Asperger, ¿qué es?

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Alexandre García Turcan.

Introducción

Este artículo no versa sobre política o economía (aunque el tratamiento de cualquier cuestión social requiere de una política, y por lo tanto de dinero), sino sobre, por así decirlo, una «condición neurológica» que existe en el 0.5% de la población y de la que últimamente se viene hablando cada vez más en medios y redes, aunque con cuentagotas. Pese a que, dentro de una sociedad que hace de la «diversidad» su seña de identidad, no llega a ocupar tanto espacio en foros, redes y medios de comunicación como otras identidades que, además, en su inmensa mayoría no tienen la condición de discapacidad.

Estuve pensando durante mucho tiempo si debía «salir del armario» y confesar que fui diagnosticado con síndrome de Asperger en octubre de 2019, porque no me gusta hablar de mí vida personal en publicaciones de Internet, y porque precisamente me horroriza la idea de que la gente perciba que estoy poniendo en valor una «identidad» y una pertenencia a un «colectivo». Pero, ¿qué diablos? No soy tan importante, y al fin y al cabo lo mencioné de pasada en un video que hice en mi canal de Youtube sobre la profesión de teleoperador. Entonces, si bien en Twitter existe una miriada de activistas que dedican su tiempo a hablar del síndrome de Asperger y asocian esta etiqueta en su propia persona, quisiera dejar claros una serie de puntos:

  1. Rechazo tajantemente formar parte de ningún «colectivo», máxime cuando esto entra claramente en contradicción con los valores republicanos que defiendo. Además, este artículo va dirigido sobre todo a ayudar a concienciar a la sociedad y a ayudar a otras personas que sufren de discapacidad, y no tanto a “pedir ayuda” para mí mismo, porque de mi vida no me puedo quejar y en mi día a día la condición de autista Asperger es algo que suele estar ausente de mi mente la mayor parte del tiempo.
  • A consecuencia de lo anterior, no tengo intención (al menos de momento) de convertirme en activista especializado en hablar de su condición en redes sociales o mi canal de Youtube. No me defino como «persona autista», soy un ciudadano hispano-francés que hace divulgación para que España salga del euro y llegue el pleno empleo a través de la Teoría Monetaria Moderna. Por supuesto, tengo muchas más ideas, pero básicamente esto es lo que soy.
  • No hay realmente motivaciones personales para escribir este artículo. Simplemente hablo de un tema, que sin duda me concierne, pero precisamente porque me concierne estoy capacitado para hablar de ello. Y no pretendo con ello victimizarme. Lo voy a dejar claro de la siguiente manera: es cierto que a veces interactúo en Twitter con otras cuentas de activistas Asperger, y una vez me mencionaron que Alberto Nuñez Feijóo se refirió al gobierno de Pedro Sánchez como “gobierno autista”, cosa que resultaba escandalosa para estos activistas. En primer lugar, como soy un defensor a ultranza de la libertad de expresión, lo primero que digo es que Núñez Feijóo tiene derecho a decirlo, y de hecho creo que no debería haberse disculpado con la Confederación Autismo España. En segundo lugar, como el medio en el escribo no me permite ser vulgar, diré que las palabras de Nuñez Feijóo me resultan cuanto menos indiferentes. Además, no hay que fijarse tanto si Núñez Feijóo ofendió a tal o cual persona, si no el significado de lo que quiso decir. Es como si hubiese dicho por ejemplo que el gobierno del PSOE «está ciego ante la realidad», y la ONCE le hubiese denunciado por atentado contra el honor.

Como ya sabréis, me gusta partir de lo concreto para luego ir hacia lo general, y por eso voy a hablar brevemente de mi experiencia personal, cosa que no me entusiasma pero tiene un interés que va a servir para el resto del artículo.

