Para asombro del mundo, la economía china supera las expectativas (otra vez) tras el duro golpe que ha supuesto la epidemia del coronavirus; una enfermedad con la que aún están lidiando duramente muchos países del primer mundo, además de padecer la grave crisis económica que el patógeno ha adelantado.
Según la Oficina estatal de estadística, el índice de Gestores de Compras (PMI) se ubicaba en 50,7 en mayo, es decir, aumentó, cuando muchos analistas fueron más pesimistas en sus pronósticos. En Febrero era de un 35,7, por lo que crece por tercer mes consecutivo. Ningún otro país superó el umbral de los 50, informa Sputnik.
¿Cómo se ha hecho? Frenando la producción de las empresas chinas ante la caída de las exportaciones. Hay que recordar que las empresas chinas con más valor en el mercado y más volumen son propiedad entera del estado, y muchas otras son propiedad parcial del régimen. Asimismo el estado ha invertido y promovido la demanda interna para cubrir el desfase.
Para la República Popular, la prioridad no es el crecimiento del PIB sino la calidad de este crecimiento, de modo que este sea equilibrado y logre seguir alzando los niveles de vida del pueblo. Este plan está dirigido a consumar una ‘Sociedad Modestamente Acomodada’ en palabras del Partido Comunista.
¿Cómo es posible? Pues a grandes rasgos, el régimen de China se caracteriza por su planificación a medio y largo plazo, debido a la hegemonía del Partido Comunista, resultando en estabilidad y un progreso sostenido; a diferencia de los regímenes occidentales que son caracterizados por el conflicto entre partidos, los cuales movidos por intereses electorales inmediatos dedican mayormente su gestión a asuntos superficiales en el corto plazo, lo que causa su condición inestable de la economía y la política, y la carencia de resolución para abordar asuntos estructurales, cronificándolos.
