Por Sonia Mauriz Pereira
No, querido señor de 49 años que debería estar aceptando el retiro sin intentar alargar su carrera, forzando su participación en una categoría que no le corresponde. Se preguntará por qué tras dos semanas de su robo deportivo y en medio de la celebración de la victoria de la Roja en el mundial a mí me da por responder a su ‘carta’. A ese texto victimista, falaz y narcisista.
Pues precisamente porque la lucha de estas campeonas, de estas verdaderas deportistas que ganaron sin trampas, a pesar del entrenador y dejando compañeras en el camino que demostraron que los valores del deporte no son solo ganar, son también honestidad y valentía. Tanto las que jugaron como las que decidieron dar el golpe en la mesa.
Comienza usted su texto de la poca vergüenza exponiendo que su participación «es necesaria» para la visibilización de su condición»
¿Puede darse la visibilización forzando su presencia en una categoría invisibilizada?
Para muestra un botón, los nombres de las grandes futbolistas que hoy corea todo el mundo hace dos años no los conocía nadie. Cuando 15 de ellas quisieron negociar mejoras laborables básicas eran solo 15 desconocidas, 15 mujeres exagerando, 15 mujeres ninguneadas por una administración deportiva mayoritariamente masculina.
Y ese trato recibieron por la fratría deportiva, oídos sordos y la amenaza de una sanción de 5 años.
Si las mejores del mundo, si la élite deportiva se enfrenta a semejantes batallas, qué no se vivirá en categorías inferiores donde comienzan nuestras niñas y jóvenes, las futuras campeonas.
Y es ahí donde usted quiere venir a visibilizarse, o sea a invisibilizar a las legítimas luchadoras de este espacio. Porque la socialización masculina no enseña límites al ego.
Cuenta usted en la lacrimógena historia que emocionó a las películas de sobremesa de T5, que a los 45 años se cansó de «fingir» y quiso dejar de vivir como hombre y abandonar su categoría.
Como deportista popular de 48 años que soy, lo que a usted le pasó es que no supo aceptar el paso del tiempo y ceder el testigo a la juventud, aceptar que en deporte compiten anatomías y los cuerpos de 20 y 30 superan a los de 45.
Dice usted que «No está probado que las mujeres trans ganen siempre y sistemáticamente a las mujeres biológicas». Esta frase es obviamente muy trilera porque omite contexto, y en el suyo, que es el atletismo, sí está más que probado. Le recomiendo una búsqueda rápida en Google Academics.
Melani Bergés la mujer a la que usted invisibiliza, cuya carrera no es un juego ni para ella misma ni para las niñas albinas para la que es referente, lo explica muy bien cuando expresa su indignación porque ella no puede competir ni con amputados, ni con ciegos totales y no comprende porque usted puede hacerlo donde le plazca.
Sin embargo usted competía también en deporte no adaptado antes de que las federaciones decidieran no incluír transfemeninos.
Si hay categorías por sexo, edad y adaptación a la discapacidad es por el principio deportivo de igualdad razonable en competición. Es decir, está feo hacer trampas.
Mujeres como Melani o como nuestras ídolas del momento, tienen muchísimo aún por lo que luchar, dentro del campo y en los despachos de las cúpulas deportivas.
Menciona usted que le duelen las críticas que vienen de España por lo avanzado que ve usted de la ley trans. Bueno, a usted como a la responsable de esa ley, se le olvidan las mujeres.
Hasta el año pasado que se aprueba la nueva ley del deporte las condiciones laborales de las deportistas eran deplorables hasta el punto de que, para que no corriera la condición élite, si una atleta se quedaba embarazada tenía que declarar la gestación como lesión.
Las condiciones a la maternidad básicas del Estatuto de los Trabajadores que vimos que permitió que Ana Peleteiro tuviera baja por ejemplo vienen del último cambio legislativo.
Y aún así solo hemos avanzado lo mínimo. Si bien la paridad en cargos políticos del deporte se exige formalmente no se da de facto y no hay que ser un genio para darse cuenta de que el conflicto vivido por las hoy aclamadas guerreras de la Roja hubiera sido muy diferente si en las cúpulas deportivas hubiera más mujeres.
Hoy hay medios desacreditando esta lucha laboral e intentando incidir en que la victoria se le debe al técnico y dejando a las bravas que arriesgaron su carrera de exageradas. Ya se sabe las mujeres, unas histéricas.
También vemos la deplorable imagen de Rubiales forzando un beso en la boca a una mujer que celebraba su victoria deportiva y un hito en su vida profesional.
No sé en qué ámbito laboral ante un ascenso está bien visto un beso de un superior. Ni he visto besos a jugadores, quizá Messi esté pensando qué dónde están sus besos, que le deben muchos.
Dice usted «toda hipótesis para ser teoría debe ser probada». Comparto su preocupación epistemológica, la razón debe construirse desde cimientos de prueba veraz y comprobable y milenios de opresión y desigualdad nos dan a las mujeres números e imágenes suficientes para que sea indubitable que si alguien debe ser visibilizado somos nosotras y que si alguien busca su propia visibilización debe construir su propio espacio de lucha.
Muy orgullosa de la selección, de las que se plantaron y de las que jugaron, nuestras niñas tienen hoy nuevas y grandes referentes, de lo que puede hacer en deporte, en igualdad y en lucha de derechos laborales.
Y con esto me despido de un tramposo que no supo aceptar el retiro.