Fred Sargeant, veterano de Stonewall: «No hubo líderes trans en el movimiento de liberación gay y lésbico»

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Laura Rivas, Red LGB.

Fred Sargeant tiene 72 años. Policía jubilado y veterano del movimiento de liberación gay y lésbico de EE UU, el 28 de junio de 1969 fue testigo del estallido de los disturbios frente al Stonewall Inn en Nueva York, y jugó un papel crucial durante los meses siguientes en el activismo político que transformaría la rabia de los disturbios en un movimiento social histórico. Fue militante del Homophile Youth Movement (Movimiento de Juventud Homófila) y uno de los cuatro organizadores (dos hombres y dos mujeres) del primer Orgullo de la historia, el de Nueva York de 1970.

El año pasado, sumido en un torbellino de actos y entrevistas con motivo de los 50 años de los hechos, decidió salir de su retiro creándose una cuenta de Twitter (@FredSargeant, con 10.800 seguidores) para participar en la recuperación de la memoria histórica que él contribuyó a crear. Sargeant declara que, a día de hoy, la historia lésbica y gay está siendo tergiversada. Cree que las grandes organizaciones LGBT dan un excesivo protagonismo a personas que hoy denominan transgénero como Marsha P. Johson o Sylvia Rivera en detrimento de gays y lesbianas como Stormé DeLarverie, lesbiana negra que, como afirman Sargeant y otros testigos, fue quien incitó el inicio de los disturbios de Stonewall.

Para defender los intereses de lesbianas, gays y bisexuales al margen de la lucha por los
derechos trans, en el último año se han formado colectivos en varios países. Una decisión
encabezada por la LGB Alliance, organización progresista británica, liderada por las lesbianas Bev Jackson y Kate Harris. En esta línea, en España nació la Red LGB en julio de 2020. En los últimos meses se ha constituido también el Frente LGB en Brasil, la Alianza LGB en México, LLH-2019 en Noruega y las ramas de EE UU y Canadá de la LGB Alliance. Fred Sargeant ha colaborado con la creación del grupo estadounidense. Todas estas asociaciones se oponen a las denominadas leyes de autoidentificación del género o del sexo registral, también denominadas coloquialmente “leyes trans”, pero no a los derechos humanos de nadie ni a medidas para paliar la exclusión y la desigualdad de personas con disforia.

Sargeant vive en Vermont con su marido, con el que se casó en 2010. Concedió esta entrevista en inglés por videollamada a El Común y a la Red LGB el pasado 2 de septiembre.

¿Cuándo y cómo empezó usted a participar en el movimiento de liberación gay?

Yo vivía en Nueva York en los años sesenta, y vi un anuncio de trabajo en la revista
Village Voice para una librería gay. No existía ninguna así en esa época, fue la primera librería gay y lésbica del mundo [la Oscar Wilde Memorial]. Así que me acerqué un día después de trabajar, y conocí al dueño, Craig Rodwell. Craig tenía una larga historia dentro del primer movimiento gay.

En ese momento llevaba siete años involucrado; tenía unos 27 años. Había participado en muchas de las primeras acciones, incluida la primera manifestación delante de la Casa Blanca, y estuvo en el primer piquete que se hizo en el Whitehall Induction Centre en Nueva York, el lugar donde debías presentarte si te reclutaban para el ejército. Protestaban por la política de exclusión del ejército contra hombres gays.

También había participado en lo que se denominó “the sip-in” [juego de palabras entre “sentada” y “sorber”], una protesta que tuvo lugar en 1966. Si eras un hombre gay o una lesbiana y entrabas en un bar, podían negarse a servirte porque tu mera presencia era considerada un acto de desorden. Así que entraron en un bar gay muy conocido, llamado Julius’. Un grupo pequeño, cuatro hombres. Se sentaron y dijeron: “Los cuatro somos homosexuales y nos gustaría pedir una bebida”. Y existe una foto famosa del camarero con su mano sobre el vaso, negándose a servirles. Así que tomaron esa negativa y la llevaron a juicio, y lograron la primera victoria judicial del movimiento gay. Consiguieron que el Estado reculara y derogara la ley en cuestión, consiguiendo que gays y lesbianas pudieran ser servidos en bares.

Por tanto, él era una figura central en ese momento. También había propuesto y creado el llamado “Recordatorio anual” de Filadelfia [Pensilvania], que comenzó en 1965, una protesta en Independence Hall. Ese se considera el edificio donde nació nuestro país, es donde se reunieron los primeros representantes del Congreso, y allí se halló la primera capital de Estados Unidos. Bien, pues ellos iban allí a manifestarse por los derechos de gays y lesbianas.

