El Partido Comunista de China ofrece varias enseñanzas útiles en la lucha contra la pandemia

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La primera es que solamente una sociedad basada en el interés colectivo por encima del individual, la solidaridad práctica y alto objetivos espirituales como la construcción del comunismo, pueden dar cohesión a la lucha común frente a problemas tremendos como esta pandemia. Varios ejemplos: el 23 de febrero pasado la Sede de Prevención y Control de Epidemias de Wuhan, capital de la provincia de Hubei y epicentro de la pandemia, pidió voluntarios para ayudar a los habitantes confinados a comprar alimentos, tomar la temperatura a los vecinos y atender los barrios más castigados por el virus. En 10 horas se presentaron 10.000 voluntarios que crearon Comités comunitarios para atender a sus compatriotas. Otro ejemplo: el gobierno movilizó en la provincia citada 42.600 personas del sistema de salud, no sólo médicos y enfermeros, de los que 28.000 son mujeres, la mayoría militantes del Partido. Además, movilizó 34.000 funcionarios y trabajadores gubernamentales para buscar a las personas afectadas por el virus y atenderlas. 10,59 millones de personas han sido revisadas en la provincia según informa la agencia de noticias Xinhuanet el 11 de febrero.

La segunda es que sólo el socialismo, expresado constitucionalmente como Dictadura Democrático Popular, rompe el cuadro inhumano y alienado del capitalismo neoliberal o monopolista, incapaz de defender el bien común. Una población confiada en su sistema político, su Partido y su dirección política con el camarada Xi Jinping al frente, asume con disciplina consciente las orientaciones preventivas para cortar la difusión de la epidemia expresadas el 10 de febrero por la Comisión Nacional de Salud. Xi señala no sólo con palabras sino con hechos que “garantizar la salud y la seguridad de las personas es una tarea importante para nuestro Partido”.

La tercera es que el Partido debe realmente ponerse a la vanguardia de la sociedad para enfrentar los problemas pagando el precio que sea necesario. 17.700 miembros del Partido se incorporan a los comités creados en Wuhan y Hubei para enfrentar la emergencia. El personal médico, educado ideológicamente en el marxismo donde hay muchos militantes comunistas paga un alto precio por su lucha en primera línea. Hoy cuatro médicos del hospital central de Wuhan, entre ellos el subdirector y 2 subjefes de departamento están en estado crítico aquejados del coronavirus tras haber librado la batalla que prácticamente lo ha derrotado. Sólo en ese hospital 4 médicos han perdido la vida y 200 están contagiados. 1.700 en toda China en febrero. El 5 de febrero muere por la enfermedad el joven oculista de ese mismo Hospital, Li Wenliang, incorporado al Partido en su época de estudiante, que fue el primero en denunciar el inicio de la epidemia. Aunque las autoridades inicialmente lo amenazaron por “hacer comentarios falsos”, el Tribunal Supremo Popular lo respaldó. El secretario del Partido en Wuhan ha sido destituido y el doctor Li Wenliang es hoy un héroe amado por el pueblo. El 18 de febrero muere el director del hospital de Wuchang Liu Zhiming. El Partido en Jiangsu ha puesto como modelo a la médico del Hospital de Nanking Xu Hui que ha fallecido tras 18 días de trabajo consecutivo contra el coronavirus. Miembros del Partido que llevaban suministros a las personas confinadas mueren asimismo por la enfermedad.

La cuarta es que el sistema público de salud y las empresas públicas dirigidas por el Estado socialista son las herramientas para combatir la epidemia. La tecnología, impulsada por las empresas de Estado, ayudan a controlar el virus. Una aplicación permite saber si un ciudadano ha estado eventualmente en contacto con un portador del virus en avión, tren o autobús. Las empresas con un porcentaje de capital privado asumen la orientación marcada por el Estado y no imponen la suya propia. Por ejemplo, BYD Auto pasa a convertirse el principal productor del mundo de máscaras medicas protectoras con 5 millones al día. No se ha privatizado en China el sistema de salud ni se ha convertido en objetivo de lucro. En el tiempo jamás conocido en la Historia de 10 días el gobierno ha construido inmensos y complejos hospitales, lo que el sector privado es incapaz de hacer por sí solo.

La quinta es que la mentalidad liberal burguesa centrada en los “derechos individuales” de los propietarios, capitalistas y otros agentes antisociales (y de los proletarios desvalidos que se creen “libres”) no sirve para enfrentar colectivamente grandes problemas sociales. Mentalidad que se refleja incluso en líderes políticos supuestamente de “izquierda” del mundo capitalista pero que es ajena a la ideología dominante en el Partido y en la República Popular, aunque se den excepciones, como es normal en toda sociedad humana imperfecta. El liberalismo burgués (en nuestra época muy a menudo disfrazado de “izquierda”) denuncia como “horrible dictadura”, “control social” (The New York Times) y “férreo sistema” (Euronews) la medida tomada por el gobierno chino de poner a 40 millones de personas en cuarentena, lo que se ha evidenciado como medida radical eficaz para contener la pandemia. En la realidad el liberalismo burgués favorece la extensión de la pandemia.

La sexta es que China no es ajena a los problemas de la Humanidad entera más allá de sus fronteras. En este caso debido a la propagación de la pandemia surgida en su sociedad. Mientras los lideres capitalistas se desentienden de los pueblos y de la dimensión mundial de la crisis, China ofrece su ayuda y experiencia a los países más afectados como Irán e Italia.

China Popular, absolutamente denostada cuando no radicalmente desconocida, muestra al mundo la esencia humanista de su socialismo propio y el éxito de su sistema político.

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