Desde pequeño sentía que algo no encajaba en mi forma de percibir las cosas, que tenía más dificultades que otros para llevar a cabo ciertas tareas y que tenía dificultades de interacción con los demás. En otros aspectos, en cambio, veía que tenía capacidades superiores a la media. Los supuestos especialistas que veía atribuían sistemáticamente estos problemas a otro tipo de trastornos (trastorno límite de personalidad u otros), y como a cada vez que veía a un especialista el diagnóstico erraba siempre, no lograba darle una explicación a mi forma de ser que me permitiera conocerme a mí mismo y mejorar mi vida.

Por insistencia de un familiar, en octubre de 2019 fui a hacerme las pruebas para el diagnóstico de síndrome de Asperger (que es un término que en realidad ahora es caduco, pero volveré sobre esto más tarde), y efectivamente fui diagnosticado como tal. Durante los primeros meses posteriores al diagnóstico no terminaba de creérmelo, no por algún tipo de vergüenza sino por una simple cuestión de honestidad, pues obviamente tener una discapacidad reconocida por la Comunidad de Madrid da derecho a una serie de ventajas. Pero después de investigar, ahora sé que es una realidad, y no sólo eso, sino que además el estudio del síndrome de Asperger me ha permitido hacer una lectura entera de mi trayectoria de vida en la cual ya todo cobra sentido.

Otras personas que han sido diagnosticadas autistas Asperger han tenido una experiencia similar. Es lo que cuenta por ejemplo el youtuber francés Penseur Sauvage. Resulta que él conoció a otro youtuber que había sido diagnosticado como Asperger antes que él y que le había explicado los rasgos principales del síndrome de Asperger.

Así lo cuenta:

“Cuando le pregunté en qué consistía, me explicó los rasgos autísticos estándar, y constantemente le preguntaba ‘¿Pero eso no es normal? Pensaba que era el caso en todo el mundo’. Y entonces me di cuenta de que yo era probablemente autista Asperger. A partir de allí profundicé en la investigación, seguí los procedimientos, y finalmente obtuve el diagnóstico que confirma que efectivamente soy autista Asperger. Y en mi caso fue un gran alivio porque me permitió comprender una gran cantidad de cosas y facilitarme la vida en gran medida. Pero al mismo tiempo estaba bastante enfurecido, porque ya tenía 33 años en la época, y salía de 15 años de vida activa en la que había estado constantemente en situación de precariedad extrema […]

Yo sospechaba que, en lo que a mí respectaba, había algo diferente. Y tenía que haber alguna razón por la cual me fuera tan difícil llegar a obtener unos ingresos mínimamente dignos […] Sólo que no llegaba a comprender por qué. Y esta sensación de estar desfasado con respecto a la norma no tenía nada de nuevo: ya había tenido grandes dificultades de integración a lo largo de mi trayectoria escolar anteriormente, y en consecuencia ya había tenido un seguimiento psicológico desde muy joven. Y en ningún momento ese diagnóstico había sido considerado, antes de que yo mismo, después de un encuentro puramente aleatorio, haga personalmente el trabajo de prediagnóstico necesario para obtenerlo.

Por lo tanto, sí, estaba enfurecido, y para ser sincero lo sigo estando bastante a día de hoy. ¿Cómo es posible que en un país como Francia, séptima economía mundial, estemos tan atrasados en el plano de la psiquiatría hasta el punto de que un paciente esté obligado a autodiagnosticarse para que su discapacidad sea reconocida? ¿Cómo es posible que haya hecho falta esperar a que un amigo hable de su propio diagnóstico para estar informado sobre lo que es el autismo llamado Asperger, pese a haber acumulado más de dos décadas de seguimiento psicológico?”.

Mi experiencia es muy similar. Efectivamente, el diagnóstico genera un sentimiento de cólera bastante grande. Las palabras que resumen lo que se te viene a la mente cuando te diagnostican eso (en mi caso a los 35 años) es “tiempo perdido” o “desperdicio”, por cómo habrían sido diferentes las cosas si el diagnóstico se hubiese hecho a muy temprana edad y si la sociedad hubiese sido sensibilizada sobre la cuestión.

