Mujeres de presos políticos: el proceso 1001 contado por Luz María Rodríguez Luque

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«Yo me uní a las Comisiones Obreras en 1969, cuando tenía 16 años. Fue a través del que luego sería mi compañero de vida, Paco Acosta.
En el mes de Julio de ese año, Fernando Soto y él, me propusieron participar en la elaboración del periódico o boletín de las CC.OO. de Sevilla. Se llamaba y aún se llama, REALIDAD.

Los elementos materiales no podían ser más modestos: Una vieja máquina de escribir de doble carro, clichés de cera para grabar, (dejando fuera la cinta de la máquina y utilizando los tipos para taladrar el papel de cera del cliché por el que luego pasaría la tinta que confirmaría el éxito de la empresa que nos ocupaba), los textos que conformarían el contenido del periódico, un sello con el nombre de “Realidad”, fabricado por un compañero, que junto con la tinta de color rojo del tampón, harían una característica inconfundible de la estética del periódico.
La imaginación hacía el resto.

La página central, que se titulaba “noticiero obrero”, se encuadraba de forma casi increíble vista desde los medios técnicos con que contamos ahora. El elemento humano era insustituible para conseguir un resultado óptimo de aquel trabajo absolutamente artesanal pero ilusionante. Estábamos
convencidos de que no sólo debía tener un buen contenido, sino de que tenía que estar bien hecho.

La sensación de coger entre las manos ese primer ejemplar, es lo más parecido a recoger en ellas una criatura recién nacida. Esta era nuestra criatura.
Este periódico, pequeño, del tamaño de una cuartilla, se entregaba en mano a los trabajadores en las empresas y además era enviado a una gran cantidad de personas. Profesionales de todo tipo: abogados, médicos, arquitectos, periodistas, etc., recibían sin
remite un sobre, casi siempre color sepia, con un contenido subversivo e ilegal, pero que era seguro les daba pistas de la determinación con que estaban planteadas las ideas.

Era la voz de los trabajadores, de sus Comisiones Obreras, que querían cambiar
la sociedad opresiva, intolerante e indigna que era la Dictadura.

Así comenzó para mí una larga historia de compromiso, de lucha, y de solidaridad con los problemas de las personas trabajadoras y contra la injusticia y por la libertad. Fueron tiempos muy complicados para nosotros, porque los problemas a los que nos enfrentábamos eran muchos y muy serios. La persecución policial constante, el despido o la cárcel estaban asegurados.

Sólo teniendo el convencimiento de que lo que estás haciendo es lo correcto y lo honesto, se puede aguantar esta situación.

Eran momentos de una gran entrega e intensa actividad contra la dictadura, en los que la vida personal pasaba a segundo plano. En julio de 1970 Paco y yo decidimos casarnos para poder pasar más tiempo juntos y también de paso escapar de la vigilancia familiar. Nuestras familias estaban continuamente en vilo por nuestras actividades, que aunque no estuviesen abiertamente declaradas, ellos las intuían como peligrosas. Y no estaban en absoluto equivocados.

Un mes antes de la boda despidieron a Paco de la empresa de autobuses en la que trabajaba por hacer una huelga, pero aún así, nos casamos. Nos casó un amigo que ejercía el sacerdocio en uno de los barrios más humildes de Sevilla: el Polígono Sur. La ceremonia se celebró en la sacristía, nos acompañaron unos cuantos amigos que firmaron como testigos, y de la misma, no tenemos ningún recuerdo fotográfico, ni tan siquiera anillos, lo cual nos supuso una pequeña reprimenda por parte de este amigo sacerdote.

Nosotros lo que queríamos era estar juntos y lo demás era superfluo. Al dia siguiente él tenía que asistir a la IV Asamblea General de CC.OO. en Madrid y yo le acompañé.

La policía descubrió la reunión, y a los 3 dias de casarnos estábamos los dos detenidos en Madrid. Así que lo que llaman luna de miel, la pasamos en los sótanos del edificio que ahora cobija a la Comunidad de Madrid, y que entonces era la Dirección General de Seguridad.

