Mujeres que pusieron el mundo del revés, las hermanas Grimké*

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Por M. Engracia Martín Valdunciel (AbolicionistasAragón)

Esclavitud sexual y esclavitud racial

Las mujeres abolicionistas estamos poniendo el mundo del revés, constataba Angelina Grimké en su diario el 25 febrero de 1838, una de las mujeres más conocidas por su actividad política abolicionista en los EEUU. Junto a su hermana, Sara M. Grimké, pasaron a la historia como rebeldes frente al esclavismo y al patriarcado. En los años 60 del siglo XX la escritora Gerda Lerner se interesó por la vida de las insubordinadas abordando una relevante pesquisa historiográfica —recientemente traducida al castellano— que marcará el inicio de su actividad como historiadora. Su trabajo puso de manifiesto que, como tantas mujeres anónimas en el siglo XIX, las hermanas Grimké contribuyeron a socavar los cimientos del racismo y el sexismo. La obra de la historiadora de origen austríaco continúa siendo un poderoso referente para la historiografía feminista.

Gerda Lerner (Viena, 1920 – Madison, EEUU, 2013) se doctoró en 1966 con una tesis titulada: The Grimké Sisters from South Carolina, rebels against slavery cuyo objeto de análisis fueron las mujeres citadas. Para la investigadora, las dos insumisas  supusieron un objeto de interés por su heroica peripecia vital pero también por su claridad de ideas, por su proceso de reflexión-acción en la sociedad en la que les tocó vivir.  La investigadora se preguntaba por qué y cómo surge la rebeldía en mujeres insertas en sistemas de poder (el patriarcal, el racista, el de clase…) que funcionban, y funcionan, de forma tan eficaz. A pesar de las múltiples trabas, aquéllas optaron por cuestionar el statu quo y remover los cánones sociales que las oprimían por el hecho de ser mujeres. Como otras muchas, “pusieron el mundo —su mundo— del revés”, al constituirse en sujeto político y defender en la esfera pública la igualdad de los seres humanos, abriendo así nuevas vías de liberación para el conjunto social. Gerda Lerner, conocedora y seguidora de estudios de reconocidas autoras que le precedieron, emprendió un proyecto en la misma línea de trabajo para recuperar las experiencias de mujeres obviadas en el relato histórico convencional. En su investigación, la historiadora arrojó luz sobre el protagonismo de colectivos femeninos en movimientos sociales del siglo XIX y contribuyó a poner los cimientos de la Historia de las mujeres en los EEUU.  

Las posturas de las Grimké  a favor de la humanidad, la autonomía y la libertad de los esclavos, permitieron a las dos hermanas y a muchas otras mujeres ser conscientes de sus propias cadenas, de su estatus de subalternidad y por consiguiente de la necesidad de reivindicar su dignidad como seres humanos. Ello porque entendían que ambos colectivos, esclavos y mujeres, eran tratados de por vida como seres inferiores e intelectualmente incapaces; ni esclavos ni mujeres podían tomar la palabra en público; a ambos se les negaba la autonomía o el acceso a una formación intelectual o profesional… La mujer, argumentaban las abolicionistas, no podía reivindicar la humanidad y la igualdad de los esclavos “cuando ella misma está a los pies del hombre y se la avergüenza para que permanezca en el silencio” (Lerner, 2023:227). Esta es la tesis de la historiadora: la andadura de las dos insumisas en favor de la humanidad de los esclavos se hará inseparable de la toma de conciencia de su propia situación y de la necesidad de reclamar su estatus de seres morales con responsabilidades cívicas;  la primera, el derecho a tomar la palabra. Así, señala Lerner, «a través de la lucha por la liberación de los esclavos Sarah y Angelina Grimké encontraron la clave para lograr su propia liberación. Y eran muy conscientes de sus actos” (2022:37).

De la enorme producción escrita de las sureñas, cabría destacar su aportación a los derechos de las mujeres, como: Cartas sobre la igualdad de los sexos (1838) de Sarah Grimké, publicadas diez años antes de la Convención de Séneca Falls, que tuvieron una gran difusión e influencia en su momento como, por ejemplo, en la redacción de la Declaración de Sentimientos (Lerner, 1998); no obstante, como ha ocurrido con la producción intelectual o artística de muchas mujeres, cayeron en el olvido hasta bien entrado el siglo XX.  Su reflexión intelectual, señala Lerner, fue por delante de su generación, incluso de su siglo: la autora tuvo en cuenta la clase y la raza como ejes de poder y vinculó la subordinación de las mujeres a la falta de educación y a la opresión sexual (Lerner, 2022:396). Angelina, por su parte, redactó, entre otros textos, una serie de artículos que se recopilaron y publicaron como: Cartas a Catherine Beecher (1838).  En ellas, Angelina consiguió conjugar los análisis religiosos con los sociales a la hora de abordar la inferioridad de las mujeres como grupo: defendió su estatus de ciudadanas y su responsabilidad civil; pero, además, la abolicionista, avanzó temas clave para el feminismo, como la violación de derechos humanos de las mujeres y la usurpación de poder y explotación por parte de los hombres. Escritos que, en conjunto, les valieron a las Grimké una censura radical, la enemistad de la Sociedad de Amigos de Filadelfia, las críticas de grupos antiesclavistas o la animadversión de su ciudad natal (que ambas hermanas no volvieron a pisar bajo amenaza de prisión).