También es verdad que en estas situaciones suele haber un sesgo de negatividad que te hace ver tu vida anterior bajo un prisma siniestro, obviando que también hubo mucho de positivo. Pero lo que es indudable es que si a principios de los años 90 (o finales de los 80) me hubiesen hecho el diagnóstico, eso habría evitado muchos problemas. Pero lamentarse sobre lo que podría haber sido y no fue no tiene sentido. Si quieres que tus experiencias negativas hayan valido la pena, entonces lo que debes hacer es precisamente evitar que eso mismo que tú viviste se reproduzca en otras personas.

Y a eso va dedicado este artículo, a comprender en qué consiste ser autista Asperger, para que lectores, familiares, padres, amigos, puedan tener una leve sospecha de que tal o cual persona pueda ser autista Asperger y así actuar con la máxima urgencia, porque entre los lectores de este artículo es muy posible que haya una buena cantidad de gente que esté en la misma situación que yo antes de los 35 años, y cuyo diagnóstico pueda potencialmente salvarles la vida. Y no, no estoy exagerando, porque el autismo no es un capricho, ni una moda, ni un síndrome teorizado por psiquiatras de crecepelo, sino una discapacidad. Cierto, se trata de una discapacidad contextual (muy importante), pero no por ello deja de ser una discapacidad real, con consecuencias concretas.

Y una de esas consecuencias es lo suficientemente dramática como para tomarse el asunto en serio. Un artículo de la revista The Lancet de 2014 demostró en un estudio que entre las personas diagnosticadas con autismo Asperger, el 66% de las personas interrogadas afirmaron haber tenido ideas autolíticas. A modo de comparación, en España, según un estudio de 2021, esa proporción es del 4,4% en la población general. Tengamos en cuenta además de que se trata de un estudio realizado sobre gente ya diagnosticada, y que por lo tanto la situación puede ser mucho peor para los Aspergers no diagnosticados.

Por lo tanto, estar informados sobre la cuestión puede literalmente marcar una diferencia entre la vida y la muerte. Por ello es muy importante abordar la cuestión.

¿Qué es el autismo?

El autismo es un síndrome que forma parte de los trastornos generalizados del desarrollo, que designan una alteración de las capacidades cognitivas que afecta a las capacidades de comunicación y socialización de un individuo, y que se manifiesta desde la infancia.

Hay que dejar claro que aquí no hablamos de una alteración con respecto a una presunta “naturaleza humana”, una perfección genética o una fantasía consistente en ver a los autistas como disminuidos con respecto a los no-autistas, sino que hablamos de alteración con respecto a una norma. Por lo tanto, ser autista no consiste en estar “menos bien”, consiste simplemente en ser diferente. Por lo tanto vamos a distinguir entre las personas autistas y las personas llamadas neurotípicas, es decir todas las personas cuya cognición está dentro de la norma, que representan alrededor del 90% de la población mundial.

Hay que tener presente que aquí no se hace ningún juicio de valor. Ser neurotípico no implica ser banal, prosaico o insípido, es simplemente estar dentro de la norma en el plano del funcionamiento cognitivo. Y precisamente debido al hecho de que la sociedad está compuesta en su amplia mayoría por personas neurotípicas, la sociedad está articulada en torno a ellos. Las convenciones sociales actuales provienen de personas neurotípicas y están hechas para personas neurotípicas. Y esta es la razón por la cual el autismo es una discapacidad contextual. Lo que hace que el autismo Asperger represente una discapacidad no es la cognición autista per se. Un Asperger puede ser totalmente funcional, y si la sociedad estuviera compuesta por un 90% de Asperger, funcionaría igual de bien (e incluso podemos atrevernos a pensar que mejor, porque tendemos a ser más pragmáticos). Lo que hace que ser Asperger sea una discapacidad es ser Asperger en una sociedad de neurotípicos, y no ser Asperger en sí mismo.

