Condenar el atentado en Moscú no convierte en «putinista»

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Advertencia: este artículo puede herir la sensibilidad tanto de quienes emplean la expresión «la guerra de Putin» como de quienes hablan de «contradicciones interimperialistas».

La dialéctica está vetada en Europa, por orden de los EEUU. Suenan tambores de guerra y las primeras víctimas son fusiladas: la verdad, la libertad de opinión, la crítica. La lógica avanzada también, porque un pueblo que va a ser conducido al matadero no es conveniente que razone, si acaso lo suficiente para ser útil, contribuir a pagar las armas y no hacerse sus necesidades encima.

Vetado contemplar la totalidad en los análisis. Censurado observar desde lo abstracto a lo concreto. Eso ahora «no toca». Lo que «toca» es ir directo a las etiquetas, las atribuciones planas, la generalización. ¿Quién necesita complicarse con razonamientos complejos pudiendo economizar con estereotipos, si además satisfacen el deseo de colmar el argumentario que conviene a mi visceralidad?

Es lo más conveniente para el sistema, pues quien no comprende el mundo en el que vive no puede organizarse para tratar de cambiarlo. Esto explica la proliferación -no de ahora sino en la última década- de este renacimiento del interés en la política, ahora convertido en fenómeno de fans.

Vean la última prueba. El terrible atentado en Moscú, que ya cuenta 133 personas asesinadas, entre ellos niños, no ha sido aún condenado por personalidades de talla internacional como Joe Biden o Pedro Sánchez, ni por los Gobiernos europeos o los máximos representantes de sus entidades administrativas.

Los países se han limitado a que portavoces de Secretarías o Ministerios pasen el mal trago de dar los pésames, y con ello ya cumplieron. Observen en la imagen que encabeza esta entrada lo que ocurre si en la red social anteriormente conocida como Twitter, considerada vía oficial de expresión (que ya dice mucho del mundo en que vivimos que una red privada y manipulable sea una vía oficial, pero eso es otro tema), una periodista profesional como Helena Villar señale una realidad objetiva.

¿Es impropio del mandatario de una nación mostrar sus condolencias ante el asesinato brutal de civiles? No, no se trata de eso. Es otro problema.

La prensa española sigue empeñada en señalar a grupos paramilitares islamistas, pese a que la policía rusa ya ha detenido a los terroristas, señalando que huían hacia territorio ucraniano. ¿Se esforzarán en contrastar la información con las fuentes principales?

En la sociedad de desubicados ilógicos que estamos creando, todo funciona con simples etiquetas. Como los condenados por la Santa Inquisición en la Edad Media, basta una sospecha y enseguida le cuelgan a uno el sambenito y es condenado a pasear por el contorno de la Catedral luciendo su pecado.

Los consumidores de telediarios del relato oficial han acostumbrado su paladar a pocos matices. Cuestionar la imparcialidad de la OTAN en el genocidio de Palestina convierte automáticamente en militante de Hamas. Señalar la barbarie occidental en el conflicto de Ucrania otorga de inmediato el carnet de putinista. Este es el nivel.

Me da cierto pudor tener que escribir como si me creyese más inteligente que otras personas, pero no puedo dejar de señalar que estas personas (que son clase trabajadora en su mayoría, algunos incluso militantes de partidos teóricamente de izquierdas) no saben en qué mundo viven.

¿No ven que la OTAN nos quiere conducir a una guerra de consecuencias imprevisibles? ¿No son conscientes de que USA vampirizará a Europa sin dudarlo, si ello permite retrasar un poco más la pérdida de su hegemonía mundial? ¿No saben lo que el imperialismo norteamericano ha hecho durante décadas con nuestros hermanos en Latinoamérica?

Que nos encaminan a una miseria absoluta con tal de pagar los gastos obscenos de sus armas. Que ya hablan directamente de enviar tropas.

¿En qué mundo viven? Bajen al suelo, por favor.

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