La medida definitiva

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Hace ya algunos artículos que en esta columna el Villano enumeró una serie de conductas y ridiculeces que, al menos él, nunca había visto hasta la operación militar de Rusia en Ucrania. La sobreactuación propagandística en contra del país eslavo contrastaba vivamente con la laxitud con que se dejaba actuar a Israel en su genocidio, que no guerra, en la franja de Gaza. El Villano sentenciaba que difícilmente veríamos coacciones a artistas o deportistas hebreos para hablar mal de su país o abierta censura en actividades culturales.

Pues bien, con varios meses de retraso alguna bombillita se ha encendido en las cabezas pensantes de la izquierda progre de colorines. De pronto se extiende por lo que queda del solar de la izquierda europea un clamor por la exclusión del ente sionista del festival de Eurovisión. Así aprenderán. Por supuesto, la derecha más cerril que desde el principio ha cerrado filas con gobierno de Netanyahu pone el grito en el cielo ante el «antisemitismo» de esta proposición y los programadores del festival de la horterada intentan escaquearse con la misma excusa y rostro duro de siempre de que no hacen política, solo música, como si no hubiéramos visto todos a Rusia y Bielorrusia ser excluidas y a una especie de boys band ucraniana ganar casi por decreto la penúltima edición, todo ello después de que el presidente marioneta Zelenski nos lanzara una diatriba a todos los europeos antes de que empezara el espectáculo.

El caso es que la red de espías que mantiene este Villano ha sido informada de que Yoav Gallant, ministro de defensa de Netanyahu, se ha reunido hoy con su jefe y le ha tenido una conversación importante con él. Gallant se presentó ante Bibi, como es es conocido el primer ministro hebreo entre sus partidarios, y se cuadró militarmente:

—Deje las formalidades, Gallant. ¿De qué se trata? ¿Se nos ha escapado algún periodista vivo?

—No, señor Primer Ministro —contestó este—. Eso va como todos los días. Hoy hemos eliminado 50 más, y además nuestros agentes en toda Europa no sé cómo, pero están logrando que ninguna asociación de prensa ni emisora europea se pronuncie sobre lo que estamos haciendo con sus compañeros.

—Perfecto, pues si nadie puede verlo siga tirando fósforo blanco por toda la franja. Y no se detengan ante escuelas, hospitales ni nada.

—No se preocupe, señor primer ministro. Están cayendo más de esos animales por día que las víctimas diarias de ningún otro conflicto del siglo XXI.

—No es un conflicto, Gallant, es una limpieza. Ahora no hay ninguna cadena de televisión occidental. Podemos hablar tranquilamente. Pero nos estamos desviando. ¿Qué ha pasado? ¿No ha quedado bien cuando hemos entrado a matar palestinos a un hospital suplantando personal médico?

—No, eso quedó muy bien, y en los canales occidentales no han pasado de reñirnos en voz baja, como siempre. El problema es otro.

—Nuestros aliados norteamericanos siguen haciendo su labor ¿no? Extender por todos lados la guerra contra quien podría molestarnos, asegurar nuestras rutas de suministro y dificultar que esas ratas palestinas tengan comida ni enseres básicos, ¿verdad?

—En efecto, señor primer ministro. Además está prendiendo todo eso de que tenemos derecho a defendernos, de que cualquier cosa que hagamos es útil contra Hamas. Al menos en los países que tienen sujetos nuestros aliados estadounidenses.

—Sí, en el resto del mundo es otra cosa. Pero tampoco se preocupe. A esos infelices sudafricanos los está manteniendo a raya la diplomacia europea. Ya estudiaremos más adelante el modo de que ISIS cometa «casualmente» un gran atentado en Sudáfrica, como en todos los países que no se pliegan a nosotros. Pretoria, Ciudad del Cabo… las posibilidades son infinitas.

—De verdad que el otro día cuando dijimos en la Haya que nuestra guerra era contra Hamás y que protegíamos a los palestinos no sé cómo nuestro representante no se descojonó. ¡Cuando desde el primer día tenemos declaraciones corriendo por el mundo donde hablamos de animales humanos y de exterminarlos! Sí, eso lo dije yo —puntualizó Gallant entre risas—. Y van los alemanes y dicen que no hay base para las acusaciones de Sudáfrica.

Ambos mandatarios rieron a carcajadas, que acabaron con Netanyahu haciendo un chiste de mal gusto:

—¡Esas condiciones absurdas que nos han puesto para que evitemos un genocidio! Si nos las hemos pasado por el culo delante de todos sin que haga nadie nada.

—Son nuestro papel higiénico —dijo Gallant, y aquí cambió de tono—. Pero señor primer ministro, es que hay algo mucho peor: ¡Ahora quieren excluirnos del festival de Eurovisión!

La cara de Netanyahu se volvió seria de repente. Tras unos instantes de reflexión visiblemente tensos sentenció:

—¡Eso sí que no! Esa medida no se le aplicó ni a Alemania cuando hizo con nosotros lo que hacemos a Palestina! ¿Qué haremos si un transexual no puede seguir paseando el nombre de Israel por el mundo?

—Creo que deberíamos dejar la ofensiva, señor Primer Ministro. Vamos. Reconozcamos al estado palestino. Lo de ser condenados en un tribunal podemos sobre llevarlo. No ir a Eurovisión no.

—¡Ordene retirada de la franja! —sentenció Netanyahu.

Bueno, lo cierto es que no tengo una red de espías capaces de vencer al Mossad y colarse en el despacho de Netanyahu. Todo esto era una fabulación sarcástica. En realidad, que yo sepa, a la Alemania nazi la paró la derrota en la guerra y los juicios de Nüremberg, no una exclusión de Eurovisión. Que a los Jemeres Rojos —aliados, en contra de lo que se nos ha vendido, del neoliberalismo más despiadado de Reagan y Thatcher, no de los comunistas— los detuvo el ejército de Vietnam, no el no ir a Eurovisión —donde con criterios puramente geográficos Camboya tiene tanto derecho a ir como Israel—. Que los criminales de las guerras yugoslavas fueron juzgados en tribunales como la Haya, y sus países siguen en su mayoría yendo al festival. ¿Entienden donde quiero ir a parar? Netanyahu y su tropa tienen ya mucho ganado si el debate no es en torno a su proceso penal, a la ayuda a los palestinos, a los dos estados, sino en torno a su participación en Eurovisión. Tengo, además, la sensación de que Israel no sólo va a estar allí, sino que lo va a ganar. Como la boys band ucraniana de hace dos años. Esperemos que antes no nos obsequien con una arenga de Netanyahu, como nos obsequiaron con una de Zelenski en su día. Es curioso, sin importarme en absoluto este festival, por unas cosas o por otras, le he dedicado varios de mis artículos en esta columna. Suerte que a los que aspiramos a ver a los criminales sionistas responder de sus desmanes nos queda la dignidad de la Sudáfrica heredera de un gran comunista, Nelson Mandela.

Nelson Mandela, que siempre fue muy decidido defensor de la causa palestina, reunido con Yassir Arafat.

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