Y se conocieron.

Nos conocimos en la librería, comenzamos una relación y nos fuimos a vivir juntos. Yo empecé a trabajar en la librería. Teníamos una relación muy estrecha. Y estábamos muy involucrados en todas las actividades del movimiento gay en la ciudad de Nueva York.

¿Qué pasó en el Stonewall?

La noche en que ocurrió Stonewall habíamos salido a cenar con amigos. Nos separamos de ellos alrededor de medianoche y fuimos a comprobar cómo estaba nuestra tienda, porque habíamos estado sufriendo vandalismo por parte de personas anti-gays. Y según volvíamos andando de la librería, cruzamos una avenida llamada Waverly Place, que lleva hacia el lugar donde se encuentra el Stonewall Inn. Y podíamos ver una pequeña congregación de hombres allí. Estaban obviamente agitados, enfadados. Así que nos unimos al grupo. Por lo que oímos comentar a la gente, estaba teniendo lugar otra redada en el Stonewall por ser un bar gay. Y se rumoreaba que dentro estaban pegando a la gente. Había mucha animación entre la multitud porque no teníamos ninguna información.

El Stonewall era un bar que nosotros no frecuentábamos, de hecho nosotros no bebíamos apenas en esa época, y no salíamos mucho por bares. Pero no frecuentábamos el Stonewall porque era un bar conocido por pertenecer a la mafia. No nos interesaba relacionarnos con su clientela, ni queríamos darle a la mafia nuestro dinero.

Nos quedamos allí hasta que llegó el furgón policial, el típico de aquella época, con sitio para los detenidos en la parte de atrás. Empezaron a sacar a la gente, subieron a varias personas al furgón, pero una mujer, Stormé DeLarverie, estaba forcejeando mucho con la policía, y se cayó al suelo. Estaba a metro y medio, dos metros de nosotros. Y nos dijo, “¿por qué no hacéis algo?”. Y ahí es cuando los disturbios empezaron realmente. La gente reaccionó. Empezaron a tirar monedas a la policía, diciéndoles, “aquí está vuestro soborno”. Craig empezó a gritar, “poder gay”, y las cosas se desarrollaron a partir de ahí.

La policía se vio obligada a volver a entrar en el edificio por el comportamiento de la muchedumbre, y para entonces esta había crecido mucho. Entonces el bar comenzó a ser atacado. Alguien fue al vendedor de cigarrillos de la esquina y consiguió una lata de combustible de mechero, volvió y prendió fuego a la puerta. Otra persona arrancó un parquímetro del suelo y empezó a aporrearla. Llegados a ese punto era una escena verdaderamente agitada.

¿Y continuó durante buena parte de la noche?

Sí, hasta el amanecer. Nos quedamos hasta poco antes del amanecer.

Y tengo entendido que usted y otros organizaron un reparto de octavillas al día
siguiente, para continuar con la protesta.

Eso es. El folleto era para hacer una manifestación, para protestar contra la relación entre la mafia y la policía. Era habitual que la policía recibiera sobornos, y las redadas ocurrían, pero eran como una especie de apretón de manos. Normalmente detenían a un par de personas para procesarlas y soltaban al resto. Y esta noche estaban haciendo
lo mismo de siempre, pero el efecto fue distinto porque la unidad policial que
había efectuado la redada no pertenecía al distrito local. Era una unidad anti-vicio
de otra zona de la ciudad. En el distrito nadie sabía que iba a tener lugar una
redada. Así que surgieron más problemas por eso.

Folleto distribuido por el Movimiento de Juventud Homófila, el grupo al que pertenecía Fred Sargeant, al día siguiente de los primeros disturbios frente al Stonewall Inn.

Un buen lugar para hallar información detallada sobre las dinámicas de esa redada sería en el libro de David Carter, Stonewall: los disturbios que desataron la revolución gay (Stonewall: the riots that sparked the gay revolution). Yo ahora recibo bastante oposición en Internet, de cuentas que están asociadas al movimiento de la identidad de género, y dicen con frecuencia que yo fui quien llamó a la policía para que hicieran la redada en el Stonewall. Lo cual es mentira. Nosotros nunca llamamos a la policía, nunca se nos hubiera ocurrido llamar a la policía. Lo que hacíamos era quejarnos del Stonewall dentro de nuestra comunidad, en nuestros escritos, en nuestro boletín de noticias, ese tipo de actividad.

