Son los elegidos, los poderosos, los satisfechos de sí mismos, los que parten el bacalao; los que no conocen el miedo al paro, al desahucio, a llegar a fin de mes, a no tener con qué comer ni pagar los recibos de agua, luz, alquiler. Los que nunca estarán en una cola del hambre si no es para hacerse una foto; los que nunca encontrarás en una oficina del INEM, en un vagón del metro.
Son los que hablan de patria, de España, de responsabilidad, de sacrificio… de otros; nunca del suyo. Son lo miserables que mientras ponen en la calle a una mujer con cuatro niños se ceban en una calentita sala de El Casino Militar y se saludan con amabilidad de gente con estudios y educación, de esa que se adquiere en las casas bien, de gente de orden. Son los que están encantados de haberse conocido a sí mismos.
Son los que hoy, miércoles 28 de octubre de 2020, escenificarán su enésima e impostadas diferencias irreconciliables en el Parlamento, para vergüenza de todos. Son los que cada miércoles volverán a pedirnos comprensión en estos momentos tan duros, que arrimemos todos el hombro, que aguantemos lo que aún está por venir.
Son los miserables que pasarán de un escaño a un consejo de administración, a un puesto en la ONU, Red Eléctrica o RENFE. Son… pongan lo que quieran, por duro que sea, porque se quedarán cortos.
Son tan despreciables, todos y cada uno de ellos, que ni son conscientes de lo repugnante que es celebrar estos festejos cuando cada día mueren 200 personas por su incompetencia, su falta de escrúpulos, su desprecio por la vida de los más débiles.
Muestran tanta ignorancia de lo que es el día a día en la vida de quien se hacina en transportes masificados, escuelas, oficinas, mercados que nunca llegarán a entender la rabia que crece en cada parado, enfermo, familiar de un muerto, sanitario… hasta que sea demasiado tarde.
Y cuando llegue ese momento, entenderán, si les dejan, este artículo
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