De desagradecidos está el mundo lleno

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Las mujeres siempre hemos sido el gran apoyo, y en muchas ocasiones el único, de los hombres gays. Madres, hermanas y amigas que les han ayudado a ocultar su orientación, que se han enfrentado a maridos y padres para defenderlos, que han apoyado sus movilizaciones, que les han escuchado. Les cuidaron y reivindicaron sus derechos cuando en los 80 y 90 morían de SIDA ante la indiferencia o el asco de sus propios padres y hermanos. Salieron a que les partieran la cara en las manifestaciones con ellos y celebraron cada ley y cada merecido derecho. 

Lo hicieron, lo hicimos, porque es lo justo y sin esperar nada a cambio. Pero desde luego lo que no esperábamos es que nos lo devolvieran en forma de odio misógino. Al menos yo no lo imaginé. 

Estamos en el siglo XXI donde todo el mundo entiende el desprecio racista que supone el blackface, y sin embargo los drags han llevado a otro nivel la ridiculización de nuestra opresión. Se han dejado infiltrar por la ideología trans y ahora los hombres deciden qué es ser mujer, que nuestra opresión es nuestra identidad y que son más mujeres y mejores mujeres que nosotros. Les parece muy divertido nombrarse e insultarse en femenino y han decidido que a nosotras también nos lo tiene que parecer y punto en boca. Quieren tener hijos biológicos y como la única manera es explotando mujeres, adelante que es su derecho. 

Las mujeres en seguida entendieron que el género les oprimía a ellos igual que a nosotras, y que por lo tanto nuestras luchas eran hermanas. Ellos no entendieron nada. En cuanto han ido consiguiendo sus derechos, les ha faltado tiempo para unirse al desprecio de los hombres hacia las mujeres. La fratría masculina es más poderosa que todo, que la clase social, que la orientación sexual, que la humanidad más elemental. Son como el obrero que se desgañita en las huelgas hasta que le ascienden y le suben el sueldo y se convierte en el más despiadado de los patrones (a ver si así lo entienden). 

Lo que no ven es que, al igual que el obrero nunca será patrón, ellos solo están siendo los tontos útiles del capital. Que la masculinidad nunca les va a aceptar como unos de los suyos, que les están utilizando porque les conviene ahora para destrozar el feminismo, que es su única amenaza real, y que cuando ya no les necesiten volverán a darles la patada. 

Y cuando eso suceda, no volváis a buscarnos, porque ya no estaremos. Porque recordaremos vuestras campañas en favor de la explotación reproductiva y sexual, vuestros intentos de apropiaros del feminismo, vuestro desprecio a las lesbianas, recordaremos cada uno de vuestros “zorras”. Porque somos buenas y justas, pero no somos lo que sois vosotros, gilipollas. 

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