Por una Antropología de la resistencia ante el totalitarismo anticientífico

0

Silvia Carrasco, profesora de Antropología Social de la Universitat Autònoma de Barcelona.

Mi padre siempre llevaba un bloc minúsculo en el bolsillo de la camisa o de la americana, con un lápiz igualmente reducido para apuntar mil cosas. La lista de la compra, datos sobre los recados que debía hacer; o ideas, preguntas y palabras que buscaba en su diccionario enciclopédico al llegar a casa.

Un día descubrí que una de esas palabras era Antropología y me sentí culpable. Ya había encontrado y anotado su definición y se le había complicado, pues había también ahí los nombres de algunas especialidades, entre las que sin duda quería adivinar y entender la que tenía fascinada a su hija, la niña de sus ojos. Antropología cultural, física, económica, del parentesco, de las religiones… ¿qué conocimiento estaba adquiriendo en la universidad, tan diferente a las carreras clásicas de médico, abogado o ingeniero que todo el mundo conocía? Había intentado preguntarme más de una vez qué era la Antropología y yo le debí soltar una definición incomprensible y elitista de universitaria arrogante que no le había servido mucho.

Poco después de esa etapa de definiciones, en la libreta de mi padre en la que yo seguía hurgando cuando podía, apareció un interrogante: ¿había existido Jesucristo en realidad? Y si era así, ¿qué se sabía de él y de su lucha? Probablemente había echado un ojo al índice de Vacas, guerras, cerdos y brujas. Los enigmas de la cultura, de Marvin Harris, al encontrarse con ese título irresistible tirado en el sofá. Estuve esperando la pregunta y cuando llegó lo hice mejor. Probablemente mi larga y entusiasta respuesta inauguró la reputación que mantengo de soltar peroratas antropológicas gratuitas a la menor ocasión. De ahí pasamos a los condicionantes objetivos que permitían comprender creencias y prácticas aparentemente irracionales, a la simplista pretensión de superioridad de unas culturas y sociedades sobre otras y al papel ambivalente del desarrollo tecnológico. A mi padre le encantó y yo me hinché de orgullo al descubrir que la antropología, mi elección, era útil no solo para comprender y transformar el mundo -qué otra cosa podía pensar una izquierdosa de nacimiento-, sino también para hacer feliz a mi padre. Aunque trabajó desde los once años y no pudo acceder a la educación que deseaba, devoró la oferta cultural de su sindicato durante la II República y no dejó de disfrutar buscando respuestas a ese tipo de preguntas.

Antropología, ese clic en la mente al expandirse la comprensión de las posibilidades de la condición humana ante los retos de la vida en todos los rincones de la Tierra a través de la diversidad de culturas creadas, transmitidas y transformadas a lo largo de la historia. Entender esas formas de vivir, pensar y sentir dinámicas y cambiantes, producto de la adaptación y el aprendizaje. Un proyecto intelectual apasionante y, a veces, contradictorio, muy bien descrito en Escuela de Rebeldes por Charles King (2023[2021]); la prueba más contundente de que otros mundos son posibles, y de que podemos construir uno mejor aprendiendo de los errores, pero también de los aciertos que nos ha brindado ese espectacular bagaje de la humanidad.

Proscribir el debate de las ideas se encuentra en las antípodas de la Antropología. Constreñir el pensamiento a la corrección puritana frente a la ofensa, aprisionar la crítica cultural de la ideología identitarista que se cierne sobre nuestro entorno y el profundo e inquietante cambio social que conlleva en la fase actual del capitalismo neoliberal es, simplemente, una traición. Esto es exactamente lo que ha hecho la American Anthropological Association – CASCA vetando el panel Let’s talk about sex, baby! Why Biological Sex Remains a Necessary Analytic Category in Anthropology (Hablemos de sexo. Por qué el sexo biológico sigue siendo una categoría analítica necesaria en Antropología) en el próximo congreso anual, después de haberlo aceptado. Lo ha hecho aplicando el manual del totalitarismo anticientífico al grito de ¡Transfobia! con esta nota dirigida a las panelistas, entre las que tengo el honor de encontrarme:

Notificación de la AAA a las panelistas el 25 de septiembre de 2023.

Estimadas panelistas,

Les escribimos para informarles que, a petición de numerosos miembros, las respectivas juntas ejecutivas de AAA y CASCA han revisado la presentación del panel «Let’s Talk about Sex Baby: Why biological sex remains a necessary analytic category in anthropology”. y han llegado a la decisión de eliminar la sesión del programa del congreso de la AAA/CASCA 2023. Esta decisión se ha basado en una amplia consulta y se ha alcanzado en el espíritu de respeto a nuestros valores, a la seguridad y la dignidad de nuestros miembros, y la integridad científica del programa. La sesión se ha evaluado con mayor detalle porque la expresión de las ideas expuestas podía resultar dañina para los miembros Trans y LGBTQI de la comunidad antropológica, así como a la comunidad en general.

Aunque ha habido quienes no están de acuerdo con esta decisión, esperamos que sepan que su voz ha sido escuchada y tenida en cuenta en la discusión. Esperamos seguir trabajando juntos para ser más fuertes y estar más unidos dentro de cada una de nuestras asociaciones. De cara al futuro, emprenderemos una importante revisión de los procesos asociados a vetar sesiones en nuestras reuniones anuales e incluiremos a nuestros dirigentes en ese debate.

Además, para que quede clara su adhesión inquebrantable a la fe queer, como quien necesita limpiar su expediente de forma preventiva ante la Inquisición o la Falange, ha publicado esta difamación en su página web oficial: No Place For Transphobia in Anthropology: Session pulled from Annual Meeting program – The American Anthropological Association. Nada más lejos del pensamiento antifascista, más bien un atentado de falsa bandera con lentejuelas y apelaciones a derechos humanos. Muy en la línea de la hegemonía que se va imponiendo en nuestras universidades y de las denuncias vergonzantes ya que hemos tenido que soportar.

Volviendo a mi familia, añadiré que mi abuela hizo la huelga para lograr una jornada laboral de 8 horas sobreviviendo con la ayuda de una caja de resistencia. Necesito mucho menos coraje para plantar cara a la censura y la cancelación siendo funcionaria del Estado. Incluso al vacío entero de la profesión, si se da el caso. A algunas no nos callarán y seguiremos haciendo una antropología de la resistencia para las siguientes generaciones. Dentro o fuera de la academia.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.