Entonces, al día siguiente empezamos a repartir este folleto para intentar organizar una manifestación la noche siguiente delante del Stonewall. Y vino mucha gente. Distribuimos casi 5.000 copias, estuvimos repartiéndolas a lo largo de todo el día, a cada persona gay que veíamos en la calle. La gente que vino no vino solo por nuestro panfleto, vino porque habían oído lo que había ocurrido. Por supuesto, entonces no había Internet y todo ocurría por el boca a boca, y la prensa de la ciudad informaba muy poco. Nos enterábamos por lo que la gente se contaba al llamarse por teléfono.

Lo que ocurrió cuando empezó a llegar gente a esa manifestación y comenzó a oscurecer, es que la muchedumbre empezó a enfadarse. Y cuando la gente se enfadó, comenzó otra vez a lanzar cosas contra el bar. Apareció la policía, y comenzaron a lanzar cosas a la policía. Y empezaron otros disturbios. Esa no había sido nuestra intención, nosotros queríamos hacer una manifestación.

Para nosotros, que vivimos en un mundo diferente, esta historia ilustra bien las dinámicas de entonces, en el sentido de que por lo que le entiendo a usted, existía cierta permisividad a cambio de esta falsa protección. A la mafia se le permitía entrar y explotar negocios y clientes LGB… [La homosexualidad] estaba tolerada en cierta medida, pero la realidad era muy mala, y creaba inseguridad, ¿me equivoco?

Lo que ocurría en Nueva York, particularmente cuando había convenciones políticas, es que la gente que se desplazaba para asistir a las convenciones luego salía por los bares de ambiente. Entonces se daba la orden de que cerraran esos bares. Por eso había muchas redadas. Pero esta no había sido una de esas redadas. Esta tuvo más que ver con la mafia y con las actividades de chantaje de la gerencia del bar, que chantajeaba a los clientes que tenían dinero, hombres de negocios que venían a buscar chaperos para tener sexo. El FBI también estuvo involucrado hasta cierto punto en esa investigación.

Ese es uno de los problemas de no poder vivir fuera del armario, esa realidad paralela en que eres muy vulnerable a este tipo de explotación a manos de personas sin escrúpulos, porque la ley no va a protegerte.

Así es.

Usted ha escrito sobre esto en Twitter, porque ahora todo el mundo cree que Marsha Johnson y Sylvia Rivera comenzaron los disturbios de Stonewall, ¿puede darnos su punto de vista como testigo?

Sylvia Rivera no estuvo allí. Sylvia y Marsha se encontraban en otra zona de la ciudad, en un parque llamado Bryant Park. Hoy es una zona muy de moda, que está detrás de la Biblioteca Pública de Nueva York. Pero en aquellos días era una zona de droga, un lugar donde se reunían personas en prostitución. Estaban allí porque eran toxicómanas y prostitutas. Rivera estaba tan colocada que perdió el conocimiento en un banco del parque. Marsha Johson sí fue. El otro día alguien me dijo en Twitter que Marsha se había enterado de lo que estaba pasando, y fue corriendo al Stonewall. Nadie podría haberse enterado de lo que estaba ocurriendo, porque no existía ningún tipo de comunicación entonces, es una mentira que está siendo fabricada por la gente de la identidad de género, para dar fuerza a su historia de que Marsha Johnson lideró los disturbios. No los lideró, no estaba cuando comenzaron, y llegó una hora o una hora y media después de que estallaran.

Sí que vi a Marsha. Craig me hizo señales y apuntó a un coche de policía donde había una drag queen pegando con su bolso contra el parabrisas. El coche estaba vacío. Así que realmente no fue un acto tan valiente: no fue un lanzamiento de ladrillo, ni lanzó un vaso de chupito contra un espejo, ni ninguna de las otras mentiras que se han contado. Fue simplemente otro poco de violencia y vandalismo que tuvo lugar durante los disturbios; no fue un acto único ni distinto de todos los demás que estaban teniendo lugar en ese momento.

Y…

Solo añadir una cosa. Una de las historias que se cuentan sobre Marsha y Rivera es que crearon lo que ahora se llama Star House [la Casa de las estrellas]. Y, de nuevo, esto es una reinvención de lo que ocurrió en realidad. Lo que formaron fue la llamada “Célula estrella” (‘Star cell’). Después de los disturbios de Stonewall se había creado un grupo llamado el Frente de Liberación Gay [Gay Liberation Front, GLF en sus siglas en inglés]. Y ellas se habían unido a ese grupo. En esa agrupación, que tenía una base radical, utilizaban el término ‘células’ para referirse a los grupos dentro del grupo. Una de ellas era la Célula Aquarius, he olvidado el resto de los nombres.

