El error de Unidas Podemos (1)

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Seré claro: considero un error que Podemos haya decidido entrar en el gobierno de Pedro Sánchez. Es un error que hayan hecho de esa entrada uno de los ejes de su campaña y es un error que finalmente hayan firmado ese pacto de gobierno. Lo es con independencia de los ministerios y los puestos a los que finalmente accedan. Lo es hasta el punto de que puede costar a Podemos su propia supervivencia como partido significativo en la política española. 

En los últimos meses, Pablo Iglesias y su equipo han dejado muy claro que la entrada en un gobierno de coalición era una línea roja que el PSOE debía aceptar si quería los votos de Unidas Podemos en una investidura. No bastaba un acuerdo de investidura, no bastaba un pacto para sacar adelante unos presupuestos. Pablo Iglesias quería que los suyos, con él  mismo o sin él, entraran en el gobierno. Con esta idea en mente, Unidas Podemos ha llegado a permitir la convocatoria de unas segundas elecciones de las que sabían, porque las encuestas no mentían, que podían salir mal parados. Aunque finalmente el daño no ha sido tan grande como el que algunos, Errejón mediante, vaticinaban, el riesgo de que ocurriera con Unidas Podemos lo que ha pasado con Ciudadanos estaba ahí, muy presente. La jugada salió bien, sin embargo. Unidas Podemos perdió escaños, pero emergió del lance con la llave del gobierno socialista en la mano. Hay quien ha llegado a decir que Pablo Iglesias ha sido, junto con Santiago Abascal, el gran vencedor de esta repetición electoral. 

No tuvimos que esperar mucho para ver la escenificación del acuerdo entre Unidas Podemos y PSOE. Como si el asunto estuviera ya cerrado de antemano, que lo estaba, Sánchez e Iglesias se reunieron cuando las urnas aún estaban calientes y sellaron un pacto que incluía la formación de un gobierno de coalición. Los que días antes sólo se dedicaban reproches cargados de desconfianza, pasaron a fundirse en un abrazo fraternal que, aunque arrancó el aplauso emocionado de muchos, a otros nos generó una media sonrisa llena de sarcasmo. Un abrazo que era la plasmación gráfica del cálculo electoral y la hipocresía política, pero que abría la puerta a la formación de un gobierno progresista en el que, por primera vez desde tiempos de la Segunda República, podía haber ministros de partidos a la izquierda de PSOE. Un abrazo que, pese a todo lo dicho y las ilusiones despertadas, puede convertirse en una trampa mortal para Iglesias y su partido. 

De hacerse realidad este gobierno de coalición, y todo apunta a que, salvando algunas dificultades, así será, el nuevo gobierno tendría un único frente de oposición. Un frente que se ubicaría siempre a su derecha. Una oposición de derecha conservadora, de la mano del PP; una oposición de ultraderecha populista, del partido de Abascal; una oposición casi desdentada, por parte de un hundido Ciudadanos. Una oposición íntegramente de derechas, por tanto. Ninguna oposición a la izquierda. El nuevo gobierno no tendrá que enfrentarse, ni en sus presupuestos, ni en sus leyes, a una oposición desde la izquierda, de modo que todas las decisiones consensuadas por Unidas Podemos y el PSOE, recibirán en el Congreso un aplauso cerrado de sus propios partidos, sin que nadie alce la voz desde una perspectiva progresista o netamente socialista. Es cierto que es la primera vez en este ciclo democrático en el que lo que está a la izquierda del PSOE entra a un gobierno, pero también lo es que nunca antes nos habíamos encontrado con la ausencia total de una oposición de izquierdas. El PCE primero, e IU después, con más o menos escaños, siempre ejerció ese papel, de voz que se alzaba cuando el gobierno socialista, de González o de Zapatero, se deslizaba con placer por las vías del liberalismo. ¿Quién alzará la voz en el Congreso cuando esto ocurra, con un Podemos silenciado por el mismo hecho de pertenecer al gobierno? Iglesias ya ha anunciado a sus bases que tendrán que hacer renuncias dolorosas, sin precisar cuáles. Unas renuncias que serán recibidas con el silencio, o incluso con el aplauso, como respuesta por parte de las bancadas de Podemos. La disciplina de partido manda, y con los tuyos en el gobierno nadie se atreverá a mover ni una ceja para mostrar el descontento. 

El lugar de Unidas Podemos no era el gobierno. Unidas Podemos tendría que haber facilitado la investidura del PSOE, y haber negociado, desde la posición de fuerza que le da el Parlamento, tanto los presupuestos como otras leyes que estuvieran por venir. Estar en la oposición te resta poder, cierto; pero también te otorga libertad para señalar, con tanta dureza como sea necesaria, las malas decisiones de un gobierno socialista que, como todos sabemos, va a primar la obediencia a Bruselas sobre las medidas de bienestar social en España. Cambiar una oposición de izquierdas por un par de asientos en el gobierno puede ser un mal negocio para un partido que ha hecho de las políticas sociales su principal eje discursivo. Tendremos un Podemos con asientos en el Consejo de Ministros, pero también un Podemos silenciado, domesticado y controlado en el Parlamento y el Senado. Y lo que es peor, un Podemos silenciado, domesticado y controlado en las calles. 

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