Rayos de sol y reflexiones feministas: el verano bajo la lupa patriarcal y la presión estética en la autoestima

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Por Reis Vidal

Creo que en algún momento todas hemos querido hacer algo para sentirnos bien con nuestro cuerpo, para encajar y tener éxito. Sobre todo ahora que los rayos de sol son más fuertes, empezamos a llevar ropa más ligera y a ponernos el bikini. Se aproxima el verano y el espejo nos refleja deformadas.

Todo comienza deseando sentirnos aceptadas, pertenecer al grupo de mujeres con atractivo corporal, que tienen éxito social. Sentirnos más valoradas o menos rechazadas. De manera inconsciente hemos sido socializadas para gustar, para ser deseables, para ser el reflejo en el espejo, el patriarcado nos modela a su gusto.

Si esto nunca te ha pasado porque eres una mujer liberada o liberal, sigue leyendo porque puedes ayudar a otras que no se sienten tan seguras.

Bueno, volvamos a lo que nos trae, preparar nuestro cuerpo para el verano, para la playita, bikini, …

El concepto que tenemos de nosotras se ve amenazado, tenemos un cuerpo que no queremos, nuestro cuerpo es un error y nosotras somos unas débiles porque no hemos tenido la suficiente fuerza de voluntad.

Como siempre que tenemos estos pensamientos de poca valía, nuestro cuerpo es reactivo, son respuestas automáticas que presentamos porque se nos ha inculcado el miedo a ser expulsadas, a ser rechazadas si no somos lo que se espera de una mujer.

Tiempo de malestar. Nuestros pensamientos entran en bucle de manera automática, nos criticamos y nos hacemos reproches porque vemos en nuestro cuerpo un error, una debilidad. 

Y así comienzan las plegarias después de Semana Santa. Nuestra autoestima está en juego, buscamos soluciones fáciles que nos den seguridad y empoderamiento.

Queremos sentirnos guapas ¡porque yo lo valgo! 

La mayoría de mujeres en Occidente, y en España concretamente, podemos elegir, somos libres. Tenemos estudios, trabajo, somos independientes. Pero como señaló Naomi Wolf en nuestro subconsciente hay algo aparentemente frívolo que nos esclaviza. El éxito en las mujeres siempre va acompañado de un cuerpo que sigue los patrones de la época  y que nunca llega a la perfección de belleza porque no existe materialmente.

La maquinaria ideológica ya está en marcha, el patriarcado se rearma con la industria de la estética corporal que aumenta sus ganancias cada año. Da igual la clase, la edad, etc. seguro que hay modelos, referentes que representan el ideal de feminidad, de mujer exitosa, es decir, deseable para la mirada masculina que la industria te presenta para que en una falsa elección decidas parecerte a ellas. 

Invertimos tiempo y dinero, para cambiar nuestro cuerpo. Nuestra autoestima está sujeta al autoconsumo. El empoderamiento que nos venden alude a nuestra fuerza de voluntad. Si una mujer lo ha conseguido, otras también pueden, sólo depende ti. Lo llaman la “democratización” de la cirugía estética, al alcance de todos los bolsillos, ¡porque nosotras lo valemos! 

Este malestar corporal no aparece por arte de magia, ni de forma espontánea, ni  porque has sido mamá, ni por la menopausia, ni porque has dejado de ser una niña. Ni tampoco aparece el malestar corporal porque estes loca, ni seas débil, ni una histérica. Es la consecuencia, es el resultado del aprendizaje social.

Al mismo tiempo que comienzan las inseguridades e insatisfacciones porque recibimos el mensaje de que nuestro valor depende de la mirada del otro, también recibimos otro mensaje: has de mantenerte deseable siempre para los hombres o caerá tu valía. Así que aprendemos a luchar contra otras mujeres, contra nuestras idénticas como dijo la maestra Marcela Lagarde. Esta relación aprendida entre mujeres es una posición política que perpetúa nuestro estatus de subalteridad.

Se produce lo que que he llamado el doble ataque a la autoestima. El primer ataque que sufrimos es social e invisible por eso es tan difícil combatirlo. Es una agresión no verbal, no explícita. Se realizan millones de mensajes visuales, gestuales, que van configurando creencias, ideas, que nos devalúan. Filtros y retoques en las imágenes que se alejan de la realidad corporal de las mujeres, la moda vende ropa para mujeres con tallas infantiles. ¡No cabemos en esas tallas!

Aprendemos una serie de asociaciones invisibles entre el cuerpo y la norma social. 

De manera velada y constante vemos muestras de afecto y reconocimiento a las mujeres por su aspecto físico “deseables”. Quedamos indefensas ante el ataque patriarcal a nuestro ser, a nuestra dignidad, porque este condicionamiento se encuentra en las capas profundas del inconsciente de cada mujer, de cada niña. Nuestro sistema de ataque defensa no se activa al no tener un ataque visible, explícito, al no ser conscientes de la amenaza que supone el patriarcado para nuestra autoestima. El cuerpo y la mente ceden y asumen que es una misma la que está mal, que no es adecuada, nos sentimos insatisfechas. 

