un debate hace 4 años en Arabia Saudí sobre si somos seres humanos (spoiler, concluyeron que apenas se nos puede dar ese nombre).

Y como para todas ellas somos poco más que propiedades que hablan, se han centrado en el control férreo de nuestros cuerpos y nuestras vidas. A nada que nos desmadremos somos las causantes de todos los males, desde el pecado original hasta la perdición de los hombres, pobrecitos ellos.

Pero si somos “buenas”, ay si somos buenas, entonces nos llueven los halagos y los “premios”: desde madres de Dios hasta vírgenes eternamente al servicio de los hombres en el paraíso. ¿No es tentador?

Leer las restricciones que nos imponen es un certero catálogo de las obsesiones sexuales de los hombres: taparnos todo el cuerpo, esconder o rapar al cero el cabello, no bailar, no mirar a los ojos…

Y la virginidad, siempre la virginidad, ese invento que hemos de regalar a nuestro futuro propietario porque, como los coches, vamos perdiendo valor según pasamos de manos.

Recuerdo que cuando de adolescente me decían que “tenía que hacerme valer con los hombres” (traducción: “no dejarme follar”), yo contestaba:

“¿Es que lo que yo valgo está en mi coño?”

Y no nos engañemos, hay una religión más nueva, el capitalismo, que predica lo inverso para seguir haciendo lo mismo, controlar nuestros cuerpos y sacar beneficio de ello. Y nos sexualiza desde la infancia, y nos lleva a estar toda nuestra vida atractivas para ser objeto de deseo y consumo constante de los hombres.

Y en esa dicotomía puta/monja nos tienen la sociedad y las religiones bailando desde hace milenios para satisfacción del ego y la sexualidad masculinos.

Ninguna religión nos va a liberar de nada, compañeras. Solo lo harán la razón, el estudio, y una constante lucha personal y colectiva. Es decir, el feminismo.

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