Visión de China. (3) Marx y Oriente, sobre el supuesto carácter «eurocéntrico»

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“….esto no impide que los chinos, hace cuatro mil años, cuando nosotros no sabíamos todavía leer, conocían todas las cosas esencialmente útiles de las que nos jactamos hoy”
Voltaire. Dictionnaire Philosophique

Juan López Páez, Área de China CEFMA, continuación de la entrada anterior

La acusación de que Marx era eurocéntrico tiene raíces en el campo académico occidental, para muchos teóricos poscoloniales y posmodernistas, el marxismo es un producto de la Ilustración a la que la consideran como una de las fuentes cruciales del racismo y el colonialismo. Edward Saïd, uno de los fundadores de los estudios poscoloniales, en su reduccionismo describió al propio Marx como un «orientalista» con una «visión homogeneizadora del Tercer Mundo» que «veía a Oriente como un lugar que requería la atención, la reconstrucción e incluso la redención de Occidente».

 La primera imprecisión de Said, como anota Aijaz Ahmad[1] es concebir a Marx al lado de literatos, cuando su pensamiento dista mucho de ellos en forma y fondo. ¿Era Marx realmente eurocentrista en el doble sentido del término, a saber, un teórico que construyó un gran relato abstracto que terminó subsumiendo la historia y la cultura del mundo bajo las categorías de Europa occidental, o bien un etnocentrista que adoptó una actitud condescendiente y paternalista hacia las sociedades ajenas a Europa occidental?. Para empezar, si se considera el período que abarca de 1841 a 1883, Marx fue un pensador que nunca dejó de reelaborar y desarrollar su aparato conceptual.

“…los límites de la verdad de cada tesis científica son relativos, tan pronto ampliados como restringidos por el progreso consecutivo de los conocimientos”.
Lenin. Materialismo y empiriocriticismo.

La aproximación al carácter eurocéntrico de Marx se realiza con una lectura sesgada desde una fragmentada construcción hermenéutica (comprensión del texto en el contexto) seleccionando textos sin ningún orden cronológico de elaboración. Edward Said en su libro “Orientalismo” a partir de un escaso conocimiento de la obra de Marx (limitado a unos cuantos escritos de 1853, como él mismo Said refiere) indica: “Hemos señalado cómo, durante el siglo XIX, en escritores como Renan, Lane, Flaubert, Caussin de Perceval, Marx y Lamartine, las generalizaciones sobre ‘Oriente’ adquirieron poder a partir de la presumida representatividad de todo lo oriental”. Said, lo acusa de estar desarrollando un “sistema de verdades [  ] Por lo tanto…. todo europeo, en sus eventuales dichos sobre Oriente, era consecuentemente racista, imperialista y casi completamente etnocéntrico”.

La fundamentación científica que hace Marx de su elaboración teórica es en función de obtener un conocimiento que se corresponda con aquella realidad a la que se propone transformar. A pesar de que Marx representa una crítica profunda a la tradición del idealismo alemán y su esencialismo, Said ignora que Marx se fundamenta en el paradigma del conocimiento científico válido, el modelo de búsqueda de la verdad tomado de las Ciencias Naturales, cuya influencia es casi omnipresente en la vida intelectual europea occidental de la segunda mitad del siglo XIX, y que tuvo una poderosa incidencia en la concepción del mundo de Marx. Es el terreno de la búsqueda de la verdad mediante los métodos universales de indagación empírica y demostración rigurosa que aporta como modelo la ciencia natural, ¿es por ello eurocéntrico?.

En segundo lugar, las perspectivas de Marx sobre China (e India) cambiaron considerablemente en 1856-1858, en respuesta a la resistencia masiva que estas sociedades empezaron a ejercer contra el imperialismo británico. En los artículos del New-York Daily Tribune Marx pone el eje, no en el “atraso” de Asia, sino en la brutalidad colonial de la segunda guerra del Opio contra China. Es evidente en este fragmento de un artículo publicado en 1856:

Los ciudadanos inocentes y los comerciantes pacíficos de Cantón fueron masacrados, sus casas fueron destruidas y su humanidad violada […]. Los chinos tienen como mínimo noventa y nueve heridas de las que quejarse contra una de parte de los ingleses.”

