El Estado profundo (deep state) es aquel grupo de funcionarios gubernamentales y militares no electos que manipulan o dirigen secretamente la política nacional. El Oxford English Dictionary define “Estado profundo” como aquel “cuerpo de personas, típicamente miembros influyentes de agencias gubernamentales o militares, que se cree que están involucrados en la manipulación secreta o el control de la política gubernamental”.
Operan de manera conspirativa mediante redes de grupos de poder en la sombra que establecen una agenda en común y objetivos y en paralelo al gobierno legítimo elegido democráticamente. Ejemplos de los órganos del Estado que son utilizados para estos fines son las Fuerzas Armadas o autoridades civiles (Servicios de inteligencia, Agencias gubernamentales y de la Administración Pública).
Dependiendo a quién le preguntes, The New York Times y The New Yorker dicen que no existe tal cosa y denuncian el término como una teoría de la conspiración. Pero otros, han hecho referencia a su existencia incluidos el fundador de The Weekly Standard, Bill Kristol y The Economist: “ Los expertos estadounidenses han utilizado a menudo el término «estado profundo» como sinónimo de burocracias militares y agencias de espionaje, especialmente aquellas que filtran información”, han hecho referencia a su existencia.
El Secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, en una conferencia de prensa no rechazó el concepto: “Creo que no hay duda de que, cuando un partido lleva ocho años en el poder, hay gente que se queda en el gobierno y sigue defendiendo la agenda de la administración anterior”, afirmó. “Por eso, no creo que deba sorprendernos que haya gente que se haya metido en el gobierno durante los ocho años de la última administración y que haya creído en esa agenda y que siga intentándola”, añadió. “No creo que eso deba sorprendernos”.
Según Mike Lofgren, ex asistente republicano del Congreso de Estados Unidos, el estado profundo se define como una “asociación híbrida de elementos del gobierno y partes de las finanzas y la industria de alto nivel que es efectivamente capaz de gobernar Estados Unidos sin referencia al consentimiento de los gobernados expresado a través del proceso político formal”.
Ryan Gingeras recopila como el término se convirtió en parte del léxico estadounidense, Hans Morgenthau en un artículo “The Impact of the Loyalty-Security Measures on the State Department” publicado en el Bulletin of the Atomic Scientists de 1955 había denominado anteriormente el “Estado dual” moderno, como una entidad separada del Estado “democrático” que históricamente representó coaliciones dentro del gobierno que trabajan para “vetar” o “afinar” políticas relacionadas con la seguridad nacional
El diplomático canadiense Peter Dale Scott en su libro “The Road to 9/11: Wealth, Empire, and the Future of America” realiza un análisis minucioso de cómo la política exterior estadounidense desde los años 60 ha llevado a encubrimientos parciales o totales de actos criminales internos pasados.
Michael Glennon en “National Security and Double Government” (2014) propuso el término “doble gobierno” al analizar las instituciones de seguridad nacional en las que rastrea la historia del doble gobierno hasta las primeras etapas de la Guerra Fría y que perduraron durante las administraciones de Bush y Obama. Lo asocia con la autoridad ampliada ejercida por los militares y la comunidad de inteligencia durante ese periodo. Las continuidades entre Bush y Obama demostrarían que el país había “pasado de una mera presidencia imperial a un sistema bifurcado –una estructura de doble gobierno– en el que incluso el presidente ahora ejerce poco control sustancial sobre la dirección general de la política de seguridad nacional estadounidense”
La burocracia de Seguridad nacional
Se remonta a 1947, a los tiempos del presidente Harry Truman cuando firmó el Acta de Seguridad Nacional que facultó la creación de instrumentos clave del ejercicio del poder global de EEUU: el Departamento de Defensa, el Consejo de Seguridad Nacional, el Estado Mayor Conjunto y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) lo que facilitó que un grupo de funcionarios no electos pudiera dirigir en secreto la política gubernamental. Durante la Guerra Fría, funcionarios como Allen Dulles, director de la CIA y Jay Edgar Hoover el director del FBI reclutaron a por lo menos mil ex agentes nazis para trabajar como espías e informantes estadounidenses. Truman lo lamentó posteriormente, escribió en el Washington Post el 22 de diciembre de 1963: “Nunca pensé que cuando establecí la CIA, ésta sería inyectada con operaciones clandestinas en tiempos de paz. Algunas de las complicaciones y la vergüenza que creo que hemos experimentado, son en parte atribuibles al hecho de que este silencioso brazo de inteligencia del Presidente ha quedado tan alejado de su papel previsto, que está siendo interpretado como símbolo de la siniestra y misteriosa intriga extranjera, y un tema para la propaganda enemiga de la Guerra Fría”.
