Odio de clase, sí gracias

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Supongo que ya habéis visto las manifestaciones «prolibertad» en los barrios pudientes de Madrid, supongo que también las colas para recoger alimentos en los barrios obreros. Así que ahora a elegir nuestra propia aventura: libertad para explotar o libertad para morirse de hambre. Un no parar de elecciones.

Si algo deberíamos haber sacado en claro de esta situación es que si el obrero no trabaja, el país se para por más que el empresario esté en su despacho dándole a la manivela de su maquina mágica de generar dinero y dividendos. Sin el robo que supone la plusvalía no son nada y con el robo que supone solo son parásitos.

Esto es básico vaya, que no estoy descubriendo América. El problema es que el partido que debería estar haciendo bandera de está situación y de la que se viene está a sus cosas de gente de Malasaña, a sus performances y al qué hay de lo mío. Garzón está a, bueno Garzón no está y la pijaministra está a subvencionar a los pobres empresarios que se ven obligados a despedir a los putos obreros. Y, bueno si, la renta básica, que algo tan necesario para tantas familias sea un parche de mierda sin control de precios (Garzón eres un rebañaprepucios) y al ser una cantidad ínfima dé solo para comprar comida y acabe en el bolsillo de Juan Roig porque nuestros ministros comeflores no se plantean crear una red pública de distribución de alimentos, es de traca. Pero no pidamos que hagan su trabajo que eso es de rancios.

El problema de las manifestaciones de los niños pijos es que están lideradas por la ultraderecha y tienen un claro carácter de clase: que salgan los mierdas a currar que este año nos queremos ir de crucero por los mares del sur. Y digo problema cuando no lo es, es normal fomentar la conciencia de clase, lo que no es normal es que las colas en nuestros barrios sean una cuestión de susbsistencia y de autoorganización porque en el Partido están muy liados con sus vermús literarios de los domingos.

Alguien debería decirme de qué vale un partido autoreferencial, que sólo se reúne con fines autofelativos y que cada día está más alejado de los problemas que sufrimos el grueso de la clase trabajadora. Vuestros jodidos vermús literarios no nos harán libres, leer un ensayito de uno de vuestros amiguetes no nos va a desparasitar, eso sólo lo puede hacer la organización que os habéis cargado. Un partido que no fomente el odio de clase, es un partido ineficaz. Orgullo de clase es ver a la peña de Aluche no dejando caer a su vecino, vergüenza de clase es utilizar el partido para convertirte en el gilipollas de Pinar de Chamartín dandole hostias a la cacerola.

Es lamentable ver a los ricos manifestarse por la libertad de que nos muramos trabajando para ellos y que en nuestros barrios no estemos colgándolos. Es lamentable haber aupado a aquellos que sólo querían el Partido para escalar en la pirámide social burguesa.

El virus no entiende de clases sociales. Lo que viene después sí. La crisis en la que nadie se va a quedar atrás (inserte sus risas enlatadas) estaba aquí desde 2008 pero como llegaron los ayuntamientos del cambio (más risas) pues no rentaba. La clase parásita ya está organizada y preparada para darnos la estocada, nos odia, pero le somos necesarios para pagar su farlopa de la buena. Nosotros tenemos a un ministro muy guapo cuando le ponen photoshop y una ministra con un estilo vistiendo que flipas. Pero no les odiamos, claro que tampoco nos son necesarios. Ni unos, ni otros. Lo que necesitamos es organización y odio de clase. Odio de clase es cagarse en la boca del de la cacerola y también en la del niñato pijo que se hace pasar por uno de los nuestros. Odio de clase es querer que la cola para comer la hagan Cayetano, Borjamari, Garzón y Yolanda.

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