Conquistas y logros de la URSS (6). La Naturaleza como prioridad revolucionaria

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Terminamos con esta entrada esta serie de artículos breves realizados por nuestro querido camarada Juan López Páez, que en conjunto ofrecen una completa documentación sobre los hitos conseguidos por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, una lectura que puede ser de interés a los lectores en estos tiempos de rusofobia y revisionismo propagandista.

A pesar de que la academia –especialmente la occidental hace tabla rasa y achaca a la URSS una imagen negativa de las Ciencias biológicas y ambientales soviéticas  anclándose en los casos Lyssenko, mar Aral y Chernóbil, acusando a la URSS de «ecocidio» (Feshbach y Friendly) junto con ecologistas burgueses y defensores de un programa de «desarrollo sostenible» que busca reformar  el  capitalismo  siembran una confusión deliberada: presentan las graves y enormes  crisis ambientales en la URSS como  un ejemplo de “insostenibilidad ecológica” del socialismo, conviene recordar que Engels ya redactaba un pasaje brillante y premonitorio, reivindicado por los biólogos marxistas que se enfrentan a la crisis ecológica a la que se enfrenta la Humanidad:

«No nos dejemos llevar por el entusiasmo ante nuestras victorias sobre la Naturaleza. Después de cada una de estas victorias, la naturaleza toma su venganza. Es verdad que las primeras consecuencias de estas victorias son las previstas por nosotros, pero en segundo y en tercer lugar aparecen unas consecuencias muy distintas, totalmente imprevistas y que, a menudo, anulan las primeras. Así, a cada paso, los hechos nos recuerdan que nuestro dominio sobre la naturaleza no se parece en nada al dominio de un conquistador sobre un pueblo conquistado, que no es el dominio de alguien situado fuera de la naturaleza, sino que nosotros, por nuestra carne, nuestra sangre y nuestro cerebro, pertenecemos a la naturaleza, nos encontramos en su seno, y todo nuestro dominio sobre ella consiste en que, a diferencia de los demás seres, somos capaces de conocer sus leyes y de aplicarlas de manera juiciosa»

La academia desconoce una parte de la Historia de la Ciencia con perversa intención o el desconocimiento de  la realidad de los avances de científicos soviéticos en este campo, afortunadamente una serie de trabajos con un nuevo enfoque como los de Foster (2015), Brain (2011), Weiner (1999), Frolov (1982), Budyko (1980), Sukachev y Dylis (1964) entre muchos otros, reivindican  la desconocida existencia de una ecología soviética[1]  en campos tan actuales como el cambio climático, la preservación de ecosistemas y creación de parques nacionales, los conceptos pioneros de interacción con el medio relativos a biosfera, biogénesis, análisis energético de comunidades ecológicas y ciencia del suelo.

Zapovédniki

La justificación teórica para las reservas naturales es conocida como «zapovédnost» desarrollada en la década de 1890 y principios del siglo XX, principalmente por el biólogo del suelo Vasili Dokucháyev. La idea fundamental es la exclusión de humanos y prohibición de la actividad económica, con la única excepción de acceso no intrusivo para científicos y guardabosques. Los zapovédniki pretenden ser parcelas de ecosistema natural que pueden ser estudiadas como etalony (эталоны). En 1910, la teoría del zapovédnost dio un paso adelante con el botánico Ivan Parfenievich Borodín, que argumentó que los zapovédniki deberían ser establecidos como un plan establecido de reservas que fueran muestras de todas las principales regiones naturales del país. El entomólogo Grigorii Kozhevnikov director del Museo zoológico de Moscú también apoyó la iniciativa.

Con estos antecedentes el movimiento conservacionista soviético prosperó en la primera década de la Revolución rusa bajo la protección de Lenin. La nacionalización de la tierra por parte de Lenin en 1917-1918 creó un ambiente legalmente favorable para el sistema de los zapovédniki (reservas o santuarios), ya que asegurar áreas de tierra para este propósito de manos de propietarios privados ya no era un problema. Lenin estaba interesado en la protección de la naturaleza otorgando rápidamente el permiso para crear en 1919 el zapovédnik de Astracán en el delta del Volga en la orilla noroeste del mar Caspio.

