Claustro

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CAPÍTULO 34

   Todo ha ocurrido ya. El universo es, en esencia, repetición. Una constante encadenada que no puede tener fin ni ha tenido principio. Existen seres capaces de viajar a través de su propia línea temporal. No es que sean eternos sino que saben el instante preciso donde nacieron y conocen el momento exacto de su muerte. Se limitan a vagar por entre los episodios de su existencia como un marinero boga por el mar buscando tesoros. Esos seres atesoran cada momento vivido y, en ocasiones especiales, pueden proyectar su experiencia sobre otros seres. No son dioses ni seres superiores. Son corpóreos y sabios. Aunque se muestren como una luz. Son ejes de memoria colectiva y, se podría decir que son como guías galácticos. No obstante, cada vida obedece a sus propias normas. La única que quebranta la materia de la que están hechos todos los seres del universo es hablar consigo mismo en dos líneas temporales distantes. Ovidio había pues transgredido el único axioma que no deben violar los seres de todo el universo. Había hablado consigo mismo y se había dado instrucciones para distorsionar lo ya escrito. Había fabricado con ese detalle abominable una línea temporal nueva, es decir, en base a toda experiencia, había fabricado un universo paralelo. No tenía ningún derecho a hacerlo. Para que nadie pudiera trasgredir esta norma los seres espectrales de la dimensión extratemporal debían visitar a Ovidio y dejarle las cosas claras. ¿Quién creía ser ese absurdo ser? ¡Archipámpano insignificante! ¡Entrometido huelegateras! ¡Pisaverde presuntuoso! —decían notablemente cabreados los seres extradimensionales.—

   Pero todo estaba pensado. No era la primera vez que ocurría esto en los millones de mundos habitados por todo el universo y a lo largo y ancho de toda el finito tiempo estelar. Vitruvius fue llamado a la sala de los Grandes y fue informado de todos y cada uno de los detalles importantes del caso Ovidio, como se le llamó. 

   Vitruvius estaba leyendo poesía visceral Heliodriana. Un compendio de poemas sobre el sufrimiento propio y ajeno que se repetía cíclicamente a lo largo del tiempo. Esta teoría de los ciclos de sufrimiento de galaxia en galaxia otorgaba a la poesía Heliodriana un toque muy sutil de la denominada entropía empática. Sentir a un mismo tiempo el sufrimiento de todos los mundos habitados. Estos seres, los Heliodrianos, sabían ponerse en el lugar del otro y poseían todas la manifestaciones que podríamos englobar en el genérico epígrafe de Cultura. Eran como la enciclopedia universal. No le resultó pues demasiado mal a Vitruvius aquello en lo que estaba enfrascado Ovidio así que le cogió algo similar al cariño, si es que se puede lograr algo así por una bola de luz, que es lo que era, fundamentalmente, Vitruvius.  

   Ovidio estaba llegando a la abadía de Montecassino después de varios días de viaje. Había recuperado ciertas habilidades, como la de poder transformarse en pájaro. Así que se ahorró la subida de más de quinientos metros de montaña y sobrevoló la abadía reconstruida tras la II Guerra Mundial. Sólo observó una nueva construcción en el centro del patio de la abadía. El lugar había albergado construcciones desde los tiempos de los romanos así que debía tener múltiples pasadizos secretos y multitud de estancias. Se coló por una de las ventanas abiertas en la nueva construcción del patio y bajó hasta una puerta custodiada por dos enormes guardias. Se transformó en Ovidio delante mismo de los custodios de ese lugar y dijo: —Soy Ovidio García, llevadme hasta Gronfgold. 

   No les dio tiempo a reaccionar ya que, sin saber muy bien cómo, una luz intensísima se llevó a Ovidio. Los dos policías no tuvieron tiempo ni de sacar sus armas, se miraron y decidieron que aquello no había sucedido nunca. 

   Un océano de páginas escritas en miles de idiomas surgió ante los atónitos ojos de Ovidio. Era un mar de literatura donde pudo desentrañar algunos poemas que él conocía. Otros, sin embargo, permanecían ante sus ojos inextricables, como candados cerrados protegiendo un secreto. Los ojos se le llenaron de lágrimas porque parecía saber que esos poemas ya no existían salvo en su memoria. No obstante se percató de ciertos curiosos objetos que supo desentrañar también como producciones literarias pero que sabía que no podían ser humanos. Se extrañó por ese suceso no buscado y por un momento pensó que se trataba de algún juego de Gronfgold quien había llegado a ser todopoderoso. Pero no era así ya que Vitruvius le habló.

   —Vitruvius me llaman algunos. Navego sobre mi propia historia personal y trabajo como guardián de las esencias del universo. Has violado uno de los artículos más penados que existen. Te has visitado a ti mismo para desvelarte secretos. Has de penar por los próximos cien mil millones de años. Quedas detenido por la luz visible y el negro inmaterial, por los principios y por los finales, por lo abrupto y lo áspero, serás inmortal mientras penes y mortal cuando regreses. 

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