Por Belén Moreno
La prostitución es sinónimo de violencia, esclavitud, explotación y agresión a las mujeres. No hace falta ser una feminista radical para saberlo, solo tener dos dedos de frente y la empatía justa para ponerse durante cinco minutos en la piel de una mujer prostituida. Sin embargo, aunque cueste creer tamaña crueldad, vivimos en una sociedad donde esa empatía se pone muchas más veces al servicio de los hombres que acuden al sistema prostitucional. Se justifica con más facilidad las razones que pueden argumentar los puteros que las que con experiencias reales y testimonios de primera mano, esgrimen las mujeres. El solo hecho de denominarlos clientes ya es una ofensa.
El pasado día 14 de septiembre, el Parlamento Europeo, aprobó por un margen no tan grande como el que nos gustaría, una declaración donde se instaba a los gobiernos de la UE a llevar a cabo políticas para lograr abolir la prostitución. No se aprobó una legislación, ni medidas concretas y ni mucho menos se acordó OBLIGAR a los estados miembros a cambiar leyes ya aprobadas o a crear nuevas en un tiempo record.
Es verdad que es muy importante pero no podemos olvidar que lo que se aprobó fue una DECLARACIÓN DE INTENCIONES. Los resultados de la votación no podrán decirle a Alemania, Austria u Holanda, que sus países son el claro ejemplo donde se demuestra que, los sistemas donde la prostitución es legal, son el infierno y que no solo no se ha acabado con la prostitución si no que ha aumentado significativamente y en términos cada día más espeluznantes. La intencionalidad del acuerdo alcanzado es que la UE gestione la prostitución según el modelo nórdico, es decir, perseguir al que la exige y no a la que lo ejerce. Castigar al putero que es básicamente lo que lleva diciendo el feminismo desde que se inventó la rueda y empezó a girar. La historia está llena de ejemplos de países y épocas donde la prostitución era legal, o al menos se admitía y en ningún momento fue algo beneficioso para las que por desgracia, se dedicaban a ella.
Ningún sistema es eficiente al 100%, de hecho, Suecia no ha logrado acabar con totalmente con la prostitución, pero si reducirla significativamente desde que establecieron su legislación en 1999. Partimos de una base muy clara. La prostitución es convertir a las mujeres en trozos de carne comerciable. Desliga al ser humano de su cuerpo. El putero, no ve una mujer, no ve una persona y sus sentimientos carecen de importancia. Solo ejerce un poder sobre un cuerpo al que compra durante un tiempo, haciendo con él lo que le venga en gana. Qué decir de lo que pueda opinar un proxeneta o el dueño del local donde se lleva a cabo. Cuando nuestra por desgracia, todavía ministra habla de consentimiento, deja fuera a las prostitutas. Primero porque es un tema muy espinoso, que, como el resto de temas, no sabe gestionar, sino que, además, es incapaz de diferenciar que ese consentimiento prostitucional está tan viciado y manipulado que pierde su significado para convertirse en la normalización de la violación.
El resultado de la votación está muy lejos de ser algo que celebrar. En este estamento tienen sillón, 705 personas representando a los 27 países que formamos la UE en función de su población. Se conforma en bloques ideológicos y en este caso, los eurodiputados que han votado a favor de acabar con esta denigrante práctica, han sido los bloques de derechas y socialdemocracia, con un total de 243 votos a favor, mientras que 175 votaron en contra y otros 122 se abstuvieron. La suma de los que no apoyaron la decisión es superior a los que votaron que sí. Entre ellos se encuentra el portavoz de Sumar, Ernest Urtasun, que se abstuvo. Otras como Diana Riba i Giner de ERC votó en contra. Algo que desde mi punto de vista deja en muy mal lugar a los representantes españoles. Hubo más de nuestros representantes que se pusieron de parte del comprador en vez del lado de la víctima.
En estas formaciones que se suponen que son de izquierdas y sin embargo defienden unas posiciones que recuerdan mucho más al Partido Demócrata de EE.UU., que a lo que se entiende por izquierda, se mantiene una posición con respecto a la prostitución que poco o nada tiene que ver con la realidad. Trabajan en cierta forma con la romantización de lo sórdido. Asumen la idea de que existen unas mujeres que, en su pleno derecho a la libertad sexual, deciden de forma voluntaria ejercer la prostitución. Mantienen viva la imagen de los cuadros de Toulouse-Lautrec y buscan en las prostitutas a las damas de la noche como las llamaba Samuel Beckett. Una mujer libre sexualmente no se prostituye. Mantiene relaciones sexuales con todos los hombres o mujeres que desea, pero lo elige. No se ve abocada a hacerlo. Porque olvidar que ninguna prostituta lo es por voluntad propia es una forma de agradecer a los puteros que se dejen los duros en pisos y clubes. El beneficio económico es muy alto y perderlo por defender mujeres sería una pena. Además ¿qué pasaría con los cursos que se han hecho en Barcelona de la mano de su antigua alcaldesa? ¿Se pondría de manifiesto que las feministas teníamos razón cuando los calificábamos de locura y de sinsentido?