Marsha y Sylvia formaron la Célula Star, de Acción Revolucionaria de Travestis de la Calle [Street Transvestites Action Revolutionaries, acrónimo en inglés]. Ahora se cuenta que crearon Star House, un hogar para jóvenes LGBTQ sin techo, que les ofrecían ropa y comida, ese tipo de cosas. Eso no podría estar más lejos de la realidad. Lo que tenían era un piso de drag queens para consumir drogas, ocupado por personas en prostitución y toxicómanos. Si no pagabas, si no trabajabas, no te podías quedar. Y ellas lo operaban.

En ese momento, en Nueva York había muchos apartamentos vacíos, no como ahora que los precios inmobiliarios están recargados. Y la gente ocupaba esos apartamentos. Rivera y Johnson habían ocupado la parte trasera de un camión de remolque en el puerto durante un tiempo, sin ningún tipo de acondicionamiento, y vivieron allí hasta que, un día, alguien se llevó el camión. Entonces entraron en este apartamento en la Calle Segunda, cuyo dueño era un miembro de la mafia que estaba en la cárcel. Cuando él salió, ocho meses después, los echó del apartamento. Durante el tiempo que vivieron allí no tuvieron electricidad, ni gas, ni teléfono. No dispensaba ningún servicio. Nunca registraron el nombre: yo lo busqué en el registro del Ayuntamiento. Nunca existió ninguna ‘Star’ o ‘Star House’ registrada como organización de servicios sociales.

Hoy existe una Fundación para Marsha Johnson. Y aluden a este episodio como si se tratara de un gran y notable esfuerzo. Y la gente se lo cree. Cuando la realidad es que no hicieron nada más que ocupar un apartamento de forma ilegal. Del cual les terminaron expulsando.

Es increíble lo dispuestos que estamos a aceptar cualquier cosa que leemos en Internet.

En mi cuenta de Twitter, el pasado mes de febrero o por ahí, recibí unos comentarios de algunas personas que decían que un número de personas trans había participado [en los disturbios del Stonewall]. Y yo siempre les pregunto, ¿quiénes? Dime quiénes, dame los hechos, quiero ver los recibos. Y lo único que me daban era algún nombre, así que me puse a investigar. Cada una de las personas que mencionan o bien no estuvo allí, o fue detenida y encerrada en el furgón policial y por tanto no jugó un papel en los disturbios.

Una de ellas perdió el sentido dentro del bar y no se enteró de lo que ocurría hasta que se despertó en lo que entonces se llamaban ‘las tumbas’, los calabozos de la ciudad. Otra salió por la puerta, corrió a lo largo de la calle hasta llegar al apartamento del mafioso dueño del bar, y nunca apareció ni en los disturbios, ni en las noches siguientes. Otra de quien se ha dicho que lideró los disturbios fue detenida, y esto no son mis palabras sino las suyas, que están publicadas, y comenzó a llorar al agente de policía y el maquillaje comenzó a corrérsele. Le rogó que no la introdujera en el furgón, porque su madre se enteraría y se metería en un lío. El policía hizo un gesto y la dejó ir. Y esta es la gente que supuestamente lideró los disturbios y cambió la historia LGB.

La historia LGB ya estaba cambiando en ese momento. La parte anterior de la historia gay y lésbica había consistido en reuniones en casas, que se llamaban “salones” [‘salons’ en ingés], donde la gente conversaba sobre cuestiones de interés. Pero no hacían mucho más. Craig [Rodwell], Frank Kameny, Barbara Gittings y otras personas fueron muy importantes unos cinco o seis años antes [de los disturbios], porque ellos crearon lo que se llamaba la militancia gay. Eso es lo que llevó a algunas de las manifestaciones que te he comentado. Ya entonces actuábamos en público, no nos reuníamos en casas sino que mostrábamos al público quiénes éramos. Por tanto, este cambio ya estaba en marcha, ya estaba ocurriendo. Una de las personas participantes de esto sí se encontraba dentro del bar, y él se involucró en la organización de las manifestaciones en las noches siguientes.

Por tanto ya existía mucha actividad de liberación gay en ese momento, cuando ocurrió Stonewall. Estábamos todos posicionados en el lugar preciso, en el momento preciso.

No fue una coincidencia que ocurriese, y no fue una coincidencia que hiciera historia. Era el momento adecuado para hacer historia. Si no, hubieran sido simplemente unos disturbios más.