La División de Inteligencia General del FBI solía espiar a los estadounidenses, su jefe de la División, Hoover, ayudó a ejecutar las «redadas Palmer» que se utilizaron para perseguir a los estadounidenses contrarios a las políticas de seguridad nacional de la administración Wilson. Con el tiempo, Hoover trabajaría incansablemente para convertir al FBI en un órgano autónomo usándola para chantajear a políticos, acosar a estadounidenses, torcer la ley y el sistema político estadounidense en general para beneficiar al propio Hoover, a sus secuaces y al propio FBI.
El gobierno permitió que la CIA siguiera operando con una supervisión insignificante e independencia considerable, hasta el punto de asesinar a líderes extranjeros y monitorear ilegalmente las comunicaciones de los ciudadanos estadounidenses, incluyendo incluso al presidente de EEUU como el caso Moore-Redford en 1971, la junta del Estado Mayor estaba espiando ilegalmente a su Comandante en jefe.
El presidente Bush firmó una orden ejecutiva en 2002 que autorizaba a la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) a espiar a ciudadanos estadounidenses y extranjeros si el gobierno sospecha que tienen vínculos con terroristas. A pesar de que el presidente Obama prometió limitar la recopilación de datos de ciudadanos estadounidenses, expandió en gran medida el poder de vigilancia estatal de la nación. Durante su administración, agentes de inteligencia vigilaron ilegalmente a periodistas, miembros del Congreso, la campaña presidencial de Trump y a millones de ciudadanos estadounidenses.
Con el tiempo, estas organizaciones civiles se entrelazaron cada vez más con los crecientes brazos de «operaciones especiales» del Departamento de Defensa. Una de las principales recomendaciones del Informe de la Comisión del 11-S, presentado en 2004, fue que el Departamento de Defensa debía asumir la responsabilidad principal de las actividades paramilitares del gobierno estadounidense que le correspondían a la CIA. El Pentágono desarrollaría «sus propias capacidades de inteligencia clandestina» y se haría cargo de muchas de las «actividades paramilitares encubiertas y de la guerra no convencional» que antes dirigía la CIA.
Una misión central del Comando de Operaciones Especiales de EEUU (USSOCOM) es la “guerra no convencional”, que la Ley de Autorización de Defensa Nacional (NDAA) de 2016 define como “actividades realizadas para permitir que un movimiento de resistencia o insurgencia coaccione, perturbe o derroque a una potencia o gobierno ocupante operando a través o con una fuerza subterránea, auxiliar o guerrillera en una zona denegada”
El historiador Alfred McCoy describe el poder global de EEUU que ha sostenido la hegemonía de Washington durante los últimos 70 años, su dependencia de métodos encubiertos. En virtud de los términos de la guerra global contra el terrorismo, una infusión masiva de casi un billón de dólares al Departamento de Seguridad Nacional, las 17 agencias de la llamada comunidad de inteligencia, más la considerable expansión del Comando Conjunto de Operaciones Especiales, es la integración permanente de las Fuerzas Armadas con Agencias de seguridad, conforman un aparato de seguridad secreto.
La cuarta rama del Gobierno, el estado administrativo.
El Estado profundo no sólo consiste en las agencias de inteligencia y la burocracia de la Seguridad nacional, es mucho más grande que eso. A expensas de la autoridad legislativa del Congreso, la gran mayoría de las “leyes” que gobiernan a los EEUU no son aprobadas por el Congreso, sino emitidas como reglamentos, elaborados en gran medida por miles de burócratas anónimos e inaccesibles.
Un estudio encontró que los legisladores electos en el Congreso promulgaron 138 leyes públicas en 2007, mientras que los burócratas federales no electos establecieron 2.926 reglamentos. Un estudio similar encontró que los jueces federales realizan aproximadamente 95.000 procedimientos cada año, en comparación con 939.000 casos juzgados por “tribunales” administrativos vinculados a las agencias federales individuales en la rama ejecutiva. Al minar la separación de poderes establecidos en la Constitución, muchas burocracias federales poseen los tres poderes de la legislatura (reglamentos), el poder judicial (“tribunales” administrativos) y el ejecutivo (ejecución por parte de agentes armados).
El complejo militar industrial lobbista
En 1961, el presidente Eisenhower, advirtió en su último discurso del complejo militar industrial, aplicado a los intereses económicos de la industria militar, la relación entre el ejército de un país y la industria de defensa que lo suministra, como un interés creado en mantener la carrera armamentística y que influye en las políticas públicas. Esta relación de intereses se conoce como «Triángulo de hierro» conformado por el Pentágono, el Congreso y el Gobierno federal. En el que se integraron con el Ejército de EEUU a la investigación científica, la investigación básica en las universidades y corporaciones privadas, y luego docenas de contratistas de defensa y lobbistas que tienen contratos más o menos permanentes para mantener su establecimiento de investigación y producción.