Por lo tanto, los autistas Asperger tienen una cognición que puede ser totalmente funcional, pero diferente de la cognición de la amplia mayoría que determina las convenciones sociales vigentes. Convenciones que consisten en esperar de un individuo una serie de reacciones y comportamientos que son lógicos y espontáneos para un neurotípico, pero no para un Asperger. Lo que hace que sea mucho más difícil para los Aspergers, por ejemplo, satisfacer demandas tácitas como las que puede haber en una entrevista de trabajo.

En la actualidad se estima que el 1% de la población mundial se sitúa dentro del Trastorno del Espectro Autista (TEA) y que la mitad (es decir 0,5% de la población mundial) es autista Asperger. Pero estas estadísticas aún son muy vagas, porque hay todavía una reticencia a hacer frente a la realidad de este síndrome, lo cual implica hacer grandes esfuerzos de adaptación general.

Y sin embargo, sólo habría ventajas en que la sociedad esté más abierta e informada sobre el autismo Asperger, porque como ya dije, la discapacidad que representa es puramente contextual, y por lo tanto puede ser atenuada más que de sobra mediante un ligero esfuerzo colectivo, de tal manera que los autistas Asperger puedan ser mejor integrados, y ser potencialmente más productivos y/o creativos. Y en lo que respecta a la productividad, lejos de ser una discapacidad, ser autista puede ser una ventaja enorme. Por lo tanto, de la misma manera que el paro es un desperdicio de recursos humanos, no identificar a los Aspergers también puede suponer un desperdicio para la sociedad.

¿Qué diferencia principalmente un autista de un neurotípico?

Lo que llamamos el TEA es un trastorno neurológico relacionado con la comunicación y las interacciones sociales. Lo cual implica también comportamientos estereotipados, sobre los cuales volveremos. En resumen, lo que distingue a una persona autista de una persona neurotípica es principalmente la facilidad con la que la segunda accede a lo que se llama una “intuición social”. Es decir, comprender las convenciones sociales tácitas, las expectativas que tienen los demás hacia nosotros relativas a todo tipo de sutilezas como las fórmulas de cortesía, los comportamientos ligados a diferentes tipos de situación, el ser capaz de tener en cuenta el mecanismo emocional de los demás e incluso lo que releva de los juegos de seducción, ya sea dentro de un marco afectivo-sexual u otro.

Para un neurotípico, todas estas reglas que rigen las relaciones humanas son asimiladas de manera intuitiva. Un neurotípico no piensa “racionalmente” sobre el comportamiento que hay que adoptar en diferentes situaciones sociales. Lo que hace es sencillamente sondear sus propias emociones, ponerse en el lugar de su interlocutor, y deducir de ello la reacción que debe ser esperada, o la que el otro no espera (según el contexto), en base a la presunción de que su cognición es la misma que la de su interlocutor.

Es en este aspecto donde el autismo es una discapacidad. Puesto que la cognición del autista es diferente de la del neurotípico, emplear este mismo método puede llevar a conclusiones diferentes. De tal manera que si reacciona de la forma que le parece apropiada para él, puede verse confrontado a una reacción de sorpresa por parte de su interlocutor, que esperaba una reacción diferente.

Pongamos un ejemplo. Imaginemos que una persona fuese a hablar con un autista de un problema de pareja, y le contara que una amiga no llega a hacerle comprender a su pareja lo que espera de ella para su cumpleaños. Un neurotípico comprendería que en esta situación su amiga busca apoyo emocional o ser tranquilizada en lo que respecta a su relación, e intuitivamente eso le llevaría a decir algo del tipo: “no deberías preocuparte, estoy seguro de que a su novio no se le ha olvidado, y que le prepara una sorpresa.”

