Poema: Sobre la desolación

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Jesús Carretero Ajo

I

Llegó la temporada para quedarse
del oropel y del fruto presuntamente mágico
– ¿seguirá siendo verde por fuera
y rojo por dentro? –
como un manantial desbocado
que estalla en un descorazonador universo
de inquietantes sabores
y texturas en las bocas sedientas de falsas lunas,
reflejadas en charcos de sudores alcohólicos
procedentes del penúltimo carnaval
donde la desmedida sonrisa blanca
se dio un melifluo baño de masas arcoíris
asesinando por enésima vez a Carlos Marx,
pero repartiendo amor, mucho amor, tanto amor
que la rosa de los vientos ha perdido el oeste.

II

Con el ruido que azota y despelleja
de los huracanes se han colado también,
en una tierra plagada de fosas comunes,
los frutos secos y amargos de los iracundos.
Se les reconoce enseguida
porque niegan su pasado sanguinario,
les gusta la cúspide dorada de la pirámide,
son amigos de los ajeno,
tienen la piel coriácea de los escorpiones,
el gesto descompuesto,
violento el ademán
y, al carecer de razón, chillan mucho,
mojan su pluma en bilis y su verbo
es calumnioso y embustero,
aunque rotundo y airado como un alfanje
descabezando enemigos.

III

Mientras tanto
siguen aumentando las esquelas ensangrentadas
de mujeres, datos terribles que pronto caerán
en el desesperante vacío de la ciega noche.

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