La Profecía Autoinfligida 

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Por Carlos Sánchez, de Grupo de Control TV

Allá por Noviembre de 2023, en Grupo de Control, entrevistábamos al rabino Dovid Feldman de la congregación religiosa judía Neturei Karta, un grupo religioso de judíos jaredíes asentado fundamentalmente en el barrio de Mea Shearim de la Ciudad Vieja de Jerusalén, en territorio ocupado ilegalmente por el Estado de Israel desde 1948. Neturei Karta es, además de una congregación religiosa muy devota, una comunidad de judíos de origen fundamentalmente húngaro, cuyos ancestros se asentaron en la Palestina dominada por el Imperio Otomano a principios del siglo XIX, varias décadas antes de la Primera Aliyá (diáspora judía), que data del año 1882, como consecuencia de los pogromos judíos en la Rusia zarista de finales de siglo. 

El nombre de Neturei Karta proviene del arameo y significa “guardianes de la ciudad”, lo que supone toda una declaración de intenciones. Como nos comentaba el rabino Feldman, los miembros de esta comunidad, a finales del siglo XIX y principios del XX, verían cómo el sionismo iría poco a poco desmantelando las relaciones de buena vecindad que mantenían con las comunidades cristiana, armenia y en especial, con la comunidad árabe. Y es que para Neturei Karta, el sionismo es un planteamiento herético, ultranacionalista y secular. Un planteamiento antijudío a sus ojos, político y no religioso, que ha hecho de la apropiación cultural de la mitología judía su gran excusa propiciatoria para el apartheid que hoy día padecen los palestinos. No es intención de este artículo escarbar en los orígenes del sionismo, ni en sus justificaciones históricas, ni tampoco ahondar en la escabrosa cuestión de la creación artificial del Estado de Israel, sino más bien analizar las consecuencias de un planteamiento político a todas luces erróneo. 

Y es que el planteamiento del Eretz Israel sionista no es más que un proyecto político basado en la exclusión consciente y organizada de los indígenas árabes. Si bien en origen, los judíos de la primera aliyá, que compraran tierras de manera mancomunada a los terratenientes turcos de finales del siglo XIX, contrataban para arar sus tierras a árabes, la segunda aliyá sentaría las bases del apartheid actual, materializando sus normas de exclusión de los árabes con la creación del sindicato Histadrut, paradójicamente de corte obrerista, que concebía los kibbutz como un protoestado judío en el que la tierra sería trabajada por judíos para consumo de judíos. Un planteamiento racista y colonial que fue despertando la cólera de los árabes, que veían como, poco a poco, eran desplazados de la tierra que llevaban habitando durante siglos. Desde entonces, la conflictividad no ha hecho más que crecer, y por mucho que la propaganda sionista internacional se empeñe en vender el proyecto de Eretz Israel como el oasis democrático de Oriente Próximo, la realidad es tozuda en demostrar la falsedad de semejante afirmación. Israel es un estado racista, excluyente, confesional, en el que no existen autoridades civiles que oficien bodas, en el que se promulgan leyes que consagran a los árabes israelíes como ciudadanos de segunda. Israel no es la Noruega de Oriente Próximo sino más bien la Sudáfrica del apartheid previa a Mandela. 

No considero necesario enumerar todos los hechos ominosos que han llevado a la situación actual, en la que el gobierno de Netanyahu perpetra, con la inestimable ayuda de sus socios occidentales, un genocidio vergonzante en Gaza mientras persiste en provocaciones constantes a sus vecinos árabes. Como dijera Mafalda, esto no es el acabose, sino más bien el continuose del empezose de aquellos pioneros sionistas. Mismos mimbres para un cesto en que las manzanas se contagian las unas a las otras de la podredumbre moral sionista, dejando tras de sí un nauseabundo olor a muerte y destrucción que no augura nada bueno. Y es que no quedan posiciones moderadas en Israel. La irrelevancia en que han caído las posiciones del Partido Laborista —con pírrica representación actual en el Knesset— o el desaparecido Meretz ha derivado en una composición de la cámara de corte muy radical. Tan radical, que el Likud de Netanyahu —heredero natural del sionismo revisionista filonazi de Jabotinsky— y sus múltiples escisiones casi resultan moderados, si uno lo compara con esa coalición llamada Sionismo Religioso (valga el oxímoron). Ben Gvir y Smotrich —a la sazón Ministros de Seguridad Nacional y de Finanzas respectivamente— las dos cabezas visibles de la coalición en pugna por la hegemonía ideológica, rivalizan en sadismo colonial, y a cada provocación de uno, responde el otro.´ 