En 1919 cuando la guerra civil está en su apogeo, Lenin recibió al ingeniero agrónomo Nikolai Podiapolski del Comité Ejecutivo territorial de Astracán para informarse sobre la situación político militar en esa región, Podiapolski aprovecha y solicita su apoyo para la creación de una reserva natural integral (zapovédnik) en el delta del Volga, Lunacharsky sugiere a Podiapolski que sitúe su propuesta en el marco general de una necesaria política de conservación de las riquezas naturales, Lenin demanda a su interlocutor que le redacte un decreto aplicable a toda la Unión. Según Lenin se trata de una “prioridad urgente para toda la República” un proyecto que se transformó sobre una base legal firme en un decreto firmado el 21 de septiembre de 1921 bajo el título de “Protección de la Naturaleza, Jardines y Parques” que confirma la política de conservación  bajo la responsabilidad del Narkompros que protegería contra las lógicas “cortoplacistas” burocráticas y utilitaristas de otros aparatos del Estado, ofreciendo la oportunidad de una gestión guiada ante todo con fines científicos.

Cambio climático

En 1966, la física, Evguenia Rubinstein, publicó a través de su trabajo sobre la Teoría de la Probabilidad en la previsión metereológica lo que hoy está presente, el cambio climático, basándose en estudios que había realizado sobre el aumento de las temperaturas en el Ártico por lo que recibió la Orden de Lenin como reconocimiento.

En 1979, la revista soviética «Nauka i Zhizn» (Ciencia y Vida) publicaba el artículo «Cómo será el clima de la Tierra» de Mikhail Budiko [2] miembro de la Academia de Ciencias de la URSS, pionero en estudios del clima global, calculando temperaturas de la Tierra tomando en consideración de modelos físicos simples del equilibrio, donde la radiación entrante solar absorbida por el sistema terráqueo es balanceada por la energía reirradiada al espacio como energía térmica.

Debe destacarse el interés de Lenin, en 1901 publica «La cuestión agraria y los críticos de Marx» donde ya se hace presente la preocupación del empobrecimiento de los suelos, escribe:

«la posibilidad de sustituir los abonos naturales por los artificiales y el hecho de que ya se haya hecho así (parcialmente) no refutan en absoluto la irracionalidad de desperdiciar los fertilizantes y de contaminar de ese modo los ríos y el aire de los suburbios y de los distritos industriales. Incluso en la actualidad hay explotaciones agrícolas en las inmediaciones de las grandes ciudades que utilizan los residuos urbanos con enorme beneficio para la agricultura. Pero con este sistema sólo se aprovecha una parte infinitesimal de los residuos»

Nikolai Bujarín siguiendo a Vernadsky hizo hincapié en «Materialismo Histórico» (1923) en la relación humana con la biósfera y el intercambio dialéctico aplicación del concepto marxiano de interacción metabólica entre los seres humanos y la naturaleza. Dedica un capítulo entero a la relación entre sociedad y naturaleza, partiendo de la afirmación de que “la sociedad humana es impensable sin su ambiente”, y analizando, en especial, el concepto de metabolismo de Marx.

«El metabolismo entre el hombre y la Naturaleza consiste, como hemos visto, en el traspaso de energía material de la Naturaleza externa a la sociedad; el gasto de energía humana (proceso productivo), es a su vez extracción de energía a la Naturaleza, la cual ha de ser “añadida” a la sociedad (distribución de los productos entre los miembros de esta) y asimilada por ella (consumo); esta asimilación es la base para un gasto ulterior, etc.; es así como gira la rueda de la reproducción»

En 1933 el botánico Vladimir Komarov, quien posteriormente sería presidente de la Academia Rusa de Ciencias, en su obra: «Marx y Engels sobre Biología» citaba ampliamente el largo pasaje de Engels y observó: «El propietario privado o patrón, por necesario que pueda ser hacer que los cambios que se introducen en el mundo cumplan con las leyes de la naturaleza, no puede hacerlo, ya que su finalidad es el beneficio y nada más que el beneficio. Al crear crisis tras crisis en la industria, asola la riqueza natural de la agricultura dejando tras de sí un suelo estéril, y rocas desnudas y laderas pedregosas en las zonas montañosas». Komarov fue el editor principal de la Flora de la Unión Soviética, una obra con ilustraciones y descripciones botánicas que consta de treinta volúmenes que fueron editados entre los años 1934 y 1964.