Exactamente. Y no hubo participación de drag queens en la organización. Algunas se unieron al GLF pero, como Marsha y Sylvia, eran bastante desestimadas dentro de GLF, porque se les consideraba que causaban problemas, se consideraba que eran egoístas y estafadoras. Con las personas en prostitución y las drag queens de ese momento siempre había un elemento de timo; siempre estaban intentando conseguir algo a cambio. Y eso era su motivación en todo lo que hacían. Estaban ahí para ver qué podían sacar para sí mismas. Y nosotros las evitábamos, simplemente porque su comportamiento no era de utilidad para lo que estábamos haciendo. Lo que nosotros intentábamos hacer era más bien una colaboración, como parte de un grupo.

Por lo que cuenta, la prostitución era un problema, ¿no? En ese ambiente. Y la gente que vive una vida muy vulnerable e inestable no suele tener los medios para organizarse políticamente de forma eficaz.

Sí.

Eso es una realidad triste, pero verdadera.

Y desde luego, no se convirtieron en líderes espontáneamente de un movimiento que ya existía.

Y también hay un elemento de borrado lésbico aquí. Porque la mujer que incitó los disturbios, Stormé DeLarverie, es muy desconocida. Y además hay otras mujeres cuya memoria usted siempre rescata en sus entrevistas, una de ellas Martha Shelley, que organizó la primera protesta conmemorativa un mes después.

Sí, Martha Shelley había estado trabajando con las Hijas de Bilitis. Había empezado con el Comité de Acción de Mattachine, un grupo pequeño que se formó en la época de los disturbios, dentro de Mattachine [Society]. Esta era una organización muy conservadora y jerárquica, ella y otros no estaban de acuerdo con eso pero encontraron una vía para la organización política. Además estaban empezando a crear el GLF. Ella fue una de las figuras más poderosas de ese momento. Cuando la gente estaba debatiendo sobre qué se podía hacer, una de las ideas que ella tuvo fue hacer una vigilia en Washington Square Park, que estaba a un par de manzanas del Stonewall. La hicieron y luego marcharon hacia el bar, y mucha gente hoy dice que esa fue la primera manifestación del Orgullo, aunque en realidad no lo fue, pero simbolizó lo que estábamos intentando hacer. La idea del Orgullo vendría de Craig Rodwell.

Lo que era diferente esta vez es que había más lesbianas involucradas a causa de los disturbios. Muchas mujeres que antes no habían salido en público, o que habían estado en organizaciones como DOB [siglas en inglés de Hijas de Bilitis] o grupos estudiantiles, se unieron a nosotros en grandes cantidades. Yo tuve la buena suerte de conocer a algunas de las mujeres de Radicalesbians y la Amenaza Lavanda. Esas mujeres eran líderes naturales: Ellen Brody, Martha Shelley, Barbara Gittings. Hubo tanta gente cuyos nombres hoy no conocemos.

El año pasado, cuando estuve haciendo entrevistas de cara al 50 aniversario de Stonewall, recibía treinta, cuarenta contactos de prensa al mes. Di todas las entrevistas que pude. En el pasado yo no había dado entrevistas, porque soy muy celoso de mi intimidad, pero para mí estaba claro que nuestras voces estaban desapareciendo porque nos estábamos muriendo. Y tanta gente ya había muerto durante los años del SIDA, cuyas voces no se habían oído. Y cada vez que hablaba con un periodista y mencionaba los nombres de las mujeres involucradas, nadie había oído hablar de ellas. Mientras que, en nuestra época, todo el mundo las conocía, porque eran muy importantes dentro de lo que estábamos haciendo.

Y eso continúa hoy. Si te fijas en lo que escriben las organizaciones LGBTQI+, es solo acerca de mujeres trans. No hay nada sobre las mujeres que lideraron el movimiento de liberación gay en ese momento. Y no había líderes trans de nuestro movimiento. Eran mujeres y hombres.

Y usted se cuenta entre las personas que organizaron el primer Orgullo, en 1970, ¿me equivoco?

Sí. Fuimos cuatro: dos mujeres, Ellen Brody y Linda Rhodes, y Craig [Rodwell] y yo. Llevamos una propuesta a la asamblea de la Conferencia de la Costa Este de Organizaciones Homófilas, que tuvo lugar en noviembre de 1969. Y propusimos hacer una marcha conmemorativa en Nueva York para manifestarnos por nuestra actividad en Stonewall, y para recordarles a los neoyorquinos y al mundo qué había ocurrido allí. Fue aprobada de forma casi unánime. La organización conservadora que mencioné antes, Mattachine, se abstuvo de la votación, no quisieron apoyar la marcha. Pero el resto de organizaciones lo hizo. Después empezamos a hacer un plan en Nueva York. La mayor parte de las reuniones del Comité Paraguas del Día de Cristopher Street tenían lugar en nuestro apartamento o en nuestra librería.