La luna de miel en los calabozos.

A Paco lo encarcelaron, lo multaron, y a continuación le hicieron una petición de 2 años y cuatro meses de cárcel. Afortunadamente, este juicio no llegó a celebrarse, y eso hizo que la petición de pena en el Proceso 1001 fuese “sólo” de 12 años y que saliese de la cárcel en febrero y no en noviembre de 1975.

Yo tuve la suerte de que Cristina Almeida consiguiera mi libertad argumentando ante el juez que yo sólo tenía 17 años y no tenía ninguna vinculación con actividades ilegales o clandestinas. Cristina Almeida es una gran abogada que siempre ha tenido una capacidad de convicción poco común. Y desde luego nunca olvidaré su generosidad y su protección hacia mí en aquellas circunstancias.

A los 2 años de lo anterior, el 24 de Junio de 1972, Paco fue detenido nuevamente en Madrid, en una reunión de la Coordinadora Nacional de CCOO, en el que fue tristemente célebre Proceso 1001 del Tribunal de Orden Público.

Yo los había acompañado a él y Fernando Soto a Madrid. A primera hora de la tarde, un compañero llegó con la noticia de la detención a la casa de unos amigos, ya mayores, Rafi y Fernando, en la que yo esperaba el regreso de ellos para volver a Sevilla.Sentí que el mundo se hundía bajo mis pies. La sensación de vértigo que esto me produjo, es difícil de describir. Era consciente de lo que ocurriría. Yo tenía 19 años y estaba en Madrid lejos de todo lo que me era familiar y conocido…Esto ya no iba a ser tener que cambiarnos de casa huyendo de la policía, no encontrar trabajo porque estabas fichado, vivir con menos de lo justo, o dormir pensando que pueden venir a detenerte de madrugada…

El T.O.P. pidió 162 años de cárcel para los 10 dirigentes de las CCOO que detuvo el 24 de Junio de 1972 en la reunión de la Coordinadora Nacional en el Convento de los Oblatos de Pozuelo de Alarcón.Una dura prueba a la que deberíamos enfrentarnos con mucha firmeza inmediatamente.Y eso hicimos los familiares, fundamentalmente las mujeres de los integrantes del proceso.

Seguramente la dictadura no contaba con la campaña que íbamos a emprender, para denunciar la ignominia que suponía encarcelar y condenar a 10 trabajadores por el único delito de asistir a una reunión y pertenecer a Comisiones Obreras.

La solidaridad que generó entre la clase trabajadora, dentro y fuera de España, fue extraordinaria.Sería largo de contar el inmenso trabajo que realizamos. Pusimos todo nuestro empeño en hacer llegar nuestra voz a todos los estamentos posibles.

Hacía falta mover las conciencias y conseguir toda la solidaridad posible a favor de nuestros familiares y contra la dictadura. Desde la Conferencia Episcopal reunida en El Escorial, a donde nos desplazamos en tren para intentar informarles de lo que le estaban haciendo a 10 trabajadores, hasta el Capitán General de la segunda región militar en Sevilla.Profesionales de todo tipo, Médicos, Abogados, Periodistas, Empresarios, Profesores y Catedráticos, Estudiantes… no había aliado pequeño contra tanta arbitrariedad.

El 20 de Diciembre de 1973, dia señalado para el juicio, amaneció plomizo y muy frío. De esos días frios que a veces hace en Madrid.

Desde muy temprano los familiares estábamos en la puerta del Tribunal de Orden Público, a la espera de entrar en la sala del juicio.Se preveía que habría grandes movilizaciones y la asistencia de periodistas y personalidades de España, de Europa y de EE.UU. Pero todo nuestro esfuerzo y el de tantas y tantas personas, se fue al traste, cuando ETA hizo coincidir el atentado al presidente del gobierno Carrero Blanco, con la fecha del juicio.