La reacción de un autista será en cambio muy diferente, porque no tiene la cognición que le permita llegar a la misma conclusión. En la mayoría de ocasiones va a analizar la situación desde un punto de vista puramente perceptivo, y no emocional. Es decir, se le expone una situación que revela un problema surgido de una dificultad de comunicación, y se trata de encontrarle una solución. El hecho de que la persona en cuestión se dirija a él aparenta ser una petición de ayuda, y por lo tanto intentará ofrecerle soluciones concretas del tipo: “Pues ve a hablar con el novio y pásale el mensaje.” Lo cual sería inapropiado, pues las convenciones sociales vigentes nos dicen que no debemos entrometernos en un asunto de pareja. Pero es precisamente con este tipo de cosas donde un autista tiene una dificultad, porque él no ve el problema que plantea: si eso puede ayudar, ¿dónde está el problema?

Allá donde un neurotípico sabrá intuitivamente cuál es la respuesta apropiada para este tipo de situación, un autista tendrá que aprender de memoria estas convenciones. Si no se le dice expresamente que una reacción no es apropiada, sólo puede adivinarlo mediante ensayo y error, y no por simple deducción como en el caso de un neurotípico.

¿Es correcto hablar de síndrome de Asperger?

Aquí es donde conviene diferenciar entre el autismo en general y lo que comúnmente se llama autismo Asperger. Con estos términos nos solemos referir a una forma específica de autismo sin deficiencia de lenguaje, e incluso comúnmente asociada a un cociente intelectual elevado (aunque esto último no hace consenso, porque según algunos especialistas se confunde la inteligencia con la capacidad de un autista Asperger para volcarse en una temática de tal forma que puede llegar a ser un experto en la misma).

Pero la realidad es que, en sí mismo, el síndrome de Asperger ya no es reconocido en psiquiatría y se retiró en 2013 del DSM-V, porque resulta de una concepción desfasada del autismo, que consistía en dividir entre un grupo de autistas considerado “duro” y otro más “ligero”. Hoy ya no se trazan fronteras tan nítidas entre unos y otros, y se considera el autismo como una escala de grises que puede adoptar formas muy diferentes. Es por ello que se habla más bien de “espectro autista” o TEA, en el seno del cual se encontraría el autismo sin retraso en el lenguaje y sin deficiencia intelectual, que se corresponde a lo que antiguamente se llamaba el síndrome de Asperger, y que se sigue llamando así por una cuestión de comodidad. Y de hecho lo voy a seguir haciendo a lo largo del artículo.

Hay por lo tanto una diferencia muy grande entre esta forma de autismo, y la imagen que hay en el imaginario colectivo del autista totalmente mudo, que se balancea de un lado a otro y al que le dan crisis cuando le intentan tocar, tipo Rain Man (película que ha hecho más daño que bien al difundir una serie de creencias totalmente falsas). Lo que distingue a unos de otros son:

1) La intensidad de las percepciones, que para el autista con deficiencia hace que sean insoportables cosas como algunos sonidos, olores, la luminosidad, ser tocado, etc., que pueden conducirle a crisis, porque debido a que también sufren de un retraso en el lenguaje, es globalmente el único medio que encuentran para expresar su molestia.

2) Una discapacidad ligada al lenguaje, que cognitivamente hablando hace que sean incapaces, o les sea muy difícil asociar un significante con un significado. Por dar un ejemplo, cuando se dice “mesa”, una persona normal asocia intuitivamente la palabra “mesa” con el objeto que designa, mientras que un autista con deficiencia de lenguaje necesita para ello un esfuerzo consciente, a veces muy importante, para relacionar uno y otro. Y como eso es el fundamento mismo del lenguaje humano, ello plantea grandes problemas para el aprendizaje del lenguaje.