¿A qué organización pertenecía usted en ese momento?

Al Movimiento Hómofilo de Juventud (Homophile Youth Movement).

¿Puede contarnos acerca del mitin de 1973 en el que intervinieron Jean O’Leary y Sylvia Rivera?

Yo no estuve en ese mítin, pero he investigado al respecto, y las historias que se cuentan no encajan con mi investigación. Las historias dicen que Rivera dio un discurso inspirador. Hay un vídeo de ese discurso en Internet, ¿lo has visto?

Sí.

Pues si recuerdas, al principio de la grabación, la están abucheando. Y existe un motivo detrás de esos abucheos. Su intervención no estaba programada. Esto era un problema constante, con ella y con Johnson. Se subió al escenario y le quitó el micrófono a la mujer que tenía que intervenir, una lesbiana. Sylvia Rivera era muy misógina. Quedó registrado por escrito que no quería que el movimiento se llamara LGB-nada, quería que solo se llamara ‘gay’, porque para ella era solo una cuestión de gays, no de lesbianas. Y así trataba a las mujeres. Y enfadó mucho al público cuando vieron que le arrebataba el micrófono a la mujer que debía hablar, y si recuerdas, la gente empezó a aplaudir al final. Ese discurso que dio en realidad era una bronca de borrachera, gritando a pleno pulmón, y hablando solo de sí misma. La gente empezó a aplaudir porque se dio cuenta de que estaba perdiendo fuelle y se iba a bajar del escenario.

Dice que Sylvia Rivera dijo que todo el mundo tenía que hacerse llamar ‘gay’. Lo que entiendo, a día de hoy, es que tanto Johnson como Rivera se consideraban gays. ¿Hombres gay?

Eso es correcto. Hay grabaciones de ellas diciendo que eran hombres gays.

¿Eso era lo habitual entre drag queens en ese momento?

Correcto. Recuerda que Marsha, en particular, tenía problemas mentales graves. Había sido detenida más de cien veces, y un buen número de esas detenciones fueron porque se paseaba por medio de Cristopher Street desnuda, y caminaba hasta el puerto desnuda, y le pedía a todo el mundo que se uniera a ella en el agua para que pudieran conocer a su padre, el Rey Neptuno. Tenía problemas de verdad, tenía alucinaciones. En una entrevista dijo que iba a viajar a Suecia para hacerse la operación de transexualidad, en cuanto pudiera ahorrar los 300 dólares para ello. En aquel momento no podías ni llegar a Suecia por 300 dólares, mucho menos podrías haber pagado una operación. Esto eran todo delirios que tenía, y las ocasiones en las que dijo cosas así hoy se utilizan para afirmar que era transgénero. Que si era el caso, era una declaración delirante.

¿Usted se dio cuenta de lo que está pasando ahora a raíz de estas entrevistas que dio el año pasado?

Eso es correcto. Me invitaron, después de las entrevistas, a un acto en París. Un grupo muy agradable, la Asociación de periodistas LGBTQI [Association des Journalistes LGBTQI]. Lo que yo oí en el escenario no tenía nada que ver con mis recuerdos de lo que había ocurrido en Stonewall. Y, de nuevo, el acto consistió en una celebración de lo que hicieron personas transgénero, y sobre el valor de la comunidad transgénero dentro de la comunidad LGBTQ. Esa fue la primera vez que me di cuenta, de cerca. Lo había captado ya en las entrevistas, pero ver cómo se daba ese protagonismo a personas que no jugaron ningún papel me repelió, de cierta manera. Y fue entonces cuando empecé a pensar, casi de forma egoísta, que nuestra historia está siendo borrada. Entonces empecé a leer: libros escritos por personas transgénero, por personas críticas con el género, todo lo que encontraba, cosas en Internet… Y rápidamente llegué a la conclusión de que, aunque el problema de borrado de la historia era malo, la cuestión de mayores dimensiones era la base misógina y homófoba de lo que ahora estamos escuchando, y de lo que tenemos que participar, o no seremos gays buenos.

Eso es lo que me llevó a abrirme Twitter. Mi cuenta de Twitter al principio solo tenía un par de docenas de seguidores, y ha crecido bastante desde entonces. He intentado explicar que todo lo que ahora se dice sobre esa época es evidentemente mentira. Y lo que más me enfada es que las personas que yo sé que contribuyeron tanto, tanto, fueron las lesbianas. Y no fue solo en Stonewall. Ha sido en cada década desde entonces. En aquella época, las lesbianas fueron líderes. Cuando llegó el SIDA, fueron las lesbianas las que se hicieron cargo de la situación. En un momento en el que nadie se acercaba a un hombre gay, ellas nos cuidaron. Cuando comenzamos a hablar de matrimonio entre personas del mismo sexo, fueron abogadas lesbianas las que lideraron ese esfuerzo aquí en Estados Unidos.