Su inserción en la estructura productiva nacional se consigue a través de la colonización de de los reductos estratégicos del sistema estatal por parte de directivos de empresas y/o representantes corporativos a partir de la ocupación de cargos públicos desde los cuales recoger demandas sectoriales o particulares para vehiculizar su traducción en política pública. Los contratistas estadounidenses que integran el complejo industrial-militar concentran el 39% del comercio internacional de armas, siendo sus principales compañías fabricantes de armamento: Lockheed Martin, Raytheon Technologies, Northrop Grumman y General Dynamics.
La convergencia de las agendas neoconservadoras
El neoconservadurismo es una ideología fundamentalista bipartidista (republicanos y demócratas). Los académicos-burócratas bajo la denominación de «neocons» fueron inspiradores ideológicos, junto al complejo militar industrial estadounidense estaban intrínsecamente relacionados a través de sus intereses compartidos en la política exterior y la defensa nacional.
Paul Wolfowitz desempeñó un papel fundamental en la consolidación de los neoconservadores y en la promoción de su agenda dentro de la política exterior de Estados Unidos. Su influencia es particularmente notable durante las décadas de 1980 y 2000. Uno de los aportes más influyentes de Wolfowitz fue la formulación de la doctrina que lleva su nombre, en 1992, que proponía un enfoque unilateral en la política exterior estadounidense. Este documento, oficialmente conocido como «Defense Policy Guidance», abogaba por una estrategia de «Pax Americana» donde Estados Unidos debía asegurar su dominio global a través de la disuasión militar, sin depender de instituciones internacionales o alianzas que pudieran limitar su capacidad de acción
Mark Lessereaux, columnista sobre temas de sociedad y política estadounidense señala que en la década de 2020, la neoconización de la posición del Partido Demócrata en materia de política exterior. “En las últimas dos décadas, liderados por ideólogos neoconservadores como los republicanos Donald Rumsfeld, Dick Cheney, y los demócratas Hillary Clinton y Victoria Nuland, EEUU ha eliminado en gran medida la diplomacia de su enfoque de la política exterior en favor de la retórica supremacista, la propaganda polarizadora de los medios tradicionales y las amenazas de intervención económica y/o militar”.
Su apogeo durante las administraciones de Ronald Reagan y George W. Bush. Reagan, por ejemplo, adoptaron muchas de las ideas neoconservadoras, incluyendo el incremento del gasto militar y la intervención en conflictos extranjeros para contrarrestar la influencia soviética. Sin embargo, fue durante el mandato de George W. Bush cuando el neoconservadurismo realmente definió la política exterior de Estados Unidos.
Los think tanks
Los postulados «neocons» a través de instituciones que, en principio, formulan sus análisis a través del método científico, por lo tanto analizando datos y hechos, llegando así a conclusiones. Materializan nuevas amenazas y formulan estrategias políticas concretas, para que cuando se presente el momento de la crisis, haya un plan preparado para rescatar y salvaguardar los intereses de EEUU. Valentina Saini describe 3 think tanks estadounidenses financiados por contratistas del Pentágono como la Heritage Foundation, el Center for Strategic and International Studies CSIS y la Brookings Institution.
Según la clasificación de Weaver[1], existen esencialmente tres tipos de think tanks:
A) Las “Universidades sin estudiantes”. Es un tipo de think tank que dispone de un gran número de personal
académico e investigador, y que se caracteriza por la gran cantidad de publicaciones que produce. Suele ser no-partidistas y financiado prevalentemente por fondos privados, tanto de personas particulares como de otros entes, empresas, industrias etc. El objetivo es normalmente conseguir influir en el clima de opinión de las élites de la política norteamericana.
B) Las “Organizaciones de investigación por contrato”. Este tipo de think tank escribe sobre todo informes por encargo de agencias gubernamentales específicas. Estos estudios no suelen ser accesibles a la opinión pública, al no ser que la agencia gubernamental en cuestión, decida permitirlo. Por esto, su agenda es claramente dictada por los intereses de las agencias que encargan los informes.
C) Los “Advocacy tanks”. Por su explícito sesgo político y/o ideológico, el trabajo de este tercer tipo se parece al de los grupos de presión. Tiene una voluntad clara y agresiva de influir en el debate político, y suele adaptar sus productos a esta exigencia, escribiendo sobre todo memos breves,
esquemáticos, fáciles de leer, ya que difícilmente un político se dedicará a la lectura detenida de un estudio largo y detallado sobre una determinada cuestión. De esta manera, también se asegura su comprensión por parte de un mayor número de personas.
[1] Weaver, R.K. (1989). “The changing world of think tanks”. PS: Political Science and Politics, septiembre, pp. 563-578.