Fue tal el grado de violencia que se desencadenó alrededor de Las Salesas, sede del Tribunal de Orden Público, por parte de la ultraderecha, incluso en el tribunal que los iba a juzgar, que lo que más temíamos era no volver a verlos con vida. Cientos de personas esperaban para entrar en la sala, pero a raíz del atentado la policía disolvió con mucha energía a los que la formaban. Solo quedamos los familiares.

A nosotros nos dijeron que teníamos que marcharnos, pero Josefina, la esposa de Marcelino Camacho, con bastante serenidad pero muy firme, les hizo saber que hasta que nuestros abogados no nos informasen de la situación en que se encontraban nuestros familiares nos quedábamos donde estábamos. Y allí nos quedamos, con manifestantes de ultraderecha amenazando a los presos y a nosotros. En todo caso, a correr la misma suerte que ellos.

Ya por la tarde, se inició la vista y pudimos entrar en la Sala. Lo hicimos en medio de un pasillo formado por la Policía Armada para protegernos de cualquier posible agresión.Tres dias duró el juicio y la sentencia fue inmediata. Sus condenas fueron exactamente las mismas que las peticiones fiscales que se les había hecho.

Cuando íbamos de vuelta para Sevilla, en un tren que tardaba nueve horas en llegar, la noche del 24 de Diciembre de 1973, Carmen, Leonor y yo, éramos incapaces de iniciar ninguna conversación.

El sentimiento de tristeza era tan intenso que no había lugar para las palabras. Era un mazazo insuperable.

Era la Nochebuena para mucha gente, pero desde luego no para ellos ni para nosotras. Los mejores años de nuestra juventud, cuando más ilusión y más pasión se tiene por la vida, están inevitablemente unidos a esta pesadilla.

Rosa Montero, en su libro sobre Marie Curie dice : “Si puedes hablar de lo que te acongoja, estás de suerte, eso significa que no es tan importante, porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la palabra”.

Eso nos pasó a nosotras tres, nos arrancó la palabra.No os podéis imaginar el esfuerzo llevado a cabo por las mujeres de los presos políticos, y lo importante que este ha sido para conquistar la democracia en España, para conseguir que en nuestro país las personas puedan unirse y defender sus derechos y su dignidad, para que no encarcelen a nadie por defender una idea, por el respeto y la tolerancia.

Estas mujeres tuvieron una enorme valentía, actuaron con una gran responsabilidad y generosidad. Tuvieron que criar ellas en solitario a sus hijos, fueron padre y madre superando tantas dificultades, al tiempo que exigían la libertad de sus maridos. Hay que decir que fueron muy valientes y que lucharon mucho en la defensa de sus maridos cuando estaban encarcelados, exponiéndose a menudo a ser detenidas ellas mismas, y que esta lucha fue muy importante para conseguir el fín de la dictadura y las libertades democráticas.

Representan la figura de la mujer de preso, son “las perdedoras que han escrito la historia más digna y verdadera”.

Como lo definió el periodista Antonio Ramos Espejo, en su libro “Andaluzas” eran Presas al otro lado de la reja.

Luego han venido muchos 20 de Diciembre.

Creo que ninguno de los protagonistas de aquel dia hemos podido olvidar esta fecha. De la misma manera que no se puede olvidar el cumpleaños de un hijo o de una hija.

Nosotros, Paco y yo, podemos corroborar ésto, porque además nuestra hija nació el dia 21 de Diciembre de 1975 en las primeras horas del dia y ya estaba intentando nacer desde el dia 20 de Diciembre. Esperábamos su nacimiento desde bastantes dias antes, pero se dio esta coincidencia.

Valió la pena nuestra lucha, la lucha de una sociedad que estaba ansiosa de libertad y que tenía ganas de dejar de ser diferente del resto de los paises europeos. Cuando lo que está en juego es la libertad, merece la pena complicarse la vida.

Es un orgullo haberlo hecho. Es una satisfacción haber contribuido a conseguir vivir en democracia y que nadie vaya a la cárcel por defender una idea».

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