Mi abogada personal, Susan Murray, fue una de las dos que ganaron el caso Baker aquí en Vermont, que fue el primer Estado en lograr uniones civiles [igualitarias]. Y su compañera en ese caso, que también ha hecho labores jurídicas para mí, es Beth Robinson. Ellas hicieron más adelante el trabajo legislativo que creó el matrimonio gay aquí. Robinson ahora es jueza del Tribunal Supremo de Vermont. Y ofició nuestra boda.

Eso es genial.

Así que yo tengo una conexión fuerte desde hace muchas décadas con la comunidad a la que creo que debemos tanto, y por eso me pongo tan furioso con el borrado lésbico que está ocurriendo hoy, para favorecer a hombres que no hicieron nada.

Usted es historia viva, básicamente.

[Se ríe] Sí.

Ha mencionado cómo el verano pasado se puso a leer y tomó conciencia de lo que estaba ocurriendo. ¿Puede usted describir lo que ve en la comunidad LGBT y en el feminismo?

Voy a referirme al ámbito LGB. Yo me identifico como un aliado feminista, no como feminista porque creo que las personas que deciden lo que es el feminismo lo lleva en el nombre, son las mujeres. Mi enfoque es ser siempre respetuoso con eso.

En la comunidad LGB, a la cual sin duda pertenezco, todo empezó a cambiar hace unos 15 años. Y ahora, al mirar la documentación, lo que encontramos es que hubo mucho dinero que fue inyectado en grupos LGBT por multimillonarios transgénero. Uno de ellos es Jennifer Pritzker.

Han vertido millones en cada organización que han podido comprar. Y hasta donde yo sé, todas estas organizaciones se han dejado comprar. Hubo varios abogados transgénero en los años noventa, los primeros en proponer este método de toma de poder, y ha ocurrido cuando consiguieron la financiación de multimillonarios. Sé que suena a teoría de la conspiración, pero existe mucha documentación.

Me di cuenta de que, con los estereotipos sobre las mujeres que promueven las personas transgénero, esto era parte de un esfuerzo para silenciar a las mujeres dentro del LGB y conseguir ponerse a los hombres de su parte. Muchos hombres en el movimiento LGB creo que son defensores de los “derechos” de los hombres: apoyan a las mujeres transgénero porque son hombres. Esa es su motivación. Son hombres unidos entre sí. Para mí, eso no es un movimiento inclusivo.

¿Qué consecuencias ve usted de esta reescritura de la historia LGB y de la actual deriva del movimiento? Especialmente para personas LGB jóvenes.

Con todo el borrado lésbico que estamos observando, la otra cara es lo que ahora se llama ‘tratamiento afirmativo’. Hay mujeres jóvenes que mientras crecen están recibiendo el mensaje de que se encuentran en el cuerpo equivocado. Y ellas están siendo el principal blanco de recetas de hormonas, que tienen consecuencias irreversibles, y operaciones quirúrgicas que realmente son mutilaciones de sus cuerpos. No puedes convertirte en hombre quitándote los pechos. No se puede construir un pene, no se puede construir una vagina. Estos son órganos innatos a cada sexo. Y los sexos son dimórficos; no existe un espectro de sexos. Y son las mujeres jóvenes el principal blanco, porque estamos viendo que los hombres jóvenes no se operan en igual medida, y en ocasiones ni siquiera se molestan en tomar las hormonas: se ponen un vestido y un poco de maquillaje, y dicen “soy una mujer”.

Y también conocemos casos de primera mano dentro de grupos LGBT, en que las lesbianas son presionadas indirectamente. No son forzadas de forma expresa pero se les hace saber que se las juzga si no contemplan la posibilidad de salir con un hombre que se autoidentifica como trans. Especialmente ellas, aunque también hay gays que reciben esta presión.

Sí. Eso se ha convertido en una parte muy importante de la agenda transgénero. Y se puede observar en una publicación muy mala de Reino Unido llamada Pink News. Una mujer preguntó, “si tengo que decirle a una persona que no me atraen sus genitales, ¿es transfobia?”. Y un editor de esta publicación contestó [en Twitter]: “Esa es la definición de diccionario de transfobia”.