Nicolai Vavilov, especialista en genética vegetal, presidió la Academia de Agricultura Lenin y que con apoyo del Estado soviético aplicó el método materialista a la cuestión de los orígenes de la agricultura. Fue Vavilov quien estableció que existían una serie de centros geográficos de gran diversidad genética de plantas, los más ricos bancos de germoplasma, base de todos los cultivos humanos, escribía: «Los fundamentales centros de origen de plantas cultivadas desempeñan con frecuencia el papel de acumuladores de una sorprendente diversidad de variedades».  Estos “reservorios” genéticos estarían situados específicamente en las regiones montañosas tropicales y subtropicales de países tales como México, Perú, Etiopía, Turquía y el Tíbet. Para Vavilov, que adoptó una perspectiva dialéctica, coevolucionista, estos centros de diversidad genética vegetal eran el producto de la cultura humana, a partir de los cuales tuvieron su origen todos los principales cultivos, y en los que se encuentran las más ricas reservas genéticas, producto de milenios de cultivos.

Vladimir Sukachev, geobotánico ruso miembro de la Academia de Ciencias de la URSS, es conocido por su concepto de biogeocenosis, que surgió (y tuvo una conexión integral) con las nociones de Vernadsky sobre la biósfera y los ciclos biogeoquímicos. El término original (biocenosis, o comunidad biológica) fue acuñado en 1877 por Karl Möbius, para designar a una comunidad de especies que viven integradas e interrelacionadas. Sukachev le da un contenido mucho más amplio incorporando el entorno abiótico. Así, el concepto biogeocenosis es utilizado para describir la suma total de los nichos ecológicos (plantas y animales) con su ambiente. Fue concebido en términos dialéctico-energéticos como una categoría más unificada y dinámica que la noción occidental de “ecosistema”, enfatizando en los procesos ecológicos la dinámica interna, los cambios contradictorios y la inestabilidad.

Influyó en el Gran Plan de Transformación de la Naturaleza de 1948, desarrollado en el marco de la reconstrucción posterior a la II Guerra Mundial. El mismo consistió en una masiva reforestación que tenía como objetivo proteger las cuencas hidrográficas y revertir el cambio climático en las zonas que habían sido desforestadas.

El zoólogo Vladimir Stanchinsky, pionero en el desarrollo del análisis energético de comunidades ecológicas (y niveles tróficos), promotor y defensor líder de los santuarios naturales conocidos como «zapovednik» (santuarios) También fue fundador de la Universidad Estatal de Smolensk y director de su departamento de zoología, en donde su investigación se centró en los mecanismos de especiación, esperando unir los datos de la genética con los de la ecología y sistemática. A partir de 1927 se centra en el problema de la naturaleza de la comunidad biológica. En su concepción, los organismos que formaban la comunidad eran dinámicos, se encontraban en constante cambio y estaban vinculados entre sí a través del intercambio de material y energía (lo que incluía su reciclado), una idea inspirada en los descubrimientos de Vernadsky. En 1929, ejerce en la Universidad de Kakhovka, Ucrania, cerca de Askania Nova, la importante reserva natural y centro de experimentación agrícola, en donde ejerce como subdirector de la parte científica de la reserva y en donde, por primera vez en el país, se llevaron a cabo estudios biocenológicos y ecológicos.

 En 1931 asume como editor de la Revista de Ecología y Biocenología (Zhurnal ekologii i biotsenologii), la primera revista científica soviética dedicada a la Ecología, adoptando un enfoque novedoso para la ecología. Pensó que la cantidad de materia viva en la biósfera dependía directamente de la cantidad de energía solar que transforman las plantas autótrofas, la “base económica del mundo viviente”. Invocó, por lo tanto, la Segunda Ley de la Termodinámica para explicar las variaciones en la masa entre la flora y la fauna en la parte superior, media e inferior de la biósfera, viendo que la energía se perdía en la medida de que cada peldaño era escalado, ya que cada vez se necesitaba más trabajo para conseguir alimento.

El zoólogo Kasharov dirigió un Instituto de enseñanza de Ecología, publicó el primer manual de ecología para la enseñanza “Ambiente y comunidades” y colaboró en la publicación de la revista soviética de ecología anteriormente citada [3]

Iván Schmalhausen, morfólogo y embriólogo ucraniano defensor de la integración de la biología del desarrollo en la teoría evolutiva, siendo considerado uno de los predecesores principales de la moderna evo-devo (biología evolutiva del desarrollo). Desarrolló la teoría de la selección estabilizadora, y fue una de las figuras centrales en el desarrollo de la síntesis evolutiva moderna. También es recordado por la ley de Schmalhausen, que establece que una población viviendo en condiciones inusuales o estresantes, es vulnerable a pequeñas diferencias en las condiciones ambientales o a la aparición de variantes genéticas.

El agrónomo Vasili Robertovich Williams consideró el suelo como un sistema vivo en coevolución con su vegetación y las prácticas agrícolas.

