Los perdedores de la guerra quieren ser los vencedores

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Esta frase, señoras y señores, ¿me la puede explicar alguien? ¿Qué ganamos exactamente los españoles en la guerra?

Envueltos en banderas, personas normales, con trabajos normales, familias normales y vidas normales, han olvidado lo que es una guerra, la pobreza, el hambre y el dolor que trae con ella.

En las guerras muere gente, vuestra gente, así que, ¿alguien que me explique, por favor, qué se gana en una guerra?

Los dirigentes de un país deben limitarse a gestionar los recursos en beneficio de los habitantes de ese país, y cualquiera que nos haya llevado o nos lleve a una guerra bajo el ideal que sea, es un psicópata.

En este sentido no hay término más pervertido en este país que el patriotismo. Un patriota no es es el que compra la bandera más grande que ha podido encontrar en el Chino y la cuelga en el balcón, tampoco es el que añora dictaduras, el que amenaza con usar la fuerza, ni el cobarde que busca culpables a sus males en los colectivos desfavorecidos y, sobre todo, no es aquel que se jacta de una guerra en la que la que se asesinaba a sus propios compatriotas por tener ideas políticas diferentes, eso es lo menos patriota del mundo, eso es no tener cabeza ni corazón. Un patriota es el que ama a la gente de su país, no el que está deseando que la asesinen, es así de simple, no hay más.

Decía Pierre Joseph Proudhon: «La paz obtenida con el filo de la espada no es más que una simple tregua», y esto es lo que le pasa a España, no hemos hablado, no nos hemos reconciliado, no nos hemos pedido perdón, eso sería reconocer que estábamos equivocados y aquí eso no se lleva, aquí nos gusta más aquello de negarlo todo y buscar culpables a nuestros errores, como he dicho antes, así que lo que hemos tenido es una tregua, hemos dejado que sean nuestros dirigentes quienes hablen por nosotros, y esto habría sido lo normal y habría salido bien si fuesen personas capacitadas, pero no lo han sido y somos constantemente engañados por ellos, que utilizan el recurso de las dos Españas para levantar resentimientos y poder perpetuarse en el poder.

Para que haya una democracia madura en España necesitamos dejar de votar esos discursos y votar al candidato que nos presente unas garantías, al que responda por sus promesas. Necesitamos exigir al representante que votamos, necesitamos criticar duramente al representante que votamos cuando no cumple, y no lo hacemos, ¿a quién critica un español? Critica al contrario, al que no vota. Para esto nos dan una serie de herramientas que repetimos como loritos para acusar al otro, así evitamos sentirnos estúpidos, y por eso no somos un país maduro.

Pensadlo bien, lo que pasa en España no tiene mucho sentido, hay partidos que se presentan a elecciones sin programa, otros presentan su programa dos semanas antes de unas elecciones, y esto no nos resulta un insulto a nuestra inteligencia, ni siquiera raro, y a ellos tampoco les extraña, saben que tienen asegurados votos porque estamos divididos, porque se votan caras, no programas.

Tenemos un montón de partidos para elegir pero el votante es el mismo, sea de derechas o de izquierdas, y ahí está el problema, somos nosotros los que estamos haciéndolo mal.

Votamos a un partido político como seguimos a un equipo de fútbol, hablando de defender esto o aquello, ¿estamos en guerra? ¿seguimos en guerra? ¿Qué tenéis que defender a parte de vuestros propios intereses?

Las promesas electorales se diluyen entre odios: Que si las lenguas, que si Cataluña, que si Gibraltar, que si Venezuela, que si Franco, que si facha, que si perroflauta…

Los políticos montan el circo alrededor de algún tema y, una vez distraída nuestra atención, cosa que es bastante fácil, hacen lo que les da la gana, y aquí no pasa nada.

Todos tenemos asumido el desmán político, la falta de transparencia, las promesas que no se cumplen, el amiguismo, la condición de intocables, y todo esto nos parece normal ¿Cómo va un español a criticar al representante que ha votado? ¡No, hombre, no!, hay que buscarle una excusa o desviar el tema. Hay que hacer como cuando suspendías un examen en el colegio y le contabas a tus padres que bueno, tú habías sacado mala nota, pero no la peor, porque fulanito o menganito habían sacado un cero. Ese es el nivel, señoras y señores, asumamos que todavía estamos en pañales.

Por ejemplo, ¿qué estábamos haciendo todos cuando se reformó la ley laboral? Yo me acuerdo, estábamos debatiendo acaloradamente sobre el aborto porque algún político sacó el tema para luego dejarlo tal y como estaba. Las redes ardían entre los que acusaban de asesinato de niños y los que clamaban por los derechos de la mujer, pero en realidad el debate no existía, el debate estaba cerrado hace décadas. Somos así, y es hora de cambiar.

Creo que todos hemos visto en las noticias ministros de otros países que presentan su dimisión por cosas tan extrañas para nosotros como llegar un minuto tarde al congreso y esto causa admiración fuera de nuestras fronteras, pero en España, quien más quien menos, ha pensado: “Menudo pringado, esto pasa aquí y no lo comentan ni los bedeles del congreso.” Y esta forma de pensar, tenemos que admitirlo, es la de un país de perdedores, todos vamos perdiendo, señoras y señores, no solo no hemos ganado nada con la guerra, sino que ni siquiera estamos ganando una sola batalla por nuestros derechos.

La mayor parte del país se guía, como he dicho, por discursos, otra gran parte vota por costumbre al mismo, hay quien vota al partido que le regala un culpable para todos sus males, y así es el votante español.

No votéis nunca más con el corazón, con la costumbre ni con el odio, si queréis votar desde un sentimiento que sea más absoluto y profundo egoísmo, lo que más os compense, da igual la opción, y cuando vuestro candidato incumpla sus promesas criticadle, exigid, tened muy claro que ese culpable que buscáis no está entre los votantes de otra opción política, está entre los representantes que todos hemos elegido, unos por tomar decisiones que resultan abusivas, y otros por su inacción para pararlos, porque solo así podremos llegar a ganar algo los españoles.

Algún día espero que podamos madurar lo suficiente como sociedad para dejar de caer en su trampa, en ese enfrentamiento que se rescata cuando nuestra clase política, esa tan trabajadora y capaz que tenemos, quiere tapar una nueva medida que nos arruina la vida a todos, y ojalá pronto no haya nadie dispuesto a afirmar que está orgulloso de una guerra en la que murieron españoles.

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Gala Romaní
Gala Romaní (Vigo, 1973). Escritora independiente de género fantástico y humorístico. Ha sido colaboradora en la revista digital Culturamas, donde denunciaba los abusos en el sector literario a raíz de su mala experiencia publicando bajo un sello editorial. Publicó su primera novela, La Sombra de los Lobos, en 2011. Otras obras: “La Transmigradora”, “Portadores de Sangre I y II”, “Si te casas sé tú misma” y “Entre el amor y el sarcasmo.”

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