Por otro lado, tenemos a la extrema derecha que también se abstuvo o votó negativamente. Para ellos, las razones son otras. Las mujeres que viven inmersas en el sistema prostitucional son escoria. Son marginales y ellos no se preocupan de los límites de la sociedad. Para ellos solo hay un camino recto y todas la que no se ajustan a esos bordes prefabricados no son de su incumbencia, ni les preocupan ni harán nada nunca por ellas, más que llegado el caso, hacer uso del “servicio” sin que su esposa, esa a la que le deben todo el respeto del mundo, se entere. Su educación conservadora y religiosa es contraria al hecho de asumir que un sector de la población sufre diariamente y que es responsabilidad suya revocar esa situación. No son pobres descarriadas. Son esclavas.
El dinero de la prostitución es muy goloso y nadie lo quiere perder. Es verdad que ante la trata todos los grupos políticos se muestran muy afectados, pero tenemos que exigir que se deje de utilizar el voluntarismo de determinadas mujeres para elegir la prostitución como opción laboral PORQUE ESO NO EXISTE. Ninguna chica se sienta una mañana con su madre delante de un café para decirle que deja los estudios para dedicarse a ser escort, porque seguro que tendrá un futuro prometedor mucho antes. Las mujeres que no son víctimas de trata son víctimas de otros motivos: violencia, abusos, problemas con las drogas, maltrato, exclusión social, pobreza, engaños o desarraigo.
Por eso, estos pequeños espectáculos de los políticos de turno ya no hacen gracia. El teatro debe ser una actividad cultural pero no un lugar donde se toman decisiones que afectan a decenas de miles de mujeres. Europa no es menos putera que el sudeste asiático o Brasil. Nuestros hombres no son mejores porque vivan en el primer mundo, lleven traje y tengan estudios universitarios. Los puteros no son todos hombres solitarios que no ligan y que tienen un aspecto desastrado, razones nada válidas para abusar de una mujer, pero que están en la mente de todos como el estereotipo del “consumidor”. Ni buscan una noche de desahogo con los amigos. Por supuesto, la falacia de que si no hubiese putas habría más violaciones queda demostrada todos los días. De hecho, cada día se violan a decenas de miles de prostitutas. Los puteros occidentales y de países ricos pertenecen a todos los estamentos, niveles económicos y cargos públicos y privados. Y lo son porque las mujeres no cuentan. Solo ellos y esas falsas necesidades sexuales que ya todas sabemos que no son reales porque cuando se acude a una prostituta no se hace por sexo, se hace por PODER. El poder que les otorga haber nacido con unos genitales determinados que los vuelve los amos del mundo y de sus criaturas.
Si la UE quiere de verdad hacer algo que sirva para acabar con este negocio donde las únicas perjudicadas son las mujeres, tiene que ser contundente. Tiene que imponer sanciones, exigir cambios legislativos de calado. Pero no hay parlamentario que se atreva a decirle a Alemania que sus leyes son una prisión para las prostitutas. Que Holanda no es mejor ni que Austria se queda en mantillas. Tampoco se obliga a España para que ya de una vez, elabore una ley abolicionista, o que Francia desarrolle la suya. La voluntad de cambio debe ir pareja a decisiones que molestan pero que son la única vía para conseguir algo. En política la voluntad es un espejismo si no lleva una ley detrás.
Nadie niega el significado del pasito que se ha dado. Porque no es un paso, solo es un intento de empezar a andar. La protección de las mujeres y su incorporación a la vida social es imprescindible para eliminar el estigma, para su desarrollo como seres humanos y vital para sanar las múltiples heridas físicas, psíquicas y emocionales que tienen abiertas. Sin embargo, hay que ir más allá. Poner las políticas feministas en el centro no es admitir como hizo Irene Montero en su entrevista con Sindy Takanashi que tanto abolicionistas como regulacionistas queremos lo mismo, porque es literalmente mentira. Sus palabras no eran más que una forma de reconocer que en su propio partido hay una profunda división al respecto. Regular la prostitución significa admitir que las mujeres deben seguir estando a disposición de los hombres. Es reconocer que es un negocio del que muchos se lucran y unas sufren. Es permitir que las mujeres sean objetos violables y no seres humanos con derechos y libertades. Es legalizar la esclavitud.
Doy las gracias a los y las 243 eurodiputados que han dado el paso al frente. Pero quiero señalar a los que no lo hicieron. Su decisión es la complicidad con la ignominia, y eso en una Europa que se las da de avanzada, cultural, humana, referente en política social y que reconoce derechos a todos, no debería caber. Por favor, no dejemos que esto se quede en palabras dignas de aplauso pero que se las lleva el viento. Si de verdad queremos que la UE esté a la vanguardia de los derechos de las mujeres, impongamos la abolición y la persecución al putero. Sea quien sea.