Sin duda, el gato al agua se lo está llevando Itamar Ben Gvir, conocido por su apología del terrorista ultrasionista Baruch Goldstein, aquel que matara a decenas de árabes en la Mezquita de Ibrahimi, o por robar jactanciosamente el distintivo del coche oficial de Yitzak Rabin, burlando la seguridad del entonces primer ministro, un par de semanas antes de ser asesinado, augurando y profetizando su asesinato a manos del ultrasionista Yigal Amir. Ambos han mostrado reiteradamente y de manera expresa su apoyo a los colonos judíos que ocupan ilegalmente territorio de Cisjordania, avivando aún más el odio territorial y étnico. Son sólo dos pequeños ejemplos de la política de provocación persistente en que está instalado el gobierno de Netanyahu, que no conforme con el genocidio que está practicando sobre la población de Gaza, ha amparado el crecimiento exponencial y sin precedentes de los asentamientos desde el 7 de octubre.  

Por si fuese poco, un mes antes de los sucesos del 7 de octubre, nacería en Israel la llamada Pará Adumá o la “Vaca Roja del Fin de los Días”, esa décima vaca roja libre de impureza, que según la profecía hebrea, su sacrificio sería la antesala de la construcción del Tercer Templo de Jerusalén, y por consiguiente, el Apocalipsis, tras el que ocurriría el advenimiento del mesías. Un mito, que sirve para algunos como excusa propiciatoria para un enfrentamiento con Amalec, según el Tanaj, el enemigo del pueblo de Dios, singularmente personificado para la ocasión en el pueblo de Irán. Una encarnación muy oportuna, sin duda, habida cuenta del interés sempiterno de Netanyahu en forzar un enfrentamiento directo con Irán, que sirviese de coartada para una eventual invasión del amigo americano. Y si bien es cierto que la ocasión parece óptima para Israel, no lo es tanto para el amigo americano, envuelto en varios frentes bélicos en los que no está saliendo precisamente bien parado, mientras su adversario geopolítico chino, líder del nuevo orden global multipolar que proponen los BRICS, traba lazos de colaboración cada vez más sólidos con las potencias regionales, llegando incluso a sentar en una mesa de negociación a las dos máximas potencias de la zona, Irán y Arabia Saudí, otrora enemigos irreconciliables. 

Y es que el judaísmo es profuso en profecías, pero también en interpretaciones. Yo me quedo con esta de Dovid Feldman, que en la entrevista anteriormente mencionaba auguraba la expulsión de los judíos de la tierra de Israel como castigo por su pecado original de organizar un estado en la tierra prometida sin que haya concurrido el advenimiento del Mesías, como ya ocurriera en el año 132 d.c. con la expulsión de los judíos de Judea por parte de las tropas del emperador Adriano. Y así, como el personaje del Magistrado en la obra maestra de J.M. Coetzee, entre profecía y profecía, entre advenimientos y lanzamientos de misiles balísticos, nos encontramos “esperando a los bárbaros”, con la incertidumbre de saber si finalmente ocurrirá el Apocalipsis que vaticina la Pará Adumá, o por el contrario, cabe esperar la profecía autoinfligida que auguraba el rabino Feldman. 

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Twitter: @cyandeceres

Puedes verlo aquí: https://beatalegon.tv/video/editorial-grupo-de-control-la-profecia-autoinfligida-de-israel

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