La niña ya no quiere ser princesa
y decide jugar al cosmonauta.
No quiere ser la damisela incauta,
que despierta si el príncipe la besa.
Se aburre si la ponen a tejer,
le gusta demostrar su inteligencia.
Prefiere los ensayos de la ciencia
y salir a las calles a correr.
El tiempo nos enseña en un segundo
que el valor no requiere de rudeza,
ni tiene que ser frágil la belleza.
Una osada muñeca salva el mundo;
y le teme el machismo moribundo
a la Barbie capaz de tal proeza.