En el caso de los autistas Asperger, por una parte la sensibilidad perceptiva es menos acentuada (aunque existe), y por otra parte no hay, o no hay apenas esta discapacidad de lenguaje (excepto en algunos casos como el mío, pues a los cinco años tuve que ir unas semanas al ortofonista para aprender a leer). Por regla general aprenden a hablar con la misma facilidad que cualquier otro niño neurotípico.

¿Cuál es el gran problema del síndrome de Asperger?

El tercer aspecto que distingue a los autistas Asperger de los autistas con deficiencia es la ausencia de deficiencia intelectual. Es más, como ya dije, el autismo Asperger se suele asociar a un cociente intelectual muy elevado. Esto es lo que permite a los autistas Asperger aprender a compensar su discapacidad. Es decir, allá donde un autista con deficiencia es incapaz de integrarse en sociedad y debe vivir bajo tutela, un autista Asperger puede lograr integrarse con mayor o menor éxito, e incluso vivir de forma totalmente autónoma.

El problema es que esto es un arma de doble filo, porque esta capacidad para compensar su discapacidad, va a tender a enmascarar e invisibilizar la discapacidad misma, sin que por ello desaparezca. Y esta es una de las principales razones de la ausencia de diagnóstico para muchos autistas Asperger que lo son sin saberlo. Porque en el caso de los autistas con deficiencia, su falta de autonomía lleva a que su diagnóstico se haga a edad muy temprana (los rasgos autistas se manifiestan en este caso antes de la edad de 3 años), pero en el caso de un autista Asperger es frecuente que sus excentricidades sean explicadas por la infancia o la estupidez. Si bien cuando ves que tu hijo o hija no habla nunca y tiende a balancearse de un lado a otro, vas rápidamente a consultar a un profesional, como padre o madre no se te viene tan espontáneamente a la cabeza consultar a un psicólogo simplemente porque crees que tu hijo es un poco tonto.

Y esto es lo dramático, porque como dije un autista Asperger está lejos de ser estúpido, pero tiene regularmente reacciones y comportamientos inapropiados que desde el punto de vista de un neurotípico se asemejan a la estupidez. Y de hecho en el caso de los autistas Asperger es muy característico dar una impresión confusa que no permite saber a las claras si se trata de una persona muy inteligente o muy estúpida, porque según las circunstancias, en una situación os va a dejar fascinados por lo bien pensados y razonados que son sus argumentos, o al revés en otras situaciones va a hacer algo tan absurdo que vais a deducir que es estúpido u os vais a preguntar si no ha tomado sustancias ilícitas (cosa que me ha pasado más de una vez).

Entonces, como dije, la detección del síndrome de Asperger suele escapar al radar de padres, familiares y amigos, porque lo único que se verá a primera vista es a un niño hacer cosas extrañas, pero, después de todo, todos los niños hacen cosas extrañas. Por lo tanto, la conclusión que se va a sacar es que el niño Asperger, no hará otra cosa que hacer cosas extrañas, solo que en una medida ligeramente superior a la media, y ello no justificará llevarlo a un especialista.

Y a fuerza de hacer tonterías, el niño Asperger va a progresar mediante ensayo y error. No tiene la intuición social para poder juzgar si lo que hace es apropiado o no en una situación dada, pero es perfectamente capaz de darse cuenta de que un determinado comportamiento ha generado una reacción negativa. Entonces la mente del autista Asperger va a funcionar como una base de datos que registra la información cada vez que comete un error, para no repetirlo más. Y así, poco a poco, llegado a la edad adulta, va a lograr por sí mismo aprender a comportarse socialmente de la forma más apropiada. Pero este aprendizaje no va a consistir en aprender generalidades del tipo “está bien ser delicado, y no está bien ser brutal”, sino más bien en aprender de memoria un listado de cosas que no se deben hacer en una larga serie de situaciones distintas. Como un código informático que les permita establecer la correlación entre una situación dada A y una reacción dada B. Cosas tan tontas como cuando a uno le preguntan “¿Cómo estás?”, no limitarse a decir “bien”, sino “bien, ¿y tú cómo estás?”. O incluso cosas que explican por qué los autistas Asperger poco aguerridos son personas extremadamente ingenuas y manipulables. Por ejemplo, si un niño le pide a otro niño Asperger que le preste su juguete, el Asperger jamás va a considerar la posibilidad de que no se lo vaya a devolver, porque su cognición le imposibilita pensar que sea concebible. Y si a eso le sumamos un rasgo fundamental de los autistas Asperger, que es entender todas las frases que se le dirige en su sentido literal, eso le puede convertir en una persona extremadamente manipulable.