Vladimir Vernadsky. Fundador de la ciencia de la biogeoquímica, en 1926 publicó «La Biósfera», obra en la que presentaba la vida como la fuerza geológica que da forma a la Tierra. Vernadsky señalaba: «El propósito de esta obra consiste en recabar la atención de los naturalistas, de los geólogos y en especial de los biólogos, sobre la relevancia del estudio cuantitativo de la vida en sus vínculos indisolubles con los fenómenos químicos del planeta». En respuesta a una solicitud hecha por él y por el mineralogista Aleksandr Fersman a Lenin, se estableció en 1920, en el sur de los Urales, la primera reserva natural de la URSS, la primera del mundo que un gobierno dedicara exclusivamente al estudio científico de la naturaleza.

Georgy Frantsevich Gause, biólogo y evolucionista que propuso el principio de exclusión competitiva, fundamental para la ciencia de la ecología. Este principio principio afirma que dos especies con nichos ecológicos similares no pueden coexistir en un equilibrio estable, lo que significa que cuando dos especies compiten exactamente por los mismos requisitos, una será un poco más eficiente que la otra y se reproducirá a un ritmo mayor y la otra se extinguirá.

Según el historiador norteamericano Douglas Weiner[4] a Lenin le impresionó leer «Los Pantanos: su formación, desarrollo y propiedades» (1914) de Sukachev. Weiner señala: «Mientras se sabe que Lenin exclamó su asombro a [Marguerite] Fofanova al saber, por este libro, cuánto de Rusia estaba bajo pantanos y que se entusiasmó con la perspectiva de una fuente tan grande de combustible barato para la electrificación, podríamos especular que Lenin también se vio afectado por el espíritu ecológico global del texto pionero de Sukachev en ecología comunitaria»

En septiembre de 1929 se realiza el primer Congreso por la Conservación de la Naturaleza de toda Rusia, bendecido por Smidovich (en representación del Gobierno), al declarar que «el Poder Soviético no puede sino esforzarse por crear condiciones favorables para el desarrollo de la causa conservacionista». Además, el Comisariado de Educación y los conservacionistas establecieron las célebres reservas ecológicas conocidas como zapovednik (santuarios de naturaleza) destinadas a la investigación científica, y que para 1933 llegaron a ser treinta y tres, abarcando en total unos 2,7 millones de hectáreas.

Lenin había abrazado fuertemente los valores ecológicos, bajo la influencia de Marx y Engels, y estaba profundamente preocupado por la conservación. Pero con su prematura muerte en 1924, el aislamiento de Rusia y el giro de 1928 hacia la industrialización acelerada y la colectivización forzosa, se desató un conflicto profundo con el conservacionismo.

En el terreno de la práctica, es pertinente destacar la política forestal soviética. Once semanas después de la Batalla de Stalingrado (1943), la URSS aprobó el Decreto 430, que dividió los bosques soviéticos en tres grupos, dos de los cuales habrían de ser protegidos. En una circunstancia donde la URSS estaba increíblemente debilitada, y la victoria contra el Nazismo no estaba ni remotamente garantizada, este país decidió proteger sus mejores bosques de la tala comercial por razones hidrológicas. Así, una reserva originalmente del tamaño de Francia se convirtió en una superficie del tamaño de México.

Como plantea Foster la ecología soviética dejó un legado que «a pesar de sus debilidades y giros en falso, representó en muchos sentidos un logro humano masivo del que necesitamos aprender hoy si es que vamos a hallar la manera de regular el metabolismo humano con la naturaleza y a superar la crisis ecológica global del presente.»[5]


[1] Foster, J. B. (2016). «The Anthropocene Crisis«. Monthly Review, 68(4)

Foster, J. B. (2020). «The Return of Nature: Socialism and Ecology«. Monthly Review Press.

Gare, A. (1993). «Soviet environmentalism: The path not taken«. Capitalism Nature Socialism, 4

[2] Andronova, Natalia G. «Budyko, Mikhail Ivanovich» Encyclopedia of Global Environmental Change, edited by Ted Munn, vol. 1. New York: Wiley, 2002

[3] Tagliavini, Damiano; Sabbatella, Ignacio (2011). «Apuntes para la construcción de una ecología marxista». IX Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, UBA Buenos Aires

[4] Weiner, Douglas (1988)  «Modelos de la naturaleza: ecología, conservación y revolución cultural en la Rusia soviética»

[5] Foster, J. B. (2015). «Late Soviet Ecology and the Planetary Crisis» Monthly Review, 67(2)

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