La España que se envuelve en su bandera

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Dedicado a Julio Anguita. Has sido y serás el espejo donde quiero verme reflejado.

Estamos ante un hecho histórico. La paralización del país es un hecho, y por primera vez en nuestra historia, el enemigo no es visible. Un microorganismo microscópico está haciendo que nuestra nación esté soportando un enorme esfuerzo conjunto por salir de una situación que nos ha paralizado a nivel económico, social, laboral y ético.

Y es que desde que el Gobierno de España decretara el estado de alarma a mediados de marzo, muchos han sido los sacrificios que hemos tenido que ir haciendo como sociedad: limitación de nuestra libertad a la hora de salir, limitación de movilidad, limitación a la hora de ver a nuestros seres queridos, limitación laboral… Todos y cada uno de nosotros hemos estado remando en una única dirección: salvar vidas, evitar contagios e intentando que la maltrecha sanidad pública salga adelante de un nuevo golpe, perpetrado como casi siempre por los recortes y las medidas políticas neoliberales que hacen de nuestra sanidad un ente más vulnerable que nunca.

Pero de nuevo tenemos que hacer autocrítica. Todos los esfuerzos que hemos estado haciendo han servido para reducir considerablemente el brutal impacto de esta pandemia, pero no han podido evitar que más de 25.000 personas hayan perdido la vida desgraciadamente a costa de un virus que hasta hace unos meses no sabíamos ni de su propia existencia.

Muchas críticas se han hecho al Gobierno de España, y es cierto que en multitud de ocasiones han cometido errores, pero como dijo el otro día el ministro de sanidad Salvador Illa “la quiniela el lunes la acertamos todos”. El esfuerzo por salir de esta situación lo estamos llevando a cabo la inmensa mayoría de la población, salvo un pequeño porcentaje de personas, que, por lo visto, entienden que las normas establecidas democráticamente no son aplicables a ciertos barrios y zonas económicamente más desarrolladas de nuestro país. Hablo de la gente de los barrios más pudientes de Madrid, así como parte de la población que deposita su confianza como votante en opciones de origen conservador y que se manifiesta incumpliendo la normativa vigente en pleno estado de alarma.

Antes de nada, reitero la afirmación de que cada uno está en su total derecho de votar la opción política que mas se adecúe a su forma de entender la vida, así como de poder manifestarse para defender las ideas que nacen de su persona, pero no por eso debemos incumplir las normas temporales que se han establecido en beneficio de la mayoría. El hecho de residir en ciertos barrios no te da derecho a aplicar la ley de forma distinta a otras zonas más deprimidas, ya que parafraseando a su rey emérito, “la ley es igual para todos”.

Se ha criticado hasta la saciedad las manifestaciones que hubo en defensa de los derechos de la mujer y el feminismo en el día 8 de marzo, pero por lo visto manifestarse en pleno estado de alarma, sin respetar ninguna distancia de seguridad y en muchas ocasiones sin ni siquiera mascarilla, es totalmente “legítimo y legal”. Muchas veces me pregunto dónde estaba toda esa gente cuando los gobiernos neoliberales hacían los mayores recortes en inversión pública, dónde estaban esas personas cuando las mareas blancas se manifestaban en defensa de la sanidad pública, dónde estaban esas personas cuando salimos a manifestarnos por las pensiones públicas dignas, por una educación pública…

A la vista de los acontecimientos, la patria que entienden estas personas es una falsa patria donde no caben mas que ellos. España no es solo la calle “Núñez de Balboa”, España también son las colas de cientos y miles de personas esperando a recibir una bolsa de comida en Aluche, en Vallecas, o en la Calle San Juan de Dios de Granada. España no son solo ellos protestando con cacerolas llamando al gobierno ilegítimo, golpista y dictatorial, si no que son todos los trabajadores que estamos haciendo de este país un lugar mejor para salir de esta crisis sanitaria: reponedores de supermercado, sanitarios, profesores, jueces, limpiadores, barrenderos, conductores de autobuses… En nuestra patria la gente trabajadora se vuelca con los compatriotas que lo están pasando mal. En nuestra patria, “solo el pueblo salva al pueblo”.

Son estos “patriotas” los que se quejan de la distribución de la riqueza vía impuestos, son ellos los que defienden la patria evadiendo capitales y llevándose su dinero al extranjero para tributar menos en España, y son ellos los que defienden el modelo europeo de austeridad, entendible como bajadas salariales, recorte de servicios públicos y precariedad para salir airosos de una crisis, que como siempre, dejará vencedores y vencidos.

Pero no está todo perdido. Somos un pueblo que en los momentos más difíciles saca lo mejor de sí, donde mostramos que el apoyo a los pequeños comercios es más necesario que nunca y donde nos volcaremos en que las necesidades básicas de cada una de las personas que forman España no sean vulneradas.

Ahora más que nunca, es la hora de España.

Salud y República.

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