Subirse al monte

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¿A quién no se la pone tiesa el tema de subirse al monte? Es que mola, ¿qué no?, muy romántico y todo eso, comer raíces, semanas sin ducharse, disciplina militar, la familia esperando las noticias del cabrero local, entrevistas a un periodista francés, tu ak47 al hombro y loas a la lucha armada, la guardia civil sufriendo bajas en la falda de la montaña, viudas en el pueblo, el síndrome del Che Guevara ahí a full. Para una peli está guay, la verdad.

Y, claro, mucha gente se afiliaba a un partido de izquierdas de cuyo nombre ya nadie se acuerda pensando que con el carnet te daban tu kalashnikov reglamentario y un puesto en el frente oriental. Otra gente, no mucha, pues se afiliaba para revestir su trepismo de mucha verborrea revolucionaria, que si asaltar los cielos, que si guillotinas en la puerta del sol, que si Mariano no llegas a verano, que si todo se había hecho mal y tal y Pascual. Los hijos de Fukuyama y los pobrecillos míos con el síndrome del Che Guevara se necesitan y son la misma puta mierda reaccionaria.

A los que padecen el síndrome del Che, todo les parece poco. ¿Aparecer en una reunión de la agrupación? Pero qué coño, si lo que deberíais hacer es estar pegando tiros en la plaza del pueblo, asaltando el cuartel, tomando las armas, haciendo de la plaza mayor una casquería, sangre y dolor, cojones, que eso es lo que pide el pueblo. ¿La Transición? Una puta basura, lo que había que hacer era matar a todos los franquistas, que ojo estoy de acuerdo, pero habría que haberlos visto negociando una mierda cuando el general de turno dejaba su pipa en la mesa para empezar a hablar de democracia. Y, es curioso, la chavalada que se dejó manipular por el Garzonismo lo más cerca que habían estado de un revolver fue en el Call of Duty modern warfare, o en el Fornite. Siempre es más fácil hacerle la autocrítica a los demás que ponerse a recoger la habitación. Bendita juventud rebelde.

No les culpo, en el fondo es puro idealismo y, joder, que acabar con todo a hostias debe ser muy guay, seguro que libera endorfinas a muerte, pero y después ¿qué? Pues después los presupuestos de Mariano siguen vigentes no sé cuantos veranos después, después Amancio Ortega pasa de ser de carne de tiro en la nuca a un señor muy respetable y filantrópico, después Ciudadanos deja de ser falangismo rancio y pasa a ser un muy apetecible voto a favor para sacar unos presupuestos que recorten por la izquierda, después tu compañero de trinchera es Ramón Espinar y yo me parto la caja en dos por haber pegado carteles y haber levantado la voz cuando hacia falta sin injurias ni polladas izquierdistas. Después acabáis comiendo magdalenas e inaugurando monumentos a fascistas.

Porque el problema no es el enfermo, todo conjunto de síntomas acaba teniendo un tratamiento, el problema es el comemierda hijo de Fukuyama que pasado mañana te volverá a llamar a las armas en el mitin de cierre de las fiestas del PCE, sabiendo que el fin de su historia era y es tocar pelo, tener el culo bien cómodo en el escañito mientras fuera seguimos sufriendo las mismas mierdas que los garzoners habían venido a erradicar, véanse lo sueldos de miseria, los contratos precarios, los desahucios y las colas del hambre.

La cosa es que aunque mole, no podemos confundir deseos con realidad que yo me derrito por dentro pensando en Ayuso entrando en la cárcel por psicópata, vestida de negro y con el rimel corrido por los abuelos a los que ha mandado al matadero, pero todos sabemos que eso no va a pasar. De deseos no se vive. Salvo si eres un Garzoner, que entonces puedes hasta ser comunista sólo con desearlo, o mujer, o incluso creer que has acabado con las apuestas cuando no hay liga y yo me reúno con los colegas por internet para echar un póker de cuarentena a dos euros la partida porque tus políticas son muy eficaces y yo un tío muy contradictorio.

A Marx le llevó años conducir la teoría obrera del idealismo al materialismo. A los hijos de Fukuyama sólo les ha hecho falta unos cuantos programitas de televisión y alguna entrevista con declaraciones vergonzantes para volver a llevarlo al idealismo y al deseo.

Yo deseo ver a Alberto Garzón y a sus coleguillas trabajando como todo hijo de obrero, yo deseo que Ayuso se muera de COVID en una hospital público sin medios, yo deseo que Valladolid sea un barrio de Madrid o viceversa, yo deseo ser un unicornio, yo deseo que los que sufrís el síndrome del Che Guevara dejéis de escuchar a los revolucionarios de libro en editorial trotska y cami de 198, que todos hemos sufrido el síndrome en algún momento, pero después… ay, el después. Lo que cuesta reconocer los errores que parecéis toros.

Desde aquí, mi humilde reconocimiento a los que han pasado el síndrome y no han querido escuchar a los hijos de putDIGO de Fukuyama que se pasan las resoluciones del partido por el rabo para seguir teniendo un buen sueldo. La historia no acaba si lo deseas muy fuerte. La historia sigue mientras exista la lucha de clases.

Más Sergios Sánchez y menos Negas, me cago en dios.

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