Pero no existe ningún diccionario que diga eso. Esto es solo un mensaje que está siendo difundido por la comunidad transgénero y por la comunidad LGBTQI+ en general. Están intentando a obligar a mujeres que consideren a hombres como potenciales parejas cuando solo sienten atracción por su sexo. Y es imposible, si tu orientación es hacia personas del mismo sexo, que quieras tener relaciones sexuales con el sexo opuesto. Hay quien es bisexual, pero cuando tu orientación es homosexual, solo te interesa un sexo. Llamar a alguien “transfóbico” por eso es un insulto, y es bastante homófobo.

Usted pertenece al nuevo grupo LGB Alliance de EE UU, nacido a principios de este mes.

Sí, pertenezco al grupo que ha ayudado a montarlo. Pero soy una persona mayor, y ya no tengo la energía de las personas jóvenes que realmente deben participar en eso. Pero fue un placer estar ahí y ayudar a organizarlo.

Enhorabuena. ¿Puede contarnos cómo se formó el grupo, qué planes tienen?

Varios de nosotros habíamos estado hablándolo en los últimos diez meses. Una de las dos personas con las que hablé, Bev Jackson, es una de las fundadoras de LGB Alliance Reino Unido. También Kate Harris. Estuve comunicándome con ellas durante meses, y fueron tan amables de ayudar a organizarnos: facilitaron las primeras reuniones y nos ayudaron a montar la estructura. Ha sido un esfuerzo colaborativo entre los dos grupos, en EE UU y en Reino Unido. Esperamos que siga adelante y tenga un impacto positivo aquí. Está todavía en las fases iniciales. Tenemos una cuenta de Twitter, y se están organizando otras cuentas de redes sociales, con las que las jóvenes están haciendo un gran trabajo.

A organizaciones como las nuestras nos acusan continuamente de transfobia. Se deduce de todo lo que hemos estado hablando, pero ¿puede usted explicar por qué los grupos LGB deben organizarse por su cuenta?

[Las acusaciones] son parte de la estrategia para silenciar a la gente. Saben perfectamente que un grupo LGB va a devolver el foco sobre nuestra historia, donde debe estar, sobre las mujeres y hombres que la hicieron. Especialmente sobre las mujeres. De hecho, la Alianza LGB de EE UU es una organización principalmente liderada por mujeres. Las lesbianas siempre han sido la columna vertebral del movimiento LGB, y eso sigue siendo verdad incluso en este momento.

La única forma en que pueden refutarnos es intentar estigmatizarnos. No odiamos a las personas transgénero. No tenemos ningún deseo negativo hacia ellos. No deseamos que se les trate con desigualdad, queremos que reciban la atención sanitaria que necesitan, y que todavía no reciben. Pero lo que no queremos son organizaciones de identidad de género diciéndoles a una organización para personas con orientación homosexual cómo deben vivir, qué tienen que hacer, y qué tienen que pensar.

Parece que las organizaciones LGBTIQ+ se han apropiado de la narrativa del ‘born this way’ para promover la idea de una identidad de género que es supuestamente innata. Están copiando las estrategias del movimiento de liberación gay sobre algo que no es necesariamente comparable, no sé si usted está de acuerdo.

Creo que han pervertido la estrategia del movimiento LGB. Porque nosotros denunciábamos la homofobia, pero era homofobia real. La transfobia… en muchos casos, vacían la palabra de significado porque la aplican a todo. Y la idea de que tenemos que estar de acuerdo con la identidad de género es bastante totalitaria. Yo tengo amigos judíos, pero no comparto su fe: su creencia es suya. Y tengo amigos católicos, tampoco comparto su fe. Y no me llaman anti-papista o antisemita por no compartir sus creencias. La identidad de género es una creencia. No hay más pruebas de que existe la identidad de género de las que hay para la religión. Lo que mejor me describiría a mí sería “ateo del género”.

Última pregunta y le dejo ir. ¿Qué consejo le daría a jóvenes activistas de hoy?

Que se involucren. Que lean. Que lean historias reales. Que no busquen su historia en Internet. Lo que se encuentra en línea está a menudo tan refrito que no puedes discernir la verdad. Si lees algunas de las historias, como la de David Carter, la de [Martin] Duberman, la de Toby Marotta, la de Donn Teal, escritas en aquella época, conocerás la historia gay. Pero si la buscas en línea, te van a dar una historia errónea. Así que la gente joven debería aprender más sobre su historia, y así llegarán a entenderse mejor a sí mismos, a su manera. Sin necesidad de que un señor mayor como yo les grite desde la televisión, “tenéis que pensar esto o lo otro”, que es lo que hace la comunidad transgénero. Ellos les dicen a la juventud LGB lo que tienen que pensar. Y una de esas ideas es, “debéis pensar que habéis nacido en el cuerpo equivocado”.

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