A la vez, se produce el segundo ataque. El patriarcado desea seguir reforzando la idea de que eres tú la imperfecta. Esta agresión social velada tiene un gran impacto en nuestra autoestima, sentimos vergüenza al rechazarnos a nosotras mismas, al sentir que carecemos de valor. Nos hunde la culpa por ser débiles, por falta de voluntad para tener el cuerpo deseado, el ideal. Pasamos a ser nuestro mayor enemigo, el patriarcado nos ha hecho “luz de gas” y nos tiene a su merced. La validación social depende de la evaluación masculina.

La fuerza de voluntad acaba enfermándonos. Forzar la conducta produce resistencia , y al final el agotamiento. Utilizamos dietas para la pérdida de peso o control de la alimentación disparando la ansiedad, perdiendo calidad del sueño. Caemos en un vacío porque nunca llegamos a la meta ideal del otro, que siempre deseará más excitación, más poder. La industria de la moda nos analiza por trozos, partes del cuerpo son inspeccionados con lupa. La cosmética, la estética es un continuo autoconsumo, generando tras la euforia del momento la desilusión, la frustración.

Por eso, para sentirnos bien con nosotras, sabemos  que el cuerpo es la parte más visible y para las mujeres es la etiqueta social del éxito. Decidimos “libremente”  entrar en la rueda, vamos a cambiar porque estamos insatisfechas con nuestra apariencia corporal, nos tratamos mal, con desprecio, incluso  entramos en pensamientos bucle o repetitivos: “qué horror, he engordado”, “como me voy a poner el bikini, parezco una vaca”, “ estoy muy blanca”, “estoy flácida, vieja” …Y aunque, las personas más próximas nos digan que estamos bien, nos hemos desligado del cuerpo, es nuestro enemigo y no las creemos. Vamos a luchar para cambiarlo.

La espiral será cada vez mayor porque el problema que se escapa de nuestro control, la industria nos engancha con los milagros, nos hacen pensar que el futuro será mejor, los problemas corporales desaparecerán para siempre. 

Incluso hemos llegado a valorar, al ver los cuerpos de otras mujeres en las revistas o en las pantallas, la oferta de alguna clínica estética para hacernos algo rápido, un fast food que nos llene de bienestar. Ya sabemos lo que pasa con esa comida.

Oímos que hay mujeres que se hacen “retoques” porque quieren cuidarse, que nadie les obliga, no lo hacen por los hombres, que así se ven “guapas” (habría que definir “guapas”). No ven el patriarcado y postulan la creencia de la propia agencia. Dañamos nuestro cuerpo por la apariencia: cortar, pegar y estirar.

Hay una gran oferta: dietas, talleres de autoestima, ropa, uñas, tacones, maquillaje, gimnasio, baile, libros de autoayuda pero todo recae sobre ti y tu fuerza de voluntad. En su mayoría carecen de perspectiva de género, falta feminismo.

Son parches para seguir alimentando la maquinaria patriarcal. También se oye,  por el lado que está sentado a la izquierda del patriarcado, que el grupo es lo primero y luego la autoestima individual. Pero el grupo toma fuerza si cada una de la mujeres toma el poder personal, posee una autoestima fuerte. 

Imagínate que mañana todas salimos sin maquillaje, sin uñas artificiales, sin tacones, sin enseñar piel, con ropa cómoda, calzado cómodo, ¡vamos, cómo lo hacen ellos! . Sin competitividad entre las mujeres, sororidad en acción. Seguro que algo cambiaría.  Eroticemos nuestra imagen sin aditivos. Sin dañarnos, buscando nuestro placer, comodidad y respeto por ser quienes somos y entre las mujeres. 

Nada más y nada menos. 

Tenemos necesidades parecidas y sufrimos las mismas violencias. Tenemos intereses comunes que nos unen en la lucha del día a día. La solución es el feminismo, único camino para elaborar una autoestima fuerte y tierna a la vez. El feminismo es para todas las mujeres incluso para aquellas que aún no tienen las gafas moradas para observar el mundo y cambiarlo. 

El feminismo va a la raíz, sin parches, dignifica y une. Aleja la idea de la perfección corporal para complacer a otros. No dañamos nuestro cuerpo, no engaña, es barato, y rechaza las reglas feroces del mercado. Se construye con mujeres para todas y cada una de las mujeres. 

Nuestro cuerpos son únicos, que desean y con deseos. Somos humanas completas e imperfectas. El feminismo es la senda para construir una autoestima sana. Espacios para mujeres, mujeres desarrollando la agenda feminista.

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