En tercer lugar, la noción de Marx de etapas de desarrollo histórico también sufrió cambios importantes a fines de los años 1850. En La ideología alemana de 1846, él y Engels postularon una teoría de etapas socioeconómicas, que luego denominaron modos de producción. Sin embargo, en 1857-1858, en los Grundrisse, Marx expandió su marco conceptual e introdujo, junto a los sistemas grecorromano y feudal europeos, un modo de producción asiático que vinculó especialmente con los imperios precoloniales de la India, de China y de Oriente Medio. Marx también hizo referencia en El Capital, donde escribió sobre los “modos de producción asiático, antiguo, feudal y burgués moderno”.

Herrera Rodríguez da cumplida respuesta a las críticas desarrolladas por las teorías poscolonial y decolonial a la posición de Karl Marx sobre la cuestión colonial:

1. La incorporación de Marx sin más al canon de grandes pensadores de la Modernidad.

2. La  reducción a un pequeño grupo de trabajos de la etapa de juventud de Marx haciéndolos pasar por el culmen de su reflexión sobre la cuestión de una teoría de la historia.

3. Catalogar su obra desde este momento y en torno a este tópico como un modelo lineal, teleológico y progresivo sin más.

Marx cambió sustancialmente su análisis del hecho colonial, modificando su enfoque dual inicial, del que conservó sólo la función destructora del hecho colonial. Criticó sus excesos, pero justificó su necesidad histórica. Marx aborrecía la opresión colonial de los pueblos de las áreas “atrasadas”, así como la hipocresía de su justificación, pero atribuía al hecho colonial una doble condición histórica: destructora por un lado de los arcaicos modos de producción precapitalistas, y, por otro, regeneradora, al sentar las bases materiales del “progreso”.

 La expansión marítima y el saqueo colonial constituyen parte del Capítulo XXIV de El Capital “La llamada acumulación originaria”:

«estos métodos se basan, como ocurre con el sistema colonial, en la más burda de las violencias. Pero todos ellos valen del poder del Estado, de la fuerza concentrada y organizada de la sociedad, para acelerar a pasos agigantados el proceso de transformación del modo feudal de producción en el modo capitalista y acortar las transiciones. La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva»

 Pedro Scaron, en su introducción de «Materiales para la historia de América Latina» desmenuza el tema y distingue etapas en el pensamiento de Marx a propósito de la cuestión colonial, las cuales no fueron un simple devenir armonioso de lo planteado en el Manifiesto del Partido Comunista sobre la cuestión nacional, La primera etapa que comprende los trabajos realizados por Marx entre 1847 y 1856, se caracteriza según Scaron, por un rechazo moral al colonialismo, acompañado de su justificación teórica, donde algunas naciones eran las portadoras del progreso histórico. Como señala Achcar [2] esta concepción es muy propia de un Marx ilustrado y apegado a los valores e ideales de la Ilustración (Aufklärung).

La segunda etapa de la evaluación intelectual de Marx sobre la cuestión colonial propuesta es la que sigue a los Grundrisse del 1857-58 donde hubo cambios complejos en la forma de concebir y abordar este problema, reflejan la posición de Marx a lo largo de su trayectoria intelectual, el método de Marx no consiste en una mirada suprahistórica de la totalidad de los pueblos; por el contrario, demanda el análisis de las particularidades de cada uno para encontrar las claves de los fenómenos sociales de cada pueblo.

Una tercera fase, entre 1864 y la muerte de Marx donde la  propia fundación de la Internacional tiende a desarrollar el internacionalismo en Marx, a “liberarlo de elementos contradictorios con ese internacionalismo”. Aparece aquí el cambio de posición con relación a la “cuestión irlandesa”. El “librecambista” de 1848, es ahora un expositor de que países como Irlanda se defiendan de la competencia británica, erigiendo barreras proteccionistas para sus incipientes industrias. Como indica Scarón, también hay posiciones novedosas en cuanto a la India: “aunque no generaliza sus hallazgos empíricos en este terreno, el autor de El capital se aproxima a la noción de subdesarrollo”.

Desde sus escritos sobre la India y China hasta Irlanda, Argelia, Indonesia, Perú o California, sentó las bases para explicar un capitalismo que provoca asimetrías, que impulsa procesos basados en la polarización que generan subdesarrollo. A principios de la década de 1850, Karl Marx escribió una serie de resúmenes periodísticos sobre los acontecimientos en Europa para el diario estadounidense  New York Daily Tribune, entre el 14 de junio de 1853 y el 14 de febrero de 1860, envió al periódico neoyorquino 17 artículos sobre diversos aspectos de China, como las intervenciones del imperio inglés, el comercio y la guerra del opio. En esa época, China se encontraba en una situación de agitación. Era la región más poblada del mundo (400 millones de personas en 1834). El «Imperio Celestial» había funcionado durante mucho tiempo con superávits comerciales, pero en la década de 1840, China sufría graves déficits comerciales. La «Guerra de la Lorcha» (también llamada a veces Segunda Guerra del Opio) duró desde 1856 hasta 1858 con el Tratado de Tientsin.