No obstante, al igual que ocurriría a lo largo del siglo XX hasta la actualidad, la participación de las mujeres en distintos movimientos emancipadores del XIX no se vería correspondida. La defensa de los derechos de la mitad de la humanidad relativos a su dignidad y autonomía no se encontraban entre las prioridades de liberales, socialistas, comunistas o anarquistas. Efectivamente, la causa de las mujeres también fue postergada en el marco del vigoroso movimiento antiesclavista de los EEUU, como señala Lerner:

Para Weld [líder reformista y abolicionista] igual que para la mayoría de los dirigentes de la Sociedad Antiesclavista Estadounidense, la cuestión de los derechos de la mujer era una amenaza para la concentración del movimiento reformista en la causa contra la esclavitud. Lo consideraba….un asunto secundario (2022:225).

Ciertamente, a  lo largo del siglo XIX trayectorias de mujeres como las Grimké estaban “poniendo el mundo del revés”,  agrietando viejas estructuras y jerarquías de las que la prensa se hacía eco pero sin ofrecer una atinada visión de la realidad. Las abolicionistas fueron consideradas o bien heroínas  —para unos pocos—  o bien excéntricas, solteronas amargadas, frustradas y ridiculizables — para la generalidad—.  La dificultad radicaba para la gran mayoría, deudora de tradicionales imaginarios misóginos, en concebir la humanidad, la dignidad o la capacidad intelectual de las mujeres. Por tanto, resultaba inadmisible y repudiable su presencia en el espacio público e incomprensible su compromiso ético y político.  Sobre Sarah y Angelina cayó un doble anatema: por una parte, desde la sociedad conservadora y racista;  por otro, desde diferentes iglesias y  Asociaciones antiesclavistas que entendían que la cuestión femenina podría dividir al movimiento y hacer peligrar la lucha abolicionista. Esa ceguera implicó la negación y la invisibilidad del protagonismo de las mujeres en diferentes movimientos sociales a lo largo del siglo, incluyendo el feminista.

Memoria e historia de las mujeres.

Tal vez el «derecho» más preciado que hemos ganado en estos dos siglos, es el derecho a conocer nuestra propia historia, para aprovechar el conocimiento y la experiencia de las mujeres que nos han precedido, para celebrar y emular nuestras heroínas y finalmente saber que la «grandeza» no es un atributo sexual (Lerner, 1998: 40).

Investigaciones como las de Lerner pusieron de manifiesto las relaciones entre diferentes sistema de poder.  Ahora bien, mientras la situación de los esclavos en los EEUU se consideró políticamente “un problema”, el estatus subordinado de las mujeres se encontraba tan naturalizado que apenas se cuestionaba, aunque la dominación patriarcal, la subordinación de las mujeres, fue la primigenia forma de poder en la especie humana (Lerner, 1985). Son temas que siguen sin resolverse y por tanto continuan interpelando a ciudadanas y ciudadanos del siglo XXI en un contexto reactivo patriarcal y ultraliberal que no sólo no contempla como “problema” la histórica esclavitud sexual de las mujeres sino que ha levantado un lucrativo negocio criminal alrededor de ella.

Gerda Lerner se interesó por la vida de unas mujeres “incómodas” con los corsés sociales y culturales de su época, tal y como le ocurrió a la historiadora en el ámbito de su comunidad judía, en Austria, y, posteriormente, en la racista y desigual sociedad norteamericana. Comprobamos la cadena de conversaciones e intereses comunes entre las mujeres en diferentes momentos del pasado.  Las luchas abolicionistas y sufragistas, los apoyos de las mujeres a los liberales del XIX o a la Comuna de París; su presencia en el socialismo, en las filas comunistas y anarquistas….Todos esos ecos encuentran su correlato en las disputas que llevaron a cabo en los años 60 las feministas, el nacimiento del propio feminismo radical, su aporte a la defensa de los derechos civiles de la población nativa y afroamericana, las luchas anticolonialistas o las pacifistas.  Nos sigue interrogando el pasado actualmente porque continúa siendo necesaria la genealogía feminista en su doble dimensión, epistemológica y política. 

* El texto no incluye notas ni bibliografía.

El artículo completo puede consultarse en: Conversación sobre la Historia

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