Pero si el autista Asperger ya tiene una cierta experiencia , puede haber alcanzado cierta maestría, hasta el punto de que puede dominar todas las situaciones, haciendo así imposible a primera vista detectar que pueda tener una discapacidad. Porque este es precisamente el objetivo que persigue el autista Asperger en su vida: lograr integrarse, ser aceptado como alguien normal, no suscitar malas impresiones ni ser objeto de burlas. Si hubiera que hacer un símil cinematográfico, el autista Asperger sería un poco como el personaje de Han Sing en la película Romeo debe morir (interpretado por el actor de artes marciales Jet Li), en la escena en la cual los malos de la película le retan a un partido de fútbol americano sin que él conozca las reglas. Entonces comete un error, lo machacan, y le explican una regla del juego que ignoraba. Luego comete otro error, lo machacan, y le explican otra regla del juego que ignoraba. Esto le va a permitir dominar las reglas del juego de tal manera que en la jugada siguiente deja a todos los del equipo contrario en el suelo y hace touchdown.

Esto lo voy a ilustrar con una vivencia personal que va a permitir al lector entenderlo. Yo llegué a España a la edad de seis años y no sabía hablar ni una palabra de español. Tuve la suerte de acudir a clases en el Liceo Francés de Madrid, conviviendo con compañeros de clase que hablaban prácticamente todos español además de francés, e incluso una profesora de Lengua Española me ayudaba a aprender español haciéndome leer El pequeño país. Y gracias a los programas infantiles que se emitían en la televisión y los cómics de Ibáñez y Escobar, en menos de 12 meses ya podía comprender el castellano perfectamente y comunicarme con compañeros sin problemas.

Y sin embargo, ya en mi época de estudiante, alrededor de los 19-20 años, en alguna ocasión me hicieron burlas sobre mi forma de hablar (porque todavía podía tener en ese momento algún deje), y esto lo hacían porque me percibían como un español puro y duro, pero que hablaba mal español. Y allí está toda la injusticia, porque ni yo era 100% español, ni lo soy a día de hoy. Pues en el caso del autista Asperger es exactamente lo mismo: puede haber alcanzado tal grado de maestría a la hora de dominar cualquier tipo de situación social, que por este motivo la gente puede no aceptar que tenga una discapacidad. Porque, claro, ¿cómo va a tener una discapacidad una persona tan inteligente y en apariencia tan normal? Solo los que le conozcan en la intimidad (familiares y gente cercana) conocerán sus extrañezas. Pero incluso gente que le conoce desde hace años (colegas de trabajo por ejemplo) rechazarían el diagnóstico de autista si fuesen informados al respecto. Y ello porque en un ambiente estandarizado, en el que los usos sociales deben ser conocidos de todos, el autista Asperger puede aprender a “disfrazarse” y mantener la ilusión perfecta de ser neurotípico. Por este motivo puede que hasta miembros de su familia rechacen el diagnóstico, no porque no hayan notado extrañezas en él, sino por clichés existentes sobre el autismo a los que han adherido (por películas como Rain Man entre otras razones). En este caso el problema no es que se niegue que la persona concernida tenga un comportamiento fuera de la norma, sino que hay un rechazo ante la idea de que sea un deficiente mental, pues el autismo en general se suele relacionar erróneamente con eso.

(Continúa en una segunda entrada).

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