La guerra del opio y la apertura a cañonazos de los puertos al libre comercio, que Marx las llamó con su ironía habitual ‘guerras civilizadoras’ (Another civilization war, artículo de 10 de octubre de 1859), Guerra que se extendió por veinte años y originó lo que la historiografía china llama ‘El siglo de las humillaciones’ y la imposición de ‘Los tratados desiguales’ por los cuales las potencias occidentales establecieron a lo largo de toda la costa enclaves coloniales. La lógica del capitalismo, es de hierro: entre 1801/1820, las importaciones de opio ascendían a 5.000 barriles por año, 6 después de la guerra debieron superar los 60.000 barriles, a un costo de más de 15 millones de civiles chinos muertos.

Marx establece el modo de producción asiático a partir de

1) condicionamientos climáticos y geográficos, que agregan el carácter de hidráulico al Estado despótico “asiático,” encargado de la provisión de infraestructura para el cultivo,

2) cuestión a la que volverá con fuerza en los Grundrisse, la existencia por debajo de las estructuras estatales, de aldeas igualitarias y autosuficientes, que producen una indiferenciación y confusión entre la propiedad estatal y colectiva de la tierra .

Finalmente, esta combinación original de un Estado despótico “por arriba” y una sociedad informe, igualitaria e inconexa por debajo, conforma un rasgo estructural distintivo de un

tipo de sociedades bajo el modelo del modo de producción asiático. En ¿Opio o negocio?, artículo de 20 de septiembre de 1858 retrata lapidariamente a China como:

«Un imperio gigantesco, conteniendo casi un tercio de la raza humana, vegetando entre los dientes del tiempo, aislado por la exclusión forzada del intercambio general, e ingeniándoselas por ende para engañarse a sí mismo con ilusiones de perfección celestial».

En 1867-69 Marx retoma el problema colonial analizando la cuestión irlandesa y propone a la I Internacional, especialmente a su sección inglesa, la adopción de un programa anti-colonial. Comprendiendo que la colonización de Irlanda fortalecía económica y moralmente la dominación burguesa en Inglaterra y que la autonomía nacional de Irlanda era una condición de la emancipación del proletariado inglés.

La razón eurocéntrica, Hegel y Marx

Entre las prioridades teóricas de Marx prevalece la expresión de la centralidad real de Europa en el surgimiento y desarrollo del capitalismo que estudió, y en las potencialidades revolucionarias anticapitalistas de aquella época (La Comuna de París, revuelta de Irlanda), su objeto de estudio fundamental fue el capitalismo y Europa era el sujeto real de la capitalización Marx buscaba desentrañar la esencia de un sistema social enajenante y explotador que debía ser históricamente superado.

Marx realiza la “inversión” materialista de la filosofía hegeliana, le da vuelta a la sí eurocéntrica visión de Hegel sobre el supuesto espíritu universal que teleológicamente habría de culminar su itinerario histórico en Europa que cumple con la función ideológica de defender la civilización “europea”, es decir, capitalista, apologetizar el modo de vida burgués y justificar el neocolonialismo. Lejos de ser «eurocéntrica», la teoría marxista es internacionalista, es imposible entender o tener la esperanza de cambiar la política internacional, incluso en aquellas sociedades explotadas por el colonialismo y el imperialismo, sin las perspectivas planteadas por Marx.

Premonitorio de lo que ocurriría casi  100 años después en 1949 con la proclamación de la Republica Popular China, Marx escribía el 2 de febrero de 1850 en la Nouvelle Gazette Rhénane:

«Cuando nuestros reaccionarios europeos, en su próxima huida, lleguen finalmente a la Muralla China, a las puertas que creían abrirse hacia la ciudadela de la reacción y del conservadurismo, quien sabe si no leerán:

República ChinaLibertad, Igualdad, Fraternida


[1] Achcar, Gilbert (2016) «Marxismo, orientalismo, cosmopolitismo» Ed. Bellaterra, Barcelona

[2] Marx, Karl y Engels, Friedrich (1973) Sobre el colonialismo Cuadernos de Pasado